Vuelta a España
Evenepoel se redime con una victoria épica en la Vuelta a España
El belga se emociona al cruzar la meta y responde a la decepción del Tourmalet con un triunfo espectacular. Los favoritos no se pelean
Lágrimas de campeón lloraba Remco Evenepoel en la meta de Belagua. Lágrimas por lo perdido y por lo recuperado con la victoria de etapa. Perdió la Vuelta el viernes camino del Tourmalet. Una tragedia de 27 minutos que lo alejó de su objetivo de repetir el triunfo del año pasado.
Lloraba por la Vuelta perdida y por el orgullo recuperado. Orgullo de campeón que le llevó a atacar desde el primer momento de la etapa. Su ambición ayudó a formar la fuga pasados los primeros 30 kilómetros de carrera. Se le fueron sumando corredores hasta formar un grupo de 24, pero acabó haciendo camino junto a Romain Bardet. Ellos dos solos se marcharon con la victoria de etapa en la cabeza. «Él ponía el ritmo en las subidas y yo lo ponía en el llano», explicaba después Remco. Pero la realidad es que pocos relevos admitía el belga, que se impuso la etapa como una penitencia para purgar sus pecados.
Ya en la salida admitía que para él era una situación diferente, una manera nueva de correr a la que no está acostumbrado. La situación le obligaba a convertirse en un cazador de etapas. Y ya ha conseguido la segunda.
Y lo hizo después de una noche complicada. «Ayer fue un día muy difícil para mí, incluso en el hotel. Tenía pensamientos negativos y fue una noche horrible. No pude dormir de la decepción, dormía una hora y me despertaba y así todo el rato. Además, esta mañana tuve control antidopaje temprano. Otro bonito regalo», explicaba.
El belga consiguió dormir algo en el autobús del equipo de camino a la salida. «Una siesta reparadora», dice. Cuando comenzó la etapa ya había superado los pensamientos negativos que le llevaron a contemplar incluso la retirada. Pero fue su mujer la que lo convenció de continuar en carrera. «Los campeones siempre responden», le dijo. Y esas palabras le llevaron a a darlo todo desde el comienzo en una etapa de reminiscencias épicas, con dos puertos de categoría especial, el de Houcere y el de Larrau, uno de tercera y uno de primera para terminar, Belagua.
El lado francés de la subida a Belagua es la Pierre de St. Martin, donde Chris Froome lanzó el ataque que le valió para ganar el Tour de 2015. Por ese lado campaban las vacas a lo suyo mientras los ciclistas trataban de llegar a la cima por la otra vertiente. En Larrau dijo adiós al Tour del 96 Miguel Indurain. Se había descolgado ya el día anterior en Hautacam. Pero al día siguiente, en la etapa prevista para su homenaje, con final en Pamplona, se derrumbó al paso por Larrau. Al paso por ese puerto se movió Ayuso, que intentó marcharse en dos ocasiones. Sin mucho éxito.
El dominio del Jumbo en la clasificación general hace que la carrera se convierta en una especie de caos sin nadie que controle. El equipo del líder sólo se preocupa de los ataques de sus rivales más directos y a los demás los deja hacer. Cuando llegan los momentos más duros y sólo se quedan los mejores no hay nadie que marque el ritmo. Son los momentos en los que a Sepp Kuss le tocaba tomar la iniciativa, pero ahora lleva el maillot rojo de líder y les toca a otros. Pero ni Vingegaard ni Roglic trabajan para él y los demás equipos eluden la responsabilidad.
Los favoritos no se menearon y dejaron hacer a Evenepoel, que llegó con Bardet hasta la pancarta de cuatro kilómetros para meta. Ni un metro más pudo seguirlo el francés. Evenepoel miró para atrás y vio que su compañero de fuga se quedaba sin necesidad de atacar. Cruzó la meta y se echó a llorar.
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