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Tour

Vingegaard está loco

El danés gana virtualmente el Tour en una contrarreloj donde arriesgó más de la cuenta e incluso tuvo un susto en una curva

Vingegaard, en pleno esfuerzo en la contrarreloj en la que ha confirmado su triunfo en el Tour YOAN VALATEFE

A diferencia de Pogacar, ofensivo hasta el punto de rozar la inconsciencia, Vingegaard había dado durante todo el Tour la imagen de un corredor mucho más racional y frío. No hay que olvidar que, el día que el danés dio el zarpazo al Tour, Pogacar se pasó medio Galibier atacando en una clara situación de inferioridad táctica, con Roglic y el propio Vingegaard pegados a su rueda. Hasta que terminaron doblegando un rato después al todavía vigente campeón del Tour. Que dejará de serlo en unas horas.

Pues después de casi tres semanas, al danés se le ocurrió este sábado poner el maillot amarillo de líder en juego en la contrarreloj final. Justo cuando tenía la oportunidad de conservar y simplemente disfrutar de un ‘paseo’ de 40,7 kilómetros en solitario luciendo el amarillo, decidió salir a por todas y tomar riesgos en todas las curvas que se fue encontrando.

Tanto, que en el primer paso de control intermedio marcaba el mejor tiempo, por delante del propio Pogacar y de su compañero Van Aert, que llevaba con el crono de referencia más de una hora. No sólo eso. Vingegaard llegó a sacarle más de 20 segundos a su coequipier belga, y siguió tensando la cuerda durante toda la etapa.

Tanto que, antes de los dos repechos que desembocaban ya en la línea de meta, se fue a la cuneta en una curva. Quiso ‘limarla’ tanto que, cuando se dio cuenta, estaba levantando tierra y polvo con la rueda delantera. Vingegaard pudo controlar el extraño que le hizo la bicicleta y volver a la marcha sin caerse. Pero, ahí sí, levantó el pie. Hizo los dos repechos finales mucho más tranquilo y pasó de sacarle 12 segundos a Van Aert en el penúltimo control a perder 19 en meta. Medio minuto perdido en poco más de cuatro kilómetros.

Al entrar en meta y certificar su primer Tour, en el que además se ha llevado dos etapas y la Montaña, el líder se fue directamente en busca de su mujer y su hijo, a los que durante casi dos semanas ha llamado a diario mientras hacía rodillo para agilizar la recuperación después de cada etapa. Esta vez estaban allí presentes. Y, camino a los 26 años, Jonas Vingegaard ha certificado su primer Tour rematando a la perfección el enorme trabajo de su equipo. Ha sido el más fuerte y, por piernas, podría haber terminado la carrera con otra victoria en esta contrarreloj.

Una crono que, por cierto, también fue otro guiño a los viejos tiempos. No hizo falta meter 60 kilómetros, como aquellos años en los que Indurain arrasaba con la carrera en postura aerodinámica. Valió con una de poco más de 40 en el penúltimo día para que se abrieran enormes diferencias entre los hombres fuertes de la general. Nairo Quintana, por ejemplo, se dejó cuatro minutos. Gaudu y Bardet, más de tres. Vlasov estuvo un poco mejor, y a Meintjes le cayeron otros seis minutos.

Una prueba más de que la contrarreloj puede hacer tantas diferencias o más que la montaña. Es cierto que en este Tour hemos visto llegar de uno en uno a todos los candidatos al amarillo, pero también es un hecho que la reducción cada vez más de esta disciplina ha ido en detrimento de una carrera más abierta, favoreciendo el bloqueo de las etapas de montaña por parte de los equipos más potentes. Afortunadamente, esta edición parece haber dado muestras más que suficientes de que aquello ya pasó.

Tampoco podemos decir que la era Pogacar haya terminado todavía. El esloveno ha doblado la rodilla esta vez, pero no va a dejarse vencer tan fácilmente en lo sucesivo. En el seno del UAE la opinión es firme y unánime. Más allá de problemas puntuales como el Covid, que obligó a retirar a parte del equipo, en el ambiente del equipo se respira que Pogacar ha perdido dignamente e intentando todo lo que ha tenido en su mano, pero se ha dado de frente con un rival superior.

Para la tarde de este domingo queda el siempre codiciado sprint en los Campos Elíseos, previo paseo con brindis, fotos para el recuerdo y toda esa liturgia, a veces criticada por quienes dicen que el último día de competición queda adulterado en el Tour. En cualquier caso, la carrera ya tiene nuevo patrón. Un ciclista completo, sólido y con la cabeza fría, aunque ayer demostró que es humano y que, como a cualquiera, a veces le puede la pasión.

Van Aert, el rodador omnipresente

Campeón del mundo de ciclocross y, si no pasa nada hoy, maillot verde del Tour y ganador de tres etapas. Van Aert ha demostrado, una vez más, ser un auténtico ‘killer’ y uno de los nombres propios de la carrera en esta edición. El belga ha estado prácticamente en todas partes a lo largo de estas tres semanas. Ha ganado al sprint, ha ganado la contrarreloj larga, salvó a su equipo en los adoquines, se ha metido nada menos que en cinco fugas importantes, estuvo pendiente de sus líderes e incluso le hizo el lanzamiento final a Vingegaard para que terminase ganando en solitario en Hautacam. Toda una exhibición por parte de uno de los ciclistas más versátiles del pelotón. El hombre que cualquier jefe de filas querría tener a su lado.

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