Opinión

¿Y ahora con quién vamos?

La devoción por el fútbol está en peligro de extinción si uno pierde el tiempo en las redes sociales y con los ruidosos de siempre

Kylian Mbappé, en el partido ante Marruecos
Kylian Mbappé, en el partido ante MarruecosPetr David JosekAgencia AP

Salvo en aquellos maravillosos años en que unos tipos dirigidos por Don Luis Aragonés y por Don Vicente del Bosque se dedicaron a ganarlo todo siempre nos hemos preguntado después de la segunda semana de Mundial o, como máximo, en el comienzo de la tercera ¿y ahora con quién vamos? Era una pregunta trascendental, aunque pasara lo que pasara te ibas a ver los dieciséis últimos partidos del torneo sí o sí. Faltaría más. Lo que tengo claro que no nos movía, y pongo como fecha límite el Mundial de Sudáfrica, era la camiseta que vestían las estrellas de turno cuando no estaban con su selección.

Esa devoción por el fútbol está en peligro de extinción si uno pierde el tiempo en las redes sociales y con los ruidosos de siempre. El desastre en los octavos ante Marruecos no ha hecho más que agudizar esta tendencia y a medida que avanza el campeonato las filias y las fobias se agudizan. En semifinales hay quien hubiera suspendido el torneo, pero le toca resignarse. Por un lado, Messi; por el otro, Modric, por allí, Mbappé y Griezmann; por aquí, Marruecos... Para algunos no hay por dónde cogerlo. Se ponen la camiseta del equipo de turno y son incapaces de degustar lo que Messi le hizo a Gvardiol, la competitividad de los balcánicos, el panzer en que se han convertido los «bleus» y la grandeza de una selección con la que no contaba nadie camino del último fin de semana del torneo.

No se trata de que España tenga que ser doble campeona de Europa y campeona del mundo, ojalá, para que la gente disfrute de un gran campeonato. Al rescate de la Roja habría que añadir alguna papila gustativa al hincha futbolero contaminado que le permita saborear el juego más allá de los colores de sus clubes. Se disfruta bastante más y aquí hemos venido a eso.