Opinión

La final de Copa reconcilia el mundo del fútbol

Que en Bilbao saquen la gabarra es algo que cualquier aficionado debería celebrar

Valverde saluda a los aficionados del Athletic a su llegada a Bilbao
Valverde saluda a los aficionados del Athletic a su llegada a BilbaoJavier ZorrillaAgencia EFE

En un momento en el que el fútbol español está en el punto de mira por la contaminación que corroe sus estamentos, sin un presidente que sentar al lado de Felipe VI, en un estadio bajo sospecha por la corrupción, con la crispación política en máximos, con Madrid y Barca queriendo apostar por la Superliga... la final de la Copa del Rey reconcilia al aficionado con este deporte. Dos equipos que no estaban entre los favoritos y cuyos entrenadores han sacado un rendimiento exquisito a sus plantillas, nos deleitaron con una final emocionante, con momentos para ambos y decidida en una tanda de penaltis de infarto. Cierto es que de gente dispuesta a empañar una fiesta así, no se escapa nadie, y las bestias que prefieren darse de bofetadas antes que disfrutar del fútbol también comparecieron. Eso y el habitual bochorno que produce la incapacidad de las aficiones de Athletic y Barcelona de respetar el himno de todos, es tan cansino como repetitivo.

Además de ambos entrenadores, el partido tuvo un nombre propio y fue el de Nico Williams. El chaval de 21 añitos se echó un equipo histórico a la espalda, demostró saber manejar la presión y que tiene un camino muy amplio que recorrer por delante. Sería tan buena noticia que el Athletic consiguiera mantenerle en la plantilla ante las ofertas que seguro llegaran por la joven estrella, como lo ha sido que los bilbaínos levantasen su primer gran título en los últimos 40 años.

En un mundo en el que el futuro está abocado a ser dominado por los más poderosos, el Athletic se ha mantenido fiel a sus principios, compite con unas normas distintas a las de los demás y consigue que su limitado mercado no le impida situarse con los mejores del mundo. ¡Chapeau! La victoria de un equipo así es una bocanada de aire fresco, un atisbo de esperanza que demuestra que no siempre gana la pasta. Que en Bilbao saquen la gabarra es algo que cualquier aficionado al fútbol debería celebrar.