MotoGP
A Joan Mir le salen las cuentas para ser campeón de MotoGP en Valencia
Sólo necesita sumar 14 puntos en las dos carreras que quedan para ser el heredero de Márquez. Con ser tercero en el Gran Premio de la Comunidad Valenciana le basta
Joan Mir (Palma de Mallorca, 1997) es para llevárselo a casa. Siempre educado y correcto, nunca pierde la sonrisa y está a punto de convertirse en el sucesor de Marc Márquez como rey de MotoGP. Cuando todo el mundo apuntaba a Quartararo y Viñales como grandes favoritos al título sin el gran dominador, ha aparecido este chico de 23 años, que hasta ayer no había ganado ninguna carrera en la categoría reina. Es lo que le faltaba, como él mismo reconoce, y lo consiguió en Cheste, justo en el momento más apropiado, porque ese estreno le permite tener ya un «match ball» el próximo fin de semana en el mismo circuito. «Una cosa menos. Es algo que me estaba rondando por la cabeza y tenía que quitármelo de en medio lo antes posible. Era el día y lo he aprovechado», confesaba Joan, harto de que le recordaran que podía ser campeón sin ganar.
Él lo firmaba, pero prefería sumar también una victoria antes de empezar a hacer cuentas. Ya puede sacar la calculadora y la verdad es que los números le cuadran para poder cantar el alirón en la penúltima cita. Necesita ser al menos tercero para certificar su corona de manera matemática. Y eso, siempre que Quartararo o Rins, que están 37 puntos por detrás a falta de 50, ganen en el Ricardo Tormo. Si ninguno lo consigue, le bastaría un noveno puesto para ser campeón. El golpe que dio ayer al campeonato fue casi definitivo, así que su estreno como ganador en la élite no pudo ser más oportuno...
Y brillante, porque se puso muy pronto en segunda posición por detrás de su compañero de equipo y se quedó ahí a la espera. Estudiando. A falta de diez vueltas, en la curva once, Álex Rins se equivocó al cambiar de marcha y se fue largo. Mir cogió la cabeza y puso su ritmo. «Claro que he apretado muchísimo, pero con este tipo de motos si fuerzas no vas adelante. He sacado el ''flow'' y he empezado a avanzar», confesaba el protagonista en DAZN.
No hubo manera de alcanzarlo para Rins y Pol Espargaró, que fueron los que completaron el triplete español en lo más alto. Fue el séptimo podio del curso para Mir, claramente el piloto más fiable en este 2020 de locos. Quartararo ha ganado más carreras (3), pero luego ha desperdiciado muchas opciones con caídas y días malos. Lo mismo que Viñales.
Joan, en cambio, ha ido creciendo al mismo ritmo que Suzuki, la marca más modesta de las de MotoGP, pero que ha hecho un proyecto maravilloso y una moto que «se conduce sola». Es pura mantequilla y sus pilotos lo agradecen. Vienen de muy abajo los de Suzuki, que no esperaban estar donde están, pero ya nadie los va a poder parar. Tienen un pasado glorioso en la categoría de las motos grandes que suena a Barry Sheene, Kevin Schwantz y Kenny Roberts jr. Nombres míticos en la factoría de Hamamatsu, a los que ahora se va a unir Joan Mir sólo en su quinta temporada completa en el campeonato. Llegó en 2016 a Moto3 y un año después fue campeón del mundo.
Una temporada de transición en Moto2 y ya a MotoGP con Suzuki, que tenía que llenar el hueco dejado por Viñales, el primer ganador con la moto azul en su regreso a MotoGP.
Vienen de muy abajo y ya están arriba del todo con muchas dosis de modestia y de sencillez en su método de trabajo. Con Davide Brivio como gran cerebro del proyecto deportivo, han sabido aprovechar los pasos en falso de grandes marcas como Ducati o Yamaha, enredados en sus propios problemas. Lo confirmaba ayer Viñales, convencido de que el Mundial se ha terminado para él y reconociendo que, técnicamente, Suzuki está por delante. Pol Espargaró hablaba de los «cohetes azules» refiriéndose a estas Suzuki GSX-RR.
Subido en una de ellas va a ser Mir el próximo campeón del mundo si no media una catástrofe. «Saliendo a estar entre los cinco primeros ya sería nuestro el título... Es verdad que 37 puntos es una gran ventaja, pero hay que intentar hacer un buen fin de semana y si viene el título, genial», dice Joan, al que su padre quería hacer estrella del skate, pero él tenía otros planes.
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