Corridas Generales
Así fue la faena de Roca Rey de la que todo el mundo habla en Bilbao y por qué
El peruano cortó tres trofeos después de dos faenas de gran calado y relevancia: un volcán que erupcionó
El cartel de Bilbao merecía cruzarse España y cambiar la luz por los grises. En las Corridas Generales se anunciaba Juan Ortega, que abría plaza, Roca Rey y Pablo Aguado con la corrida de Victoriano del Río, que en Málaga salió complicada (con dos toros buenos que se llevó Manuel Escribano, pero que justo a Roca Rey puso en aprietos en una temporada que no está siendo sencilla).
Se vivía la tensión máxima de torear en una plaza como Bilbao, con el toro de Bilbao y en pleno mes de agosto, que la temporada marcha, pero todavía hay muchas cosas que definir en las carreras de los toreros.
La tarde nos pasó por encima como pasa a veces la vida. Pocas alegrías como ver la plaza con tantísimo ambiente de público, aunque después se nos fue llenando más y más el corazón hasta casi reventarnos. Esta temporada tiene tanta historia como intrahistoria. Hacía apenas unas pocas horas más que habíamos dado carpetazo a una tarde de horas bajas de Roca Rey, el astro peruano en La Malagueta, en este año en el que pesa tanto el ruedo como lo que ocurre fuera. Después de una década el torero busca su nueva identidad y no siempre es fácil. Recae sobre sus hombros ser el diestro taquillero, que ha cargado con la ilusión de una nueva generación, pero el tiempo pasa y la persona se busca y rebusca. Lo que ocurrió ayer en Bilbao pasará a la historia. Un antes y un después. Roca Rey fue un volcán que erupcionó y se llevó todo por delante, pero sobre todo encontró su sitio. Su versión mejorada y el lugar secreto, tan ansiado y perseguido donde construirse una década después.
Calentó a fuego el público Roca en el segundo, al que mató con una perfección tremenda, por cómo hizo la suerte y por el lugar donde fue capaz de colocar la espada. Antes el incendio en los tendidos lo puso con unas bernadinas. Una en concreto en la que cambió el viaje al toro fue de jugarse la barriga. Fue toro de prontitud, que no se cansó de embestir, con ese punto de pensar que se rajaría pero no hacerlo. Roca Rey comenzó la faena en el centro con dos o tres pases cambiados por la espalda. Se preveía una faena en el abismo. El peruano buscaba la solidez. Estuvo más rotundo por el diestro y en línea al natural. Quiso tocar todas las teclas para que el corazón de Bilbao fuera suyo. El toro mantuvo la prontitud y la repetición con bronquedad y Roca era una apisonadora.
La faena del doble premio
La gloria llegó en el quinto. Toro encastado, repetidor y exigente que fue premiado con la vuelta al ruedo.
No fue nunca fácil: sí agradecido. Se persignó antes de que saliera el toro y se fue a la puerta de toriles. Tenía las ideas tan claras, que abrumaba, y si no se hubiera echado se lo lleva por delante. De hecho, pasó por encima. Se le vio aquejado de un pie toda la lidia, pero tiró como si le hirviera la sangre, como si fuera ahora o nunca, como si tuviera el sufrimiento, la angustia de unas cuantas noches en vela, de los sinsabores de quien quiere ser y no siempre encuentra los caminos y sabía que ese era el día y la hora. Con un toro encastadísimo (y serio, estamos en Bilbao) se plantó en el centro del ruedo para dar pases cambiados de rodillas. Lo que vino después fue toreo. Toreo mayúsculo a un toro que no era fácil porque tuvo mucho carbón. Redujo la embestida del animal por la derecha y se atracó de toro para vaciarlo en los pases de pecho. Al natural hundió en la arena negra bilbaína media muleta. Pudo haber elegido por el arrimón y que la plaza fuera un manicomio, pero optó por cuajar al animal de principio a fin: por rebozarse con el victoriano, ligado, templado, hundido y entonces, cuando se volvió a cobrar una estocada en la yema, Matías el presidente, soltó el doble pañuelo, y Roca Rey, además de la Puerta Grande, había encontrado su sitio. Y lo habíamos gozado. Luego vino la vuelta al ruedo. La emoción de ver cómo un niño recibió un macho y no pudo contener la alegría... Cómo el toreo puede dar tanto. Eso es un vacío que te llena. ¿Quién nos entiende?
Lote de Pablo Aguado
Iba y venía el tercero con nobleza, pero sin demasiada transmisión. No se preocupen que no importó. Pablo Aguado se sacó de la chistera una faena deliciosa. Extrema belleza, delicadeza. Aguado no torea acaricia. Bonito desde el comienzo de faena, inspirado a cada rato. Expresión pura una faena que tuvo consistencia y algo que decir. Para paladares exquisitos. Lo mató despacito y a la primera. El trofeo hubiera sido de justicia. Justicia al bien torear, pero la culpa no fue de Matías, la gente de Bilbao tenía el corazón frío con el sevillano. El sexto tuvo guasa y Aguado se puso. Da gusto verlo. Se le atravesó el descabello. Poco dijo el primero de Juan Ortega, con el que quiso hacer las cosas bien, y eso que siempre se guardaba algo y ganas de rajarse. Pasó discreta su labor. El cuarto fue un toro con mucha violencia y peligro con el que Ortega abrevió y mató muy feo. La tarde fue de Roca. De Roca para su historia.
Ficha del festejo
Bilbao. Toros de Victoriano del Río. El 1º, va y viene desigual y acaba rajado; 2º, pronto y repetidor; 3º, noble y suavón; 4º, violento y muy peligroso; 5º, exigente y encastado, bravo y premiado con la vuelta al ruedo; 6º, complicado.
Juan Ortega, de verde y oro, tres pinchazos, estocada (silencio); estocada muy defectuosa (pitos).
Roca Rey, de tabaco y oro, aviso, buena estocada (oreja); estocada muy buena (dos orejas)
Pablo Aguado, de burdeos y azabache, estocada (vuelta); pinchazo, media, ocho descabellos, aviso (silencio).