Vuelta a España
Evenepoel, cuando y como quiere
Esperó a los últimos metros para ganar en el Piornal. Sólo Mas le resiste, pero el belga es el más fuerte
Robert Gesink se imaginaba ya levantando los brazos en la meta del Piornal. Cruzó la pancarta del último kilómetro en cabeza. Era el último superviviente de una escapada masiva, que hacía que casi se confundiera el grupo de delante con el pelotón. Pero sólo él sobrevivía ante las dentelladas de los favoritos. Confiaba en que el control entre los primeros de la general le permitiera levantar los brazos en la llegada.
Sin el líder de su equipo, Primoz Roglic, estaba liberado para buscar su aventura. Y el esloveno, además, parecía el único capaz de mover la carrera entre los favoritos. Los ataques no se sostenían durante muchos metros porque a ninguno le sobraban las fuerzas para dejar colgados a los demás.
Y Gesink alimentaba su sueño. Ya había sido el primer líder de la carrera, pero lo fue después de la contrarreloj por equipos en Utrecht. Un homenaje de su equipo, que le dejaba vestir de rojo en la salida de la carrera en su país. Pero él quería celebrar una victoria de verdad, una conseguida sólo gracias a sus piernas y a su fe. Como la que consiguió hace seis años en el Aubisque. Tiene ya 36 años el neerlandés y, aunque ha renovado para el año que viene, no parece que le queden demasiadas oportunidades de ganar etapas en una carrera de tres semanas. Su equipo, el Jumbo Visma, siempre lucha por ganar y pocas veces los gregarios pueden disfrutar de un premio para ellos solos.
Los ataques de los favoritos recortaban segundos, pero cada vez que se reagrupaban el reloj se paraba. Y Gesink se imaginaba volviendo a ganar una etapa en la Vuelta. Hasta que Evenepoel decidió que ya era bastante.
Sin Roglic, el líder vive más relajado. Cansado de responder a los ataques de Enric Mas lanzó un ataque al que sólo pudo contestar el español. Son los dos más fuertes de la carrera, sin duda. Y en ese orden: primero el belga, después Enric. Así entraron en la meta. Gesink, reventado, sólo pudo ser el tercero de los tres.
«Quiero pedir perdón a Gesink. Si llego a saber…», bromeaba Enric Mas después de la etapa. Pero Enric sólo hacía lo necesario para intentar ganar la Vuelta. Es necesario probar al líder para encontrar sus debilidades. Aunque de momento sea casi imposible encontrarlas. Sólo Roglic supo encontrarlas. Le hizo perder tiempo en tres etapas consecutivas, hasta que tuvo que abandonar.
Lo que sí ha conseguido Mas es demostrar que la Vuelta es cosa de dos. Es el único capaz de resistir junto a Evenepoel, aunque no pueda dejarlo atrás. El balear corre contra el belga y con el peso en la espalda de los puntos que necesita Movistar para evitar el descenso de categoría.
«En el equipo estamos pasando unos momentos complicados por el tema de los puntos», reconoce. Pero no pierde la esperanza. «Hasta el domingo, puede pasar de todo», advierte. Y Evenepoel no se olvida de Enric. «Vi a Mas muy fuerte. Creo que está muy bien para la clasificación general. Por eso creo que la Vuelta no ha acabado», asegura. Sin Roglic, el español es el gran rival del líder de la carrera y eso hace más sencillo su trabajo. «Es mucho más sencillo seguir a un aspirante a la clasificación general que seguir a dos», reconoce. La marcha de Roglic hace que el belga viva más despreocupado, aunque cuesta verlo con un gesto de tensión en carrera. Corre tranquilo y confiado en sus fuerzas. Y sólo admite que la pérdida de tiempo en las tres últimas etapas de Roglic en carrera se deba a las secuelas de la caída que sufrió camino de Peñas Blancas.
Mas contaba con las «alianzas» de los que están detrás de él. Con la necesidad de Miguel Ángel López y de Carlos Rodríguez por acercarse al podio y con la ambición de Ayuso por mejorar su posición en la general. Pero Ayuso y Supermán no tenían las piernas tan fuertes como en días anteriores.
Y Carlos Rodríguez bastante tuvo con acabar la etapa. Sufrió una durísima caída cuando faltaban todavía más de 150 kilómetros para el final. Tuvo «suerte» y no tiene ninguna fractura, aunque su maillot y su sufrimiento en la subida hablaban de un castigo doloroso. Jay Vine, el hasta ahora líder de la montaña, tuvo que marcharse a casa después de ser víctima de la misma caída.
Carlos tuvo la ayuda de su compañero Richard Carapaz para completar los últimos kilómetros. Incluso lo remolcó una vez cruzada la meta para llegar a la posición de los auxiliares del equipo. El ecuatoriano empujaba a su compañero, al que no le quedaba un gramo de fuerza más.
Su aspecto recordaba al de Primoz Roglic después de estamparse contra el suelo en Tomares. Fantasmas que vuelven al ver su maillot desgarrado y la sangre coloreando la piel del ciclista granadino.
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