Histórico

Kipchoge bate su récord del mundo de maratón y está más cerca de bajar de las dos horas

Se impuso en Berlín parando el reloj en 2h01:09, treinta segundos mejor que su anterior registro

Eliud Kipchoge, tras batir el récord del mundo de maratón en Berlín
Eliud Kipchoge, tras batir el récord del mundo de maratón en BerlínFILIP SINGERAgencia EFE

Durante los últimos tiempos, una de las grandes preguntas del mundo del atletismo; bueno, del mundo del deporte en realidad, de conocer los límites que tiene el ser humano, es saber si se puede correr una maratón, los míticos 42 kilómetros y 195 metros, por debajo de dos horas. Eliud Kipchoge tiene la respuesta: “Sí”. Ya lo hizo en Viena en 2019, con muchas liebres, coches que marcaban el paso... Fue una proeza, pero no homologado por las condiciones en las que se produjo. Y en el maratón de Berlín, este sí oficial, por un momento parecía que lo iba a repetir para que nadie tuviera ya dudas. Se quedó cerca y demostró que su respuesta es la correcta: “Sí, se puede bajar de dos horas”. El keniano paró el cronómetro en 2h01:09, pegando un bocado de 30 segundos al récord del mundo que él mismo tenía desde 2018, logrado en la misma ciudad. La gran proeza está más cerca.

“Soy humano”, dice Kipchoge. Por eso sus hazañas dejan a todo el mundo con la boca abierta. No ha bajado de un platillo volante de algún sitio lejano, se entrena en Kaptagat, en Kenia, a 2.500 metros sobre el nivel del mar, más de 150 kilómetros semanales persiguiendo las matatu, como se llama en suajili las furgonetas, en las que va su entrenador, Patrick Sang, para darle el avituallamiento y marcarle el ritmo. Fue Sang el primero que le abrazó en la capital de Alemania después de su histórica carrera. Eliud había anunciado que esta vez no estaba para bajar de dos horas, pero que se puede hacer. Jugó, en realidad, un poco al despiste porque durante gran parte de la prueba estuvo en tiempos de conseguir lo que hace no tanto parecía imposible. Con las liebres a su alrededor marcando el pasó, pasó la media maratón y a todos los aficionados se les aceleró el corazón casi más que a él porque el atleta keniano estaba en tiempo de conseguirlo. A los 25 kilómetros se quedó solo, ya nadie podía aguantar esa cadencia, dependía de sus fuerzas y no es que le fallaran, sólo pasó de un ritmo imposible a uno supersónico. La zancada perfecta, sus poco más de 50 kilos avanzando, apenas se ven zapatillas, naranjas y amarillo fluorescente, empujadas por unas piernas tan delgadas como poderosas.

Sonríe Kipchoge a falta de 10 kilómetros, lo que quiere decir que lo está pasando mal. Así es él y su filosofía, esa que tanto lee. “Tengo un objetivo con el dolor. Intento controlar mi cerebro y decirme: ‘Escucha, donde aumenta el dolor, ahí es donde está el éxito’”, explicó en una entrevista en The Sydney Morning Herald. La Puerta de Brandeburgo ya estaba ahí delante, el final del camino y el registro marcado le llena de satisfacción. Sonríe de nuevo, pero esta vez es diferente, no porque duela, sino de pura satisfacción.