Hermoso se despide al compás del capote de Ortega
De Mendoza, un trofeo y Juan deja grandes momentos; Aguado a la altura
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A estas alturas de la profesión hay días de oficio y otros de devoción. Ver a Ortega y Aguado (en la despedida de Hermoso) en Sevilla por San Miguel era una puñetera delicia. Y sentir esto, todavía, es como pedir mariposas al matrimonio veinte años después. Lo mismo. Juan Ortega ha echado «el año». Y en su caso eso no es cualquier cosa. Cuando se trata de torear más despacio que nadie, de esa manera tan bella y desafiante con la propia dinámica de la embestida de un toro es simplemente preguntarse por qué me lo perdí maldita… De ahí la alegría de estar aquí sentada, pase lo que pase, aunque dentro de dos horas se nos caiga la tarde de las manos. La ilusión es oro. No hay otra. Ni tantas cosas que la generen. Ocurre cuando Aguado anda por la plaza. Se llama cadencia, torería, se dice otros tiempos quizá en estos que no convencen tanto.
Pablo Hermoso se despedía de Sevilla en el tour 2024 y lo hizo toreando con «Berlín» y gozándolo. Era bonito ver cómo templaba la arrancada del toro dejando que se acercara una barbaridad y estuvo tan acertado en los encuentros como desacertado con el rejón de muerte.
Un trofeo paseó del cuarto tras una intensa faena. El toro fue noble, con ese punto de aquerenciarse en los terrenos de tablas, pero Hermoso tiró de oficio y valor para dar con las coordenadas precisas.
Disperso fue el toro de Ortega de salida, sin entrega en el capote. ¿Importó? En absoluto. La estética y ética del lance de Juan transportó una cuarta más al toro, abducido por encima de su condición, que ritmo no tenía ni el tranco por abajo, la media verónica entre la nada y en la plenitud de la largura fue una bocanada de toreo. Chicuelinas al paso y dos medias para las almas hambrientas. Y lo estábamos, que llega el invierno. A Pablo le quemaban las manos, cogido el capote para chicuelinas también, mientras el toro tomaba la vara. Se sabía que iba para allá. Y fue. Es también su fuerte la capa. Joder si es que el duelo era de titanes. Y estábamos allí. Los lances y la media. ¿Escuchan el olé? Tremendo fue el comienzo de faena de Ortega al toro que tuvo nobleza y suavidad en la embestida. Qué bonito lo hace. La tanda diestra era un fogonazo de parsimonia. La única pena es que el de García Jiménez claudicó pronto y se le fueron las ganas, la casta y la energía. Resolvió Juan con los detalles, los adornos… todo había tenido sentido. Qué pena.
Movilidad sin control, más de manso que de bravo tuvo el quinto. Juan Ortega tuvo que ir ahormando esas arrancadas que tenían otro hándicap y era que a la tercera o cuarta arrancada el toro se le vencía por dentro o rajaba. Un tironcito para fuera le alivió un poco la querencia y le dejó sacarle un par de tandas antes de rematar. No fue toro para grandes alegrías, pero defendió Ortega su terreno. Era animal muy incómodo. También para matarlo y en cambio anduvo muy habilidoso.
Precioso fue el saludo capotero de Aguado al tercero. Le fluye. Nos mata. Juan Sierra esperó y se ajustó mucho en un par mientras presentíamos que el toro se apagaría. Sabíamos que iba a ser breve y lo fue, pero también mágico. Los tres primeros que pegó en esa verticalidad y cadencia tan suya fueron, además de con los vuelos, sin cite en una suavidad extrema como si el torero fuera un susurro, una caricia que diría Curro. Luego no hubo más.
Caía ya la noche sobre Sevilla cuando salió el sexto. Queríamos más de eso bueno que habíamos tenido, pero se había quedado a cuentagotas por los toros. Muy desigual fue en la muleta el sexto, y con ese punto de violencia que no lo ponía fácil. A contra estilo de Aguado. Arreones inciertos en la manera de acudir al engaño del sevillano, unas veces, otras parándose. Un toro exigente para cerrar feria. Pablo tiró de recursos y solventó.
Sevilla. Tercera de feria. Toros de El Capea y Carmen Lorenzo, para rejones, y Hnos. García Jiménez para lidia ordinaria. El 1º, bueno; 2º, noble y muy a menos; 3º, paradísimo; 4º, noble; 5º, rajado y con mal estilo; 6º,´exigente. Lleno.
Pablo Hermos de Mendoza, cinco pinchazos, rejón, descabello (silencio); pinchazo, rejón (oreja).
Juan Ortega, de verde y oro, media (saludos); estocada (saludos).
Pablo Aguado, de gris perla y oro, media (silencio); pinchazo hondo (saludos).