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Tres tristes personajes

Mario Gas recupera «La Strada» de Fellini, en versión de Gerard Vázquez, para las tablas con un montaje «fiel», dice, a una película que, sin embargo, ha evitado volver a ver por no «contaminarse».

A Alfonso Lara y Verónica Echegui (en la imagen) se suma Alberto Iglesias para completar el elenco de «La Strada»
A Alfonso Lara y Verónica Echegui (en la imagen) se suma Alberto Iglesias para completar el elenco de «La Strada»larazon

Mario Gas recupera «La Strada» de Fellini, en versión de Gerard Vázquez, para las tablas con un montaje «fiel», dice, a una película que, sin embargo, ha evitado volver a ver por no «contaminarse».

Como diría Gelsomina: «È arrivato Zampanò!». Igual de alto, robusto, grave y miserable que siempre, aunque esta vez lo hace de la mano de Mario Gas y no de Fellini, de quien el primero ha querido alejarse –pero no mucho– para ceñirse a la versión de Gerard Vázquez, eso sí, compuesta a partir del guión original de 1954. De esta forma, «La Strada» prepara su puesta de largo teatral en el Centro Niemeyer de Avilés (mañana) antes de presentarse en Madrid (Teatro de la Abadía) el día 22. Un montaje en el que el director ha preferido, como es costumbre en él, recurrir a las imágenes de la película que le quedaron guardadas en la retina hace años para no «contaminarse» más de quien se declara «muy fan», Fellini: «Creo que desde la adolescencia no he vuelto a ver la cinta. La tengo muy metida en la memoria, pero, cuando recibo un encargo que viene del cine o de la literatura, prefiero dar un paso al lado y apropiarme de la versión antes que perderme revisando el original».

Aquí fueron «los puntos de interés dramáticos», dice, los que le llevaron a aceptar la empresa.

–¿Cuáles?

–Esa historia tristísima de tres personajes metidos en una situación tremenda entre ellos y dentro de una población deprimida. Luchan consigo mismos y con el entorno para ser algo, pese a que terminen naufragando estrepitosamente. Al final no son más que los conflictos de tres seres humanos, que es lo atractivo de contarla a los espectadores.

Aroma a «Fede»

Desde ahí se ha hecho crecer un planteamiento «muy fiel a la película, pero con alguna diferencia. La principal, la obligatoria reducción del elenco a tres personajes: El Loco (Alberto Iglesias), Gelsomina (Verónica Echegui) y Zampanó (Alfonso Lara). «Es que el escenario no da para acoger todo el universo de Fellini», ríe la actriz, «por lo que la adaptación es importante. Aun así, sí que encontramos ese aroma al director italiano en la escenografía y, sobre todo, en la atmósfera: decadente y onírica, como si estos tipos estuvieran perdidos en una eternidad en la que lo que les ocurre podría pasarles una y otra vez». Tres personajes que se encuentran en el camino durante la posguerra y quedan atrapados en unas vidas a las que están condenados por su propio carácter, un destino trágico que resulta inevitable. «Se nota que se escribió después de la Segunda Guerra Mundial por toda esa desolación que transmite y por las actitudes de los individuos respecto a la existencia», explica Echegui. Cada uno encarna una actitud diferente de cara a la crisis existencial que padecen, «en la que Gelsomina tiene poca cabida –continúa–. El mundo de El Loco le llama fuertemente, pero le es desconocido, y, en cambio, el de Zampanó, pese al maltrato y el trato soez que conlleva, le atrapa por ser lo conocido». Pero el gran dolor de Gesolmina, para la actriz, es «el que lo podemos compartir cualquiera, sea el momento histórico que sea, porque se pregunta constantemente sobre la muerte, el sentido de la existencia, cómo y cuándo sabremos que vamos a morir.., que es lo que lo convierte en un papel tan bonito de interpretar». Así lo cuenta la propia Gelsomina en la función: «Yo también tengo miedo de noche. Alguna vez me entran ganas de morirme. ¿Qué hago yo en este mundo? Todos nos volvemos viejos... Quién sabe cómo nos moriremos».

Verónica Echegui se mete en la piel de esta chica que, bajo el amparo de su madre, nunca ha salido de casa hasta que Zampanó aparece para llevársela –a cambio de 10.000 liras– para escribir una página en blanco recorriendo el mundo y ganándose los cuartos con los espectáculos callejeros. «Bailando y cantando», que dice la madre de la muchacha en la cinta. «Es la inocencia y la vulnerabilidad frente a un mundo exterior que la sobrepasa», añade Echegui. Una mujer avocada a la tragedia desde el minuto uno de la cinta, entonces, y del montaje, ahora. «Se termina devorando a sí misma por su poca pericia y por la barbaridad de la gente que la rodea –toma la palabra el director–. Quiere vivir y respirar, pero no puede soportar lo que existe a su alrededor. Tiene una conexión muy personal con la realidad, no podría racionar si no es por la vía emotiva y va con un candor por la vida que se la comen viva», explica un Gas que dirige por primera vez a Echegui, «pese a tenerla controlada desde que hizo una audición para “Homebody/Kabul” en 2007».

Poco racional, directo y bruto

Enfrente tendrá al hombre que le abre la puerta de la existencia, Zampanó, su raptor. «Un hombre poco racional, directo y bruto física e intelectualmente», explica Mario Gas de quien «va tragándose la vida como puede para subsistir. Se le escapan las cosas de las manos hasta convertirse en algo que no es, pero que, sin embargo, puede serlo en cualquier momento». Situación ante la que el director intenta defender al personaje «porque, al final, todos somos miserables, la vida nos hace así y más si se tienen pocas luces dentro de un entorno deprimido». Como contrapunto del fortachón está El Loco, que tampoco se libra de caer en las redes de la desgracia. «Todos lo hacen. Es la gran historia que cuenta Fellini, una perversa donde unos personajes pequeños luchan por su supervivencia y que acaban mal». Eso es «La Strada», un lago cristalino en el que se ve el fondo, pero en el que, cambiando de foco, podemos encontrar nuestra propia fragilidad.