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Verano de 1941, lucha a muerte al sur de Leningrado

A principios de septiembre de 1941 los alemanes estaban a las puertas de Leningrado, cuna de la Revolución y segunda ciudad industrial más importante de la Unión Soviética, que parecía a punto de caer en manos del régimen nazi
Soldados alemanes abandonan una estación en llamas
Soldados alemanes abandonan una estación en llamasDesperta Ferro
La Razón
  • Javier Veramendi B. (Desperta Ferro Ediciones)

    Javier Veramendi B. (Desperta Ferro Ediciones)

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Sin embargo, la inminencia aparente del éxito ocultaba una realidad más sombría. Si las vanguardias motorizadas alemanas habían progresado más de 400 km en las dos primeras semanas de la invasión, solo habían avanzado 120 en el mes siguiente, y desde entonces la ofensiva no había dejado de ralentizarse mientras el Ejército Rojo hacía esfuerzos frenéticos para detenerla.
A primeros de julio las tropas Panzer del Grupo de Ejércitos Norte del mariscal de campo Von Leeb, el más débil de los tres empeñados en la Operación Barbarroja, se hallaban en las localidades de Pskov y Ostrov listas para internarse en la región de Ingermanland, el pasillo boscoso y pantanoso que se extiende entre los lagos Peipus e Ilmen y que llevaba hasta Leningrado por el sur. Para detenerlas, la Stavka –el alto mando militar soviético– llevó a cabo una confusa serie de nombramientos y destituciones en la que casi no hubo un solo ejército soviético que no cambiara de comandante en jefe. También creó varios mandos nuevos. Uno de ellos fue el Grupo Operacional del Luga, dirigido por el general K. P. Piadishev a partir del 9 de julio y encargado de establecer una línea fortificada sobre el río Luga, al sur de Leningrado. Otro fue la Dirección del Noroeste, un alto mando encargado de coordinar todas las fuerzas de la región que recayó sobre el mariscal K. E. Voroshílov el 10 de julio. Ambos fracasaron, pero mientras que Piadishev era destituido, arrestado por abandono del deber y condenado a diez años de cárcel –murió en prisión tres años más tarde– Voroshílov, uno de los viejos camaradas de Stalin, no sufrió consecuencia alguna.
Además, el Ejército Rojo lanzó una serie de contraataques salvajes. El 13 de julio consiguieron rodear a la 8.ª División Panzer en Soltsí, y el 12 de agosto lanzarían una ofensiva todavía más importante contra el sobreextendido flanco derecho alemán en torno a la localidad de Stáraya Rusa, que obligó a los invasores a retirar tropas motorizadas de su frente principal para contrarrestar la iniciativa enemiga. Todas estas acciones fracasaron a nivel táctico y los soviéticos acabaron retirándose con muchas bajas, pero su éxito operacional fue indudable ya que consiguieron entorpecer y retrasar el avance del Grupo de Ejércitos del Norte hacia su objetivo final.
A lo largo del mes de agosto los alemanes también sabotearon su propio esfuerzo militar. El Führer siempre había querido tomar Leningrado como objetivo prioritario, mientras que sus mandos superiores preferían Moscú. Esta discrepancia, soslayada en la planificación, estalló tras la conquista de Smolensko por el Grupo de Ejércitos Centro, iniciándose un intenso debate en torno al envío de fuerzas acorazadas de este sector hacia el norte que no se zanjó hasta el día 22, cuando Hitler emitió una orden tajante para que así se hiciera. Para entonces ya era demasiado tarde. Sin embargo, la batalla continuaba. Con la 1.ª, 6.ª y 8.ª divisiones Panzer prácticamente detenidas entre Krasnogvardeisk y Luga, al suroeste
de Leningrado, el 25 de agosto entró en liza el XXXIX Cuerpo Motorizado, procedente del Grupo de Ejércitos del Centro. Atacando por el sudeste, tomaron Chúdovo y Liuban ese mismo día contra una oposición cada vez más fanática, pues los soviéticos habían desplegado allí una división de guardias fronterizos del NKVD, el temido Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos, y cuatro días después, el 29, se hicieron con Tosno y llegaron a la orilla del río Nevá, tras lo cual siguieron avanzando en dirección norte para conquistar Schlüsselburg, en la orilla del lago Ládoga, el 8 de septiembre, aislando completamente la ciudad. Al día siguiente, un bombardeo masivo de la Luftwaffe inició oficialmente el cerco de Leningrado.
Pero esto no supuso el fin de las ofensivas. Entre el 11 y el 25 de septiembre los alemanes lanzaron durísimos asaltos por el sur y el sudoeste de la ciudad. El 16 el XLI Cuerpo Motorizado llegó hasta Strelna, en la orilla del golfo de Finlandia, aislando al Octavo Ejército soviético en la que sería la bolsa de Oranienbaum, donde aguantaron hasta 1944. Sin embargo, para entonces Hitler ha vuelto a cambiar de opinión y ese mismo día se inició la retirada de las fuerzas acorazadas con el objetivo de reagruparlas para lanzarlas hacia Moscú. Una directiva del día 22 ordenó detener los ataques para dejar que población y defensores murieran de hambre antes de reiniciar el ataque. No sería así. A base de tesón e ingenio los defensores resistieron hasta 1944, cuando con las tornas cambiadas rompieron el cerco y expulsaron definitivamente a los alemanes de la región.
Portada de este número de la revista de Desperta Ferro
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