Resulta curioso observar cómo debajo de las ojivas de
la aristocracia siempre hay una estructura arquitectónica insultantemente atractiva, opulenta, profusa, que la fundamenta. Como si la nobleza, incluso la adquirida,
fuera estéticamente indisoluble de lo bello. Esto es justo lo que ocurre en el número 36 de la Calle Zurbano. Construido en 1902 como residencia de
los duques de Santo Mauro, el emblemático hotel madrileño cuyo nombre hereda de sus dueños, santuario de sofisticación por excelencia y lujoso depositario de rincones espectaculares que fusionan el clasicismo francés decimonónico de su génesis con el carácter moderno e impetuoso surgido en los albores de la nueva centuria, se prepara estos días para el asalto de los pinceles,
para la irrupción inesperada de la vanguardia. Con el ambicioso objetivo de invitar a los potenciales visitantes a sumergirse en la belleza de lo efímero y la trascendencia de lo tangible, los salones del Santo Mauro acogen
del 4 al 17 de marzo la exposición "Ethereal", una muestra temporal colonizada por el elemento de lo transitorio con obras que no se habían mostrado con anterioridad de los artistas españoles Eladio de Mora (proyectado artísticamente como dEmo), Miguel Díaz Belda, Jaime Monge, Äcondieresis (pintor colombiano de nombre Nicolás Villamizar) y
Anna Barrachina.
Además de los mencionados, falta por conocer el nombre de un sexto artista de renombre que se sumará a la exposición del modo más discreto y exclusivo, ya que su obra sólo podrá visitarse bajo cita previa. A través de esta experiencia,
capaz de difuminar las líneas entre lo terrenal y lo espiritual, entre la realidad y lo sublime, la exposición ofrece también una oportunidad única para explorar el presente y futuro del arte en España, paseando o disfrutando de un tentempié ligero en los elegantes salones del conjunto palaciego del establecimiento.
Entre los artistas expositores de esta propuesta artística
comisariada por Carol Sepúlveda, fundadora de The Global Art Company y producida por el distinguido
club social JOMO Madrid, encontramos por lo tanto una interesante y una nutrida representación de la vanguardia en España constituida por obras como las del mencionado Belda, que acaparan texturas, colores y formas y exhorta al espectador a sumergirse en un mundo donde la percepción sensorial y la interpretación emocional se entrelazan, o las de Anna Barrachina que a través de la viveza de su línea cromática marcadamente enérgica, logra irradiar estados serenos de contemplación proponiendo un viaje visual y emocional con el que se pretende celebrar la alegría de vivir.
En línea con
el carácter filantrópico que suele acompañar las dinámicas de trabajo involucradas en este tipo de proyectos artísticos en los que la creación termina fusionándose con la colaboración social, cabe destacar que el importe íntegro de la venta de una de las obras de "Ethereal" irá a parar de la Global Gift Foundation, liderada por la filántropa española María Bravo y la actriz
Eva Longoria –nombrada Filántropa del Año por la revista "Hollywood Reporter" debido a su conocido compromiso con las causas latinas y su empeño por devolver a la comunidad un reconocimiento sistemáticamente negado–, con el objetivo de contribuir a crear un impacto positivo en la vida de niños, mujeres y familias en situación de vulnerabilidad y/o riesgo de exclusión social. En esta semana de ARCO, bulle el arte en Madrid y sigue siendo invierno en la terraza del Santo Mauro.
Jaime Monge recupera el espíritu del arcade
Dentro de la nómina de artistas que forman parte de la categoría de elegidos para integrar ese asalto artísico mencionado en el artículo de arriba al Hotel Santo Mauro por parte de lo más representativo de la vanguardia española del momento, se encuentra Jaime Monge. Complementando la narrativa expositiva de "Ethereal", este artista y arquitecto reconocido por su distintiva abstracción geométrica poblada por pequeñas figuras humanas, presenta una serie exclusiva titulada "Arcade".
En esta serie, Monge revisita los videojuegos clásicos de arcade tomando como referencia la composición nostálgica de lo lúdico, donde la experiencia personal y los recuerdos generados en el imaginario propio tenían una importancia sustancial. De esta forma, el artista traslada de manera efectiva su visión depurada como arquitecto, disciplina en la que desarrolló la necesidad de entender lo que las personas sienten o desean, no solo en sus hogares sino también en sus experiencias de vida, a sus formas de creación.
El resultado de ello es una búsqueda que pretende generar una reflexión sobre la evolución de los videojuegos a lo largo de la historia, especialmente a través del prisma de la tecnología. Se reivindica el encanto de la experiencia individual clásica de antes a la hora de enfrentarse al momento de jugar, frente a la homogeneidad de un público masivo como el actual. Las obras de esta serie reflejan la sensación de entrar en una sala de arcade. Con la diferencia de que juegos como el Pac-Man, el Tetris o el mismo Pinball, están invadidos por las pequeñas figuras que simulan a los usuarios conectados a la red.