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Núria Espert: «Los políticos piensan que la cultura no da votos y están equivocados»

Núria Espert / Actriz. Metida de lleno en «Incendios», el montaje de Wajdi Mouawad que dirige ahora Mario Gas en la Abadía, la intérprete paraliza su agenda diaria para recoger el Princesa de Asturias en nombre «de todo el mundo del teatro»

Núria Espert, ayer, en Oviedo, después de su encuentro con los medios
Núria Espert, ayer, en Oviedo, después de su encuentro con los medioslarazon

Metida de lleno en «Incendios», el montaje de Wajdi Mouawad que dirige ahora Mario Gas en la Abadía, la intérprete paraliza su agenda diaria para recoger el Princesa de Asturias en nombre «de todo el mundo del teatro»

Núria Espert cara a cara, al desnudo, sin la máscara de lo teatral, sin el maquillaje riguroso que impone la función y que muestra al personaje, pero oculta al hombre o la mujer que es uno, que siempre queda detrás, en segundo plano, como una tramoya necesaria. Los intérpretes son suplantadores de identidades, la herramienta irremediable para dar vida a la ficción de un dramaturgo, de un guionista, del novelista que ve su obra adaptada al cine o a las tablas. El público conoce a los actores por lo que representan, pero jamás por sí mismos, por su pensamiento, solamente por esa vocación que les obliga a ser delante de los demás individuos diferente, pero nunca ellos mismos. Núria Espert, Premio Princesa de Asturias de las Artes, habló ayer por ella, no a través de su último papel, y lo hizo con pausa, como si no tuviera prisa, pero con claridad, con franqueza. «La precariedad va unida al arte en nuestro país. Este momento es histórico en España desde el punto de vista político porque hay muchas cosas que están ocurriendo y no son nada favorables».

La actriz, que llegó ayer por la mañana, poco antes de que Mary Beard y Richard Ford comenzaran a firmar ejemplares de sus libros en una librería, admitió que no existe el teatro ideal, «sólo el comprometido, el cómico, trágico, festivo... es ideal cuando un actor logra convencer, porque toda dramaturgia es una convención». Pero su oficio conlleva peajes y aduanas duras de admitir que el espectador del patio de butacas, abstraído en la trama, no percibe. «Un acto jamás deja de acudir a una representación, no importa lo que suceda: la muerte de un pariente o un ser querido. Ni nosotros mismos comprendemos cuál es el fenómeno que se produce dentro del corazón y la cabeza para dejar a un padre agonizante o para salir del entierro de un hijo que se ha perdido y acudir a un teatro. Es una especie de deformación implícita en nuestra profesión, una deformación de las emociones». Al requerirla una explicación más amplia, Espert recurre a la experiencia personal, siempre a mano, siempre elocuente, para explicarse. «Cuando falleció mi marido estaba representando “El cerco de Leningrado”. Fue una pérdida terrible. Creía que el mundo se me hundía. Después de su entierro acudí a hacer mi función y, curiosamente, me encontré entera, no era ningún fantasma ni un espectro que deambulaba por el escenario. Mi hija, que se ocupaba de la compañía, me preguntó si quería que cancelara todas las representaciones, pero le respondí que, al contrario, lo que deseaba es que programara dos o tres cada día porque aquel era el único lugar donde podía respirar. No tenía elección. Eso, o meterme en un hospital a que me durmieran... Pero esto más o menos nos sucede a todos. No es una deformación. Es algo más profundo. Cuando vas a un teatro, vas tú y la otra persona que encarnas. El día que ocurre una calamidad enorme, sólo se presenta una de ellas».

- La educación

Núria Espert no habló sólo de teatro, también de política y de cómo la política ningunea a la cultura. «La política cultural es un desastres absoluto. He seguido todos los debates a lo largo de estos meses. Los políticos han hablado de todo, incluso un poquito de educación, el gran problema de este país, pero ni una sola vez se ha mencionado la palabra cultura. No han hablado de ella. Piensan que la cultura no da votos y están equivocados. Son millones de personas en España las que necesitan la cultura. No sé si es premeditado o es idiotez esta omisión», declaró y, después, relató una anécdota. «Estos últimos años han sido malos. Han desaparecido compañías y empresas, pero la reacción del público ha sido durante este tiempo tan expresiva, llenando los teatros, que debe existir para ello una explicación. En la época franquista, el teatro tuvo una vida que no tenía desde el Siglo de Oro. Acudir a él era una manera de dar a entender cuál era la opinión que tenías. Es como si dijeras: «Yo pienso y soy eso que no puedo decir pero que está ahí». Núria Espert, que está representando ahora mismo «Incendios» en el madrileño Teatro de la Abadía, que habla «de la miseria, la guerra, la maldad, el acorazamiento, la venganza sin fin, el perdón y la paz», abogó por estimular el buen teatro, «espolear la creatividad, porque cuando una persona acude a ver una obra es que ha culminado un recorrido educativo, un círculo mágico de la realidad cotidiana. Debemos intentar que hubiera siempre un buen teatro».

Dejar gobernar

«Estoy preocupada como cualquier ciudadano», afirmó Núria Espert al referirse a la actual situación política en nuestro país. «Todo esto se tenía que haber resuelto de una manera democrática»dijo. Para ella, «ya hubo una votación. La población dijo que tenía que haber varios partidos más. Uno de ellos obtuvo más votos que los demás, pero no se presentó a la investidura. El socialista no logró suficientes apoyos. A partir de ahí debería haber gobernado el partido con más votos y que los demás se abstuvieran. Sería un gobierno corto pero no entiendo lo que ha sucedido. Si vamos a votar de nuevo no se va solucionar nada porque las luchas dialécticas no cambian el voto», comentó.