Teatro

Teatro

Juan Mayorga: «Parece milagroso que sobrevivamos a este mundo»

Juan Mayorga / Dramaturgo.. Regresa al Teatro del Barrio con «Famélica», obra cuyo libreto publica La Uña Rota. Además, el CDN recupera, desde hoy, «Reikiavik»

Juan Mayorga
Juan Mayorgalarazon

Regresa al Teatro del Barrio con «Famélica», obra cuyo libreto publica La Uña Rota. Además, el CDN recupera, desde hoy, «Reikiavik»

Vuelve Juan Mayorga a los escenarios... Y a las estanterías. El regreso de «Famélica» al Teatro del Barrio –todos los domingos hasta el 6 de noviembre– viene acompañado de la publicación que La uÑa Rota hace de su libreto. Si en «Reikiavik» –que regresa hoy al Valle-Inclán– el ensayo que acompañaba la obra correspondía a Fernando Broncano, en esta ocasión, el honor ha correspondido a Reyes Mate. Generando un diálogo entre filósofo y dramaturgo en el que se cuela Daniel Montero Galán con sus ilustraciones. Un trabajo en equipo que para el director de escena forma «un colectivo muy teatral». Muy suyo, como no podía ser de otra forma.

–Da gusto ver un nombre como Mayorga en una sala pequeña.

–Creo que es el sitio para esta función. Aquí encuentra su espacio y su público.

–Vuelve un título muy ligado a La Cantera desde el primer momento.

–La relación de la compañía con el texto es especialmente íntima. Han sido muy generosos porque empezaron a ensayar sin que la obra estuviera escrita en su totalidad.

–Les dio el comienzo y tiraron para delante...

–Sí. Recuerdo que, después del pacto de hacer algo juntos, les entregué esa primera escena y ellos me devolvieron un ensayo estupendo.

–Está muy bien el método si no le apetece trabajar...

–(Risas) La cuestión es que los actores han sido capaces de empezar de algún modo a darle cuerpo sin que yo hubiera desarrollado el arco en su totalidad.

–Es una manera de implicarles al 100% con el proyecto.

–Efectivamente, se crea una relación muy íntima.

–Usted, al que no le gusta decir si es comedia hasta que ve las primeras risas, ya puede afirmarlo, ¿no?

–Claro. Sin «happy end», pero lo es. O, quizá, de final ambiguo, en el que los protagonistas, pese a haberlo perdido todo, pueden tener algo de paradójico y de descubrimiento de sí mismos.

–Lo centra todo en un mundo laboral lejos de la perfección.

–El origen último de la obra está en un edificio corporativo de una gran empresa que no mencionaré.

–Pero la tiene en mente...

–Sí, muy cerca de mi casa. Tiene algo que me llama mucho la atención, y es que, desde hace años, desde que vivo ahí, observo el cambio de turno, más o menos a las 3 de la tarde...

–¿Se puede decir el barrio? Por aquello de acotar posibilidades...

–Manuel Becerra, cerca del metro de O’Donnell...

–¡Que se dé por aludido quien quiera!

–Claro. La gente sale de ese trabajo cual alma a la que persiguiese el diablo, como si hubieran sido sometidos a torturas y humillaciones. Y empecé a imaginar que parecían desdichados. Pero son muchos y podrían generar una sociedad secreta que protegiese unos y a otros, en la que se les permitiese encubrir que allí, al final, están realizando su pasión. Es una obra sobre el mundo laboral, donde, salvo unos pocos privilegiados –aunque a día de hoy no estar parado se puede considerar tal–, muchos son desafortunados en la rutina. Como dice uno de los personajes: «Trabajando por intereses que no les atraen».

–En contra de sus principios...

–Correcto. En este sentido, es una obra extraordinariamente exagerada e inverosímil, aunque hable de algo muy cercano a la experiencia de la gente.

–¿Puede ser su obra más surrealista?

–Cuando la leyó mi traductor francés pensó que era la más loca que había escrito, pero en un sentido elogioso. Quizá sea una pieza más desinhibida, que no menos responsable.

–¿Se reconoce en este género?

–Sí, siempre escribo con respeto y pensando que el teatro ha de ser importante. Sí es verdad que aquí hay ligereza y que me he consentido cosas que no había hecho en otras.

–También tiene su reflexión.

–Se trata de una obra en la que supongo que cualquier persona se preguntará por lo que le sucede a él en el propio mundo del trabajo. Por lo demás, es un montaje que me hace pensar en otras piezas de pequeños seres humanos que aspiran a la felicidad, la dignidad y la belleza.

–Hace dos años de su estreno, ¿resiste el envejecimiento?

–Parece que sí. Hay un montaje vivo en Italia, traducciones francesas y griegas... Eso tiene que ver con el hecho de que hay una globalización. Habla del malestar y la dificultad de encontrar una salida.

–Dar con tu sitio...

–Pero también tiene un lado quijotesco en eso de «la gloria del intento no nos la quitarán». Fracasaremos, pero estaremos a la altura de nuestro fracaso.

–¡Lo importante es participar!, que se dice. Resuma el mundo comunista-anarquista vs. capitalismo, que se representa, y que al final no son tan diferentes.

–Los directores de este proyecto de liberación dentro de la empresa lo llaman comunista y utilizan con mucha precisión ese viejo lenguaje marxista. Hay espectadores a los que van a examinar el lenguaje y la idea de un proyecto de emancipación, que es lo que es el comunismo: cada uno es responsable de los demás y todos debemos cuidarnos. En este sentido, todo parece cada vez más distópico, y que resuene esa utopía y el que el público se adhiera y distancie es parte de la representación.

–¿Cualquier modelo de organización es cruel?

–Parece milagroso que los seres humanos sobrevivamos en este mundo. Quien tiene derechos son los estados y, a veces, ni ellos, sólo las grandes corporaciones cuyos centros son difíciles de ubicar. Cuesta encontrar espacios de libertad, dignidad y belleza. En esta medida –y dentro de su extravagancia– los personajes de «Famélica» intentan construir uno de una forma que parece disparatada, pero es un lugar de cuidada convivencia en el que todo alrededor es catastrófico.

«Todavía soy de los que compran el periódico en papel. Como consumidor de las web de diarios nacionales e internacionales, creo que la convivencia digital-tradicional ha obligado a los medios a buscar una singularidad que ha terminado condicionando nuestra lectura. Me preocupa que el periodismo entre en crisis, porque es fundamental en la sociedad», comenta.