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Bilbao: Talavante y la Puerta Grande de ¿los nuevos tiempos?

El extremeño cortó tres trofeos de un buen lote de Juan Pedro Domecq en las Corridas Generales de Bilbao
FERIA DE BILBAO
FERIA DE BILBAOJavier ZorrillaEFE

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Alejandro Talavante se fue a hombros de la plaza de toros de Bilbao. Palabras mayores. Lo fueron en aquella faena inolvidable de Morante a «Cacareo» o de la Diego Urdiales en la temporada de 2015, por poner algunos ejemplos de los que hacen estragos en las emociones y perduran pase el tiempo que pase. Lo de Roca el año pasado ni hablar. Hitos en los que cuando Matías, el presidente, sacaba los dos pañuelos de una vez, te dabas cuenta de que todo tenía sentido en esta plaza: hasta el palco. Ayer el presi hizo lo mismo, pero en este caso, me dio estupor. ¿Me debo estar haciendo mayor?
El sexto toro fue extraordinario por la calidad extrema (vivan las x) de sus arrancadas. Dios qué despacio lo hacía, tomaba la muleta a ralentí, con una belleza tremenda. Un fogonazo a las emociones nos dio Tala, perdón perdón, antes Miguelín Murillo y Manuel Izquierdo se desmonteraron y Alejandro brindó al público, y entonces se fue de rodillas. Desde ahí compuso con verdad. Con la misma que había recibido al animal con un farol y se durmió en tres verónicas bonitas. Tras esa tanda llegó el grueso y ahí hubo de todo. Algunos muletazos en los que queríamos ver al Tala que nos enamoró, y una mayoría de ellos ligeros, periféricos y del montón. Después de la travesía de Talavante de los últimos tiempos lo que sí ha recuperado, que es uno de sus fuertes, es la complicidad con el público, la chispa. Cerró la faena ante tan noble animal, al que se había pasado por donde quiso, con despaciosidad en la última tanda. Ahí sí con un desplante y otro pase mirando al tendido. Faena firma de la casa. El estoconazo empujó al delirio en el tendido. Y el presidente hizo el resto.
Se había llevado el lote, con un «Millonario», que fue buen toro, perfecto para cuajarlo. En su ecuación tenía la nobleza, la fijeza, la repetición y la entrega y con ese cuajo que hace que todo lo que se haga tenga relevancia de verdad. Talavante, que está en las antípodas de Morante en los sorteos, hizo una faena en el corte de esta temporada. Ligada, entusiasta, con algún muletazo bueno en un conjunto de poca entidad real, pero que le es suficiente para, con una estocada, llevar la alegría al tendido y cortar un trofeo.
Lo de Morante es digno de estudio. No sé, en serio. Es como una maldita maldición, valga la redundancia. El de La Puebla en este año raro de idas y venidas, de bajas y reapariciones, regresaba a Bilbao. Nada menos que con el toro de Bilbao, que está lejos de ser una broma y con 40 grados (47 marcaba un termómetro a la que venía a la plaza). Los abanicos se movían como si esto fuera Sevilla o Córdoba. Una locura, pero con humedad. El juampedro, que era guapo y serio que abrió plaza, llegó a la muleta sin querer pasar. Ni uno ni medio. Los mismos que Morante no le quiso dar. Se llevó un buen susto al salir a parar el cuarto. El toro se le cruzó de salida, él fue a saltar al callejón y cayó de aquella manera. Cogido con pinzas como está la cosa como para… Salió el Lili y luego se recolocaron las piezas mentales del de La Puebla. Con la muleta, y en contra de lo que creía el ambiente, quiso el sevillano. Estaba intentando hacerse con las descastaditas embestidas del toro cuando de pronto una voz del tendido dijo algo así como «Estás muy gordo» y en ese mismo momento algo cortocircuitó en la cabeza de Morante para irse directo a por la espada, con la que se alivió. Bronca. Lo cierto es que había poco que hacer, pero esos muletazos tenían más verdad que muchos que llevábamos vistos, pero «hay gente pa to».
La vida había seguido su curso con el segundo de la tarde, el 51 de nombre casi impronunciable, «Jugisi» de pasado ¿japo? Bueno no sé. Total que el toro de Manzanares tuvo miga. En su bravura estaba la exigencia de saber que quería y podía quedarse antes de tiempo en el muletazo, pero también que con poder empujaba. En esa dicotomía se iba la faena. Manzanares lo supo y se empleó con intermitencias que no lograron elevar la faena.
Descastadete fue un quinto con el que uno y otro, toro y Manzanares no nos rescataron del letargo al que nos había empujado los 40 grados. Después vendría la Puerta Grande de los nuevos tiempos. De mucha información y que nada perdura. Devaluando así la jerarquía de los verdaderos acontecimientos. ¿Para qué el esfuerzo si todo vale?
BILBAO. Cuarta de feria. Toros de Juan Pedro Domecq. El 1º, deslucido; 2º, bravo y exigente; 3º, noble y repetidor, bueno; 4º, descastado; 5º, descastadete y de media arracada; 6º, Menos de media.
Morante de la Puebla, de caña y oro, casi entera (pitos); dos pinchazos, casi entera (bronca).
José María Manzanares, de corinto y oro, tres pinchazos, estocada (silencio); media honda (silencio).
Alejandro Talavante, de malva y oro, estocada (oreja); estocada (dos orejas).