Opinión

El lunes estaré orgulloso y... feliz

El fútbol nos ha permitido este año evadirnos de la dura realidad que estamos viviendo

Jose Luís Martínez-Almeida, alcalde Madrid
Jose Luís Martínez-Almeida, alcalde Madrid©Gonzalo Pérez MataLa Razón

En Madrid disfrutamos, al menos dos veces al año, de un especial ritual que comienza en viernes y finaliza en lunes y que trasciende al hecho deportivo de un partido entre los principales equipos de fútbol de nuestra ciudad. Todo comienza cuando te despides de tus compañeros de trabajo, del camarero del bar donde tomas café, del frutero del mercado, entre recelosos chascarrillos, con tono desafiante no falto de cierto temor ante lo que pueda suceder.

El fin de semana uno desconecta, descansa y se prepara para ver el derbi, ya sea en compañía o en la soledad del que necesita concentrarse y aislarse, como si de un examen se tratara, para ver el partido. Y tras los goles y las jugadas controvertidas, finaliza el ritual el lunes, ese momento donde se rinden cuentas de los desafíos, se discuten las polémicas y al perdedor se le somete a un escarnio, a veces cruento, que puede durar días, incluso semanas.

Hoy no hay un derbi entre el Atlético y el Real Madrid, pero estamos inmersos en el ritual. Los dos equipos madrileños se juegan en dos partidos distintos, simultáneos, el resultado de diez meses de esfuerzo: nada menos que el título de Liga. Valladolid y Villarreal son dos dignos invitados a un espectáculo, que trasciende las fronteras de España, y que supone un reconocimiento al buen trabajo realizado por los dos equipos en una temporada complicada, con los estadios aun vacíos por la terrible pandemia que estamos viviendo.

Quizá por estar en un contexto económico y social tan duro, sea a la vez tan necesario para una ciudad como Madrid tardes de fútbol como ésta. El fútbol es lo más importante de las cosas menos importantes de la vida. Y durante este año nos ha permitido evadirnos de la dura realidad que estamos viviendo.

El lunes regresaremos a nuestros quehaceres diarios, a los bares, a los mercados para terminar el ritual. Volveremos a mirarnos a los ojos. Será el momento de rendir cuentas, comentar, reír y rabiar. Algunos iremos con la cabeza alta y otros esquivarán la mirada. Y no malinterpreten ese «iremos» como una impensable falta de neutralidad institucional. Una de las ventajas de ser alcalde de Madrid es que el lunes, pase lo que pase, estaré orgulloso del campeón de la ciudad de Madrid. Orgullo y si Dios quiere, espero, feliz.