Obituario

Adiós a Amancio, genio del regate e inventor de la «Quinta del Buitre»

Amancio fue un futbolista prodigioso, pero también un entrenador fugaz que dejó huella con su herencia en el primer equipo

«Te quiero mucho. Te debo todo. Solo otra persona ha creído tanto en mi como tú: Mi padre. Por eso os lloraré siempre. Gracias infinitas y eternas». Así ha despedido Míchel en sus redes sociales a Amancio Amaro, el presidente de honor del Real Madrid, fallecido en la madrugada del martes a los 83 años. El «Brujo», como le conocían en su época de futbolista por su facilidad para el regate y el desequilibrio en el uno contra uno.

Porque Amancio fue, sobre todo, un artista, un genio del regate de esos que ya no se estilan porque ya no se aprende en la calle, y una de las banderas del Madrid ye-yé, aquel que ganó la Copa de Europa del 66 contra el Partizán, lleno de chavales de la cantera que supieron rellenar con grandes éxitos la transición después de la marcha de Di Stéfano, Puskas y todos los demás excepto Gento.

Amancio fue un extremo de esos que enfadan a los defensas porque no saben cómo pararlos. Y eso le costó lesiones, como aquella que le provocó el defensa del Granada Fernández en los cuartos de final de la Copa de 1974. La entrada con los tacos le dejó un costurón de 150 puntos y la sensación de que el mejor Amancio, con 34 años, ya había quedado atrás.

Para entonces ya había sido campeón de Europa con la selección y con el Real Madrid. En 1964, cuando ganó la Eurocopa en el Bernabéu contra Rusia, fue elegido Balón de Bronce. Dos años antes había sido «Pichichi» de Segunda con el Deportivo, trofeo que ganaría dos veces más en Primera División con el Real Madrid.

Amancio regresó en los últimos años ya como embajador del club y en la última etapa como presidente de honor, después del fallecimiento de Gento. «Es un orgullo para mí ocupar este cargo, porque por encima de los nombres siempre estuvo el equipo y ésa es la grandeza del Real Madrid», dijo el día que lo presentaron como presidente de honor.

Antes, en los 80, había vivido una segunda etapa como empleado del Real Madrid. Una mucho más fugaz, pero muy provechosa por el legado que dejó en el club. Como jugador perteneció durante 14 años a la entidad y se fue con 104 títulos y 224 goles en 579 partidos. Su paso como entrenador fue mucho más breve. Sólo estuvo dos años como entrenador del Castilla y uno más, que no llegó a completar, en el primer equipo.

Por el camino quedaron hazañas como la de ser campeón de Liga de Segunda, el único filial que lo ha conseguido, y descubrir a la Quinta del Buitre. Butragueño, Sanchis, Martín Vázquez, Míchel y Pardeza comenzaron con él aquella gloriosa temporada en Segunda, pero lo abandonaron pronto porque Di Stéfano reclamó a la mayoría para el primer equipo. Butragueño marcó 21 goles en 21 partidos antes de su debut en Cádiz con el primer equipo. Sanchis sólo jugó diez partidos con el Castilla y Martín Vázquez, catorce. Ellos fueron los primeros en debutar con el Real Madrid. Pardeza sólo aguantó quince partidos con el filial. El único que continuó hasta el final de temporada en el Castilla fue Míchel. Era el capitán de aquel Castilla que ganó 4-1 al Betis y 61- al Atlético Madrileño, por ejemplo, para ser campeón.

Di Stéfano no ganó ningún título en sus dos temporadas como entrenador y el sustituto debía ser Amancio. El relevo llegaba en el banquillo con la misma naturalidad que sobre el césped.

Pero Amancio no llegó al final de la temporada en el banquillo. Lo despidieron después de perder en Milán contra el Inter en la ida de las semifinales de la Copa de la UEFA. Molowny cogió el equipo para la vuelta y ganó la final al Videoton.

Míchel ganó aquella UEFA porque Amancio lo rescató para el primer equipo. Sin él, hubiera acabado fuera del Real Madrid en aquel verano del 84. Un motivo más para llorarlo.