I Guerra Mundial
La batalla de Somme: el partido de fútbol más sangriento de la historia
El capitán Nevill imaginó el campo de batalla como uno de fútbol: Balones, contrataques y hasta un cartel en el que se podía leer: “Sin árbitro”
En la mañana del 1 de julio de 1916, en el apogeo de la I Guerra Mundial, se va a vivir de las más sangrientas luchas de la historia y, aunque parezca increíble, en aquella Gran Guerra también hubo fútbol. Y no solo por el famoso “Milagro de Navidad” - cuando combatientes de diferentes países detuvieron durante unas horas la Guerra para jugar juntos a fútbol- sino por la cruenta batalla del Somme, planificada como si de una final de Champions se tratara.
Los británicos necesitan aliviar la presión germana sobre Verdún y, para ello, el general Douglas Haig pergeña un plan de ataque demoledor. Primero ordena a sus zapadores que coloquen diez minas bajo las trincheras enemigas y luego, tras la detonación, manda que las veinte divisiones de infantería a sus órdenes salgan en oleadas para rematar a los que sobrevivieran al infierno explosivo.
Las pesadas bombas estallan y los silbatos de los oficiales comienzan a enviar a jóvenes ingleses, galeses, escoceses, irlandeses y franceses a la muerte.
El capitán Neville solo tenía un manual: el fútbol
Uno de esos oficiales -21 años tenía en ese 1916- era Wilfred Percy Nevill, conocido como Billie. Un londinense que amaba el deporte y que en el colegio había practicado rugby, cricket y hockey. Tras un breve periodo de adiestramiento en Surrey, fue promocionado a capitán del East Surrey Regiment. Ante el horror que se avecinaba, Nevill sólo encontró un manual de instrucciones: el fútbol.
Fue el cerebro de la famosa “Carga de Fútbol” durante el primer día de la Batalla del Somme. A los soldados capitaneados por Nevill les había tocado tomar una colina en la localidad de Montauban. El capitán había comprado cuatro balones de fútbol. Uno para uno de los pelotones. Y, confiado en la palabra de los artilleros y de sus superiores de que tras el bombardeo no podría quedar ningún alma en las trincheras de sus odiados boches, Billie decidió jalear a los suyos ordenando su ataque como quien inicia un partido de fútbol. Habría un premio para quien marcara un gol en la trinchera rival.
“La Gran Final de la Copa Europea”
Horas antes del inicio del combate, Nevill reveló el plan a sus hombres: repartiría los balones entre sus cuatro pelotones y cada uno tendría la misión de llevarlo hasta campo enemigo hasta marcar un hipotético gol en Montauban. “La Gran Final de la Copa Europea: East Surrey contra los Bávaros”, escribió el capitán en uno de ellos. En otra el mensaje era “sin árbitros”. A las 7.27 de la mañana del 1 de julio de 1916, Wilfred Nevill salió de su trinchera y dio la señal para iniciar el avance pateando la pelota en dirección a las alambradas alemanas.
Llegó hasta tierra de nadie con una granada en la mano y cuando se puso a tiro de los rifles enemigos fue alcanzado por un disparo en la cabeza muriendo en el acto. Bobby Soames, otro de los encargados de golpear uno de los balones, tampoco sobrevivió. Murió el capitán, pero sus soldados consiguieron llevar la pelota hasta la portería alemana. Todos los objetivos que se habían propuesto en el sector en el que combatió el Regimiento de East Surrey fueron tomados e incluso se avanzó más de lo previsto al sur del río Somme.
En los informes del batallón de aquel 1 de julio se podía leer: “A las 7:27am la compañía “B” comenzó a moverse fuera de sus alambradas. El capitán Neville se movía con calma por delante de sus hombres dando órdenes ocasionalmente para mantener la formación dentro de la línea de avance. Esta compañía llevó cuatro balones con ellos y fueron vistos regateando [con los balones] entre el humo de nuestro intenso bombardeo sobre las líneas de los Hunos.”
El tributo al balón
De esta hazaña hay pruebas que se conservan a día de hoy ya que los soldados supervivientes se afanaron en buscar los balones y lo consiguieron, aunque solo dos de ellos. Días más se rindió tributo a los hombres de la Compañía B y los dos balones fueron conservados como 2 reliquias del Regimiento.
Uno de esos balones se conserva en el museo del Regimiento de Surrey y el otro en el Castillo de Dover, en el Museo Real de la Princesa de Gales. El daily Mail dedicaría el siguiente poema al batallón del capitán Neville: “Conducen el balón, para ellos el miedo a la muerte es una expresión vacía. Fieles a la tierra que los parió los de East Surrey, jugaron el partido”.
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