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Murió la ganadera Paloma Eulate Aznar, alma de Torrealta

Figura discreta pero esencial, deja tras de sí una historia de compromiso con el campo bravo, la ganadería y la dignidad

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El mundo del toro está de luto. Este jueves 27 de marzo ha fallecido Paloma Eulate Aznar, ganadera de la emblemática divisa de Torrealta, marquesa de Zuya desde 1993 y una de esas figuras que, sin buscar el protagonismo, han sido esenciales para entender la evolución y la consolidación de una ganadería de primera línea.

Fue en 1979 cuando, junto a su marido Manuel Prado y Colón de Carvajal, adquirieron la ganadería de Torrealta. En 1990 pasó oficialmente a nombre de Paloma Eulate, que imprimió carácter propio a la casa, refrescando los sangres con sementales de Juan Pedro Domecq y apostando por una línea de calidad con fondo, que rápidamente se hizo hueco en las grandes ferias.

Sevilla fue siempre su plaza fetiche, con presencia constante —y notable— en fechas clave como el Domingo de Resurrección. La divisa de azul celeste y negro se hizo habitual en los carteles de la Maestranza, cosechando éxitos que cimentaron su prestigio. Desde 2013, su hijo Borja Prado Eulate tomó el relevo en la dirección de la ganadería, aunque Paloma siguió vinculada de forma muy cercana al día a día del campo.

La ganadería ha expresado su dolor con palabras que resumen lo que ha sido Paloma Eulate para quienes la conocieron: “Su valentía y amor por la ganadería y el campo nos deja un legado imborrable. Aunque su ausencia duele, su ejemplo vivirá siempre en cada paso que demos”.

También El Juli, íntimamente ligado a Torrealta, ha querido despedirse con un mensaje lleno de gratitud: “Una persona inolvidable, con una categoría personal increíble, a la que tuve la suerte de conocer y disfrutar de su amistad y sus consejos. Te echaré mucho de menos”.

Se va una mujer de campo, de valores sólidos, de silencios elocuentes y de fidelidad absoluta al toro. Paloma Eulate Aznar deja una huella que no se borra, porque está hecha de verdad y de entrega. Su legado vive en Torrealta, en los que la conocieron, y en cada toro que aún espera en la dehesa.