Fútbol

El vendedor de pescado que triunfa en el Valencia

La goleada al Getafe ilusiona al valencianismo

Los jugadores del Valencia celebran uno de los goles al Getafe
Los jugadores del Valencia celebran uno de los goles al GetafeJC Cardenas Juan Carlos CárdenasAgencia EFE

La llegada de Gattuso al Valencia dejaba ciertas dudas en verano. La concepción que había respecto a su figura era la que le definía como un jugador totalmente diferente al fútbol de salón que los aficionados quieren ver. Una filosofía que no parecía ilusionar demasiado en Mestalla. Bajo este prejuicio y tras la polémica destitución de Bordalás, el italiano aterrizó en España siendo analizado bajo lupa. Pero durante las ruedas de prensa y las primeras sensaciones de la pretemporada, Gattuso se fue ganando la confianza de los suyos. Un buen trato de balón,presión intensa en campo propio y jugar desde atrás son algunas de las claves de su manera de entender el fútbol. Dentro de este esquema táctico da mucha importancia a la fase ofensiva con dos extremos muy abiertos y buscando generar espacios mediante la triangulación. Ha demostrado que, aunque mayoritariamente apuesta por un 4-3-3, también se amolda a otros dibujos como un 4-4-2 o incluso un 4-2-3-1.

La victoria ante el Girona (1-0) y las derrotas ante Athletic (1-0) y Atlético (0-1) fueron un inicio difícil respecto a resultados, pero la afición coincidía en que era un equipo trabajado. La goleada del pasado domingo al Getafe (5-1) ratificó que el valencianismo se ilusiona con su nuevo entrenador. De hecho, fue ovacionado en varias ocasiones en una escena poco habitual en Mestalla con sus últimos técnicos.

El ambiente que se respira en la capital del Turia es diferente al de otras temporadas. Gattuso se está ganando tanto a la plantilla como a su hinchada con varios gestos que pocas veces hemos visto en el mundo del fútbol. Según informó la Copa, el entrenador dejó huella cuando entró al vestuario el primer día y pronunció un discurso que motivó a los futbolistas: “Cuando las cosas vayan mal, será culpa mía y cuando las cosas vayan bien, será por vosotros. Cada día que ganéis nos iremos de cena y la pagaré yo”. Una estrategia de unión que al mismo tiempo resta presión a los futbolistas en caso de que pierdan un partido.

El italiano también sacó una sonrisa a los aficionados al valorar a Toni Lato: “Cuando se entrena tiene una carga de 20% o 25% más que el resto. No sabe controlarse. Siempre va a full. Ha escuchado al staff médico, al técnico... Hoy para él es importante que le expliquemos todo. La importancia de la carga y lo que hacemos cada semana. Es un chaval increíble y con humildad. Mi hija es muy joven, tiene 18 años y pienso que él sería su hombre ideal”.

Una filosofía basada en una infancia difícil

Para entender este método de día a día tan peculiar hay que matizar que Gennaro nació en Corigliano Calabro (Italia) en el seno de una familia muy humilde. Su padre Franco (reparador de barcos de pesca) ganaba 500 euros mensuales con los que intentaban vivir toda la familia. Siempre ha manifestado que los jugadores y los técnicos cobran demasiado y que en un mes ha ganado más dinero que su padre en toda su vida. Desde niño empezó a vender piezas de pescado que le regalaban los pescadores de su pueblo (Schiavone). Uno de los temas más comunes para relacionarse con los clientes era hablar de fútbol lo que le abrió las puertas para llegar al Perugia y que le pagasen los gastos. El momento clave de su madurez fue el decidir abandonar Italia con 17 años para fichar por el Glasgow Rangers.

Su manera de afrontar las situaciones quedó marcada por esa infancia complicada que le hizo ir superando obstáculos de una manera distinta. Una de sus mayores adversidades fue el drama de ver doble, tal y como él mismo confesó tras sufrir una miastenia ocular a finales de 2020 cuando era entrenador del Nápoles: “Veo doble, es difícil estar de pie, sólo un loco como yo puede conseguirlo”. Este problema propició que meditase alejarse del fútbol, pero este pensamiento se diluyó muy pronto. Una de las soluciones era que llevase puesto un parche y, al más puro estilo pirata, llamaba la atención de todos.

Desde los banquillos también fue llamativa su evolución. Su inicio como técnico en el Sion de la liga suiza fue el pistoletazo de salida (2012-13) para recalar en otros equipos de más importancia: Palermo en la Serie B (2013-14), OFI Creta griego (2014-15), un ascenso a Serie B con Pisa (2015-17), Milan Primavera (2017) y en noviembre de ese mismo año le llegó la oportunidad de hacerse cargo del primer equipo durante dos temporadas, aunque sin conseguir el objetivo de clasificarse para la Champions League. Su segunda experiencia la primera división italiana fue con el Napoli, donde llegó a finales de 2019 y logró una Copa. Pero se le volvió a resistir el clasificarse para Champions lo que le costó el despido. Esa “espinita” pendiente es la que puede quitarse en Mestalla.