Champions
Real Madrid - Nápoles (4-2): Cuando todo marcha
El Real Madrid superó al Nápoles y ya es primero de grupo en la Champions. Rodrygo y Bellingham hicieron sus goles de todo los días. Se estrenó Nico Paz y cerró Joselu
Una noche de Champions, en el Santiago Bernabéu, un rival italiano y con la historia del Nápoles y un gol decisivo para desnivelar el partido después de un magnífico regate y un tiro lejano. Es bastante probable que ni siquiera en sus sueños despierto Nico Paz se hubiese imaginado estrenarse así como goleador del Real Madrid. Ni siquiera estaba entrenándose en la banda con el resto, cuando los Ancelotti le dijeron que calentase a toda prisa: dio dos carreras, le llamó Carlo, le explicó algo mientras Nico Paz seguía moviéndose y salió para dar descanso a un agotado Brahim, que ya había hecho, otra vez, más que suficiente. El partido estaba raro, con el Nápoles crecido y el Madrid algo despistado, aunque ya volviendo. Fue definitivo el tanto para su regreso y para la victoria blanca, primero de grupo a falta de un partido y con todos los encuentros de Champinos ganados. A veces la vida sale bien.
Ganó el Madrid al Nápoles en una primera parte espléndida y otra segunda en la que le costó meterse en el choque. Quizá por el cansancio de futbolista como Rodrygo o el descansito que se tomo durante un ratito Bellingham, dos futbolistas ahora mismo sostienen el ataque del equipo. Perdón, no lo sostienen, lo lanzan. Que se lo digan a Joselu, que se iba a ir del partido sin gol, pero Bellingham se echó al final otra carrerita para darle el cuarto.
Cuando los jugadores de baloncesto empiezan a meter canastas y canastas consecutivas se dice que tienen la mano caliente, como los jugadores de cartas cuando no hacen más que llegarles buenas manos. No hay nada científico en eso, sólo suerte, optimismo o quizá, como diría Jorge Valdano, un estado de ánimo que ayuda a que las cosas salgan bien porque todo se mira con confianza. Ese momento lo viviendo Rodrygo estos días en el Real Madrid: balón que le llega escorado en la zona izquierda del área, tiene muchas posibilidades de acabar en la escuadra contraria de la portería rival. Se lo hizo dos veces al Cádiz y a la primera que pudo se la puso allí al guardameta del Nápoles. Es un diablo Rodrygo, un jugador más de otra época, pequeño y habilidoso, que usa sus infinitos recursos para ir dejando atrás futbolistas. Tiene un regate exquisito, en el que la técnica importa más que la velocidad, conduce el balón con el exterior del pie y le pega después con el interior, fuerte y donde quiere. Ahora mismo, exactamente donde quiere. Tiene un aire clásico Rodrygo, de futbolista que acelera y frena. Pero es que tiene un aire clásico el Real Madrid entero, con Bellingham también, que metió un gol antiguo, de foto en blanco y negro en la portada de papel de un periódico. Su arrancada y su salto para llegar al balón largo y cruzado de Alaba es una preciosidad. Como el pase, a la espalda de la defensa, alto y perfecto. Bellingham salta y cruza la pelota con la ca.beza, ante la estirada inútil del portero. Bellingham remata, salta, controla, se gira, corre y lo hace todo con un estilo que la comparación de Zidane empieza a estar sobada. Le faltan sus números y completar su carrera pero no ha pasado hasta ahora que los padres puedan a contar a sus hijos pequeños que eso que hace Bellingham, ya lo hizo Zizou.
Y sin embargo, pese a una primera parte llena de detalles deliciosos, le costó al Madrid hacerse con la vida. Matemáticamente le daba igual. Le faltó constancia para ser completamente superior al Nápoles, un equipo que se está rehaciendo y que dejó un buen poso en el Bernabéu. Y que aprovechó muy bien las desconexiones del Real Madrid para marcar, aunque no fuera suficiente. La primera desconexión llegó al comenzar el partido, como sucedía a principio de temporada. No midió bien la defensa blanca, el balón vino y volvió a la portería. Lunin se estiró a lo grande, pero no fue suficiente. No dio tiempo a lamentarse porque entre Brahim y Rodrygo fabricaron el tanto del empate enseguida y después Bellingham puso el partido de cara.
El descanso sentó fatal al Madrid, al que tuvo que sostener Rüdiger. Ceballos estaba muerto, a Brahim le dolía todo, Bellingham tomaba aire y las carreras de Valverde no era suficiente. Empató el Nápoles. Y entonces, volvió a lo suyo el Madrid.
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