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“¿Maradona? Ponlo otra vez papá”

Si no te volvías loco con el fútbol en los ochenta jamás entenderás lo que era Maradona

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Voy camino del colegio de mi hijo y me llega que ha muerto Diego Armando Maradona. Antes de «enterrarle» con todos los honores, ¿cómo se explica a un niño de siete años quién era «ese Maradona tan importante que no vas a poder jugar conmigo esta tarde»? Opto por enseñarle la mano de Dios y la narración de Víctor Hugo Morales del segundo gol a Inglaterra. Le explico que todo es en el mismo partido, además en un Mundial y encima el que pierda quedará eliminado. Bla-bla-bla. Me mira como diciendo «bueno, vale, ponlo». Primera reacción: «Vaya tramposo». Empezamos bien. Segunda reacción: «Es el diez. Pues no es tan bajito y no está gordito como me decías». Vamos mejorando. Tercera: «¡Hala!, pero ¿a cuántos regatea? Ponlo otra vez papá». Cuarta: «¡Si regatea a cinco o seis y también al portero! Ahora lo he visto bien. Pero ya iban ganando, ¿no? ¿Ya está?» Y se larga como si nada a seguir jugando con los clicks.

Como intento de acercamiento al mito no ha estado mal, pero si no eras un crío en los ochenta, no te volvías loco con el fútbol y no te dejabas el alma en aquellas colecciones que había que terminar como fuera, jamás entenderás lo que significó Maradona. Hubo una generación que se acercaba a la tele y veía a un futbolista al que los defensas cualquier día iban a matar y que hacía cosas que no habíamos visto hacer nunca a nadie. El pibe que descubrimos en los ochenta era el Maradona del pelo afro, era su bota pegada al balón Tango, era la camiseta Meyba del Barça, era el regate a Juan José, era la cornada de Goicoechea, era la cara desencajada celebrando un gol en Estados Unidos 94 como si fuera el principio del fin. 2020 es el año del coronavirus y el del adiós a Maradona. DEP un genio.