Fútbol
Los chillidos en el vestuario de Sergio Ramos que retumbaron en el Sánchez-Pizjuán
Mendilibar valora especialmente del central su conexión con los jugadores jóvenes
«He sentido una emoción muy grande, como me pasó el otro día. Muy ilusionante reencontrarme con mi gente, mi casa, mi afición... es único. No se puede describir con palabras». En el vestuario, Sergio Ramos se soltaba más. «Bien, gente, bien. Tres puntos de puta madre. Ahora vamos a por más», chillaba tras felicitar al goleador, el también debutante Lukebakio, estrechar las manos del presidente Castro y del vicepresidente Del Nido Carrasco y abrazar a su amigo del alma, Jesús Navas, con quien hace veinte años compartía vestuario en el filial sevillista y hace trece ganaba un Mundial en Johannesburgo.
No es la parábola evangélica del hijo pródigo, pero el relato del regreso de Sergio Ramos al Sánchez-Pizjuán, enfundado en la camiseta del Sevilla, dieciocho años después de su traspaso y tras una tempestuosa relación, podría asemejársele. Habían pasado 6.594 días desde que la última comparecencia como sevillista del camero, otra victoria mínima contra el Racing de Santander en la jornada inaugural de la Liga 2005/06, veinticuatro horas antes de su marcha al Madrid. Han sido muchas visitas como (odiado) rival y muchas imprecaciones las que ha escuchado en este tiempo. Anteayer, tras celebrar la victoria frente a la grada que tantas veces le silbó, afloró el sentimiento sevillista suyo y de toda su familia: «Ya me puedo morir tranquilo».
La afición recibió a su viejo/nuevo ídolo encantada. Al anunciarse las alineaciones y aparecer su nombre en el vídeo-marcador, la hinchada prorrumpió en una ovación mientras la grada de los ultras, entre renuentes y escépticos, guardó silencio. Desplegaron los Biris una pancarta con la efigie del delantero gambiano que les presta el nombre desde su fundación, Alhaji Momodo Njie, alias Biri-Biri, fallecido durante la pandemia y de cuyo debut en el Sevilla se cumple estos días el cincuentenario. «Historia, valores y tradición», rezaba el tifo. La labor de exégesis sería demasiado ardua para saber si la proclama encerraba o no un mensaje cifrado.
El partido de Ramos fue aseado y contribuyó a que, al quinto intento, el Sevilla dejase su puerta a cero por primera vez en lo que va de temporada. Contribuyó a la gesta la mala puntería de Las Palmas, desde luego, pero en el haber del camero quedará su salvamento bajo palos a remate de Sory Kaba. En el descuento, sin embargo, el experto zaguero no se sustrajo de los nervios que atenazaban a los sevillistas y entregó el balón que pudo suponer el empate.
Mendilibar, que no regala elogios, analizó su actuación de manera un tanto quisquillosa para tratarse de un futbolista que no ha competido en cuatro meses, durante los que ni siquiera ha entrenado en grupo. «Nos va a dar poso, pero también se tiene que hacer a nuestro juego. Ha jugado en clubes que han dominado siempre, ahora está en un equipo en el que no somos tan dominadores y tiene que cambiar el chip». El técnico sí valora la capacidad de la leyenda para «hablar con la gente joven» y así lo hizo durante todo el encuentro con Badé, al que ya ha adoptado como su socio. El fornido Sory Kaba le hizo una brecha en la nariz al joven central francés en un salto y el veterano no sólo terció ante el árbitro, sino que aprovechaba cada parón para comerle la oreja al fogoso rival.
En el estreno de la Champions, se emitirá el segundo capítulo de la serie «El retorno de Sergio Ramos». Es su competición favorita y el rival es el Lens, subcampeón de la Ligue 1 que él ganó la pasada temporada con el PSG y contra el que perdió (3-1) el día de Año Nuevo.
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