Opinión
Así no, Carlo Ancelotti
El Real Madrid no puede jugar cual vulgar equipo del catenaccio más duro. Es inexplicable que con la plantilla que tiene no tirara a puerta en París
Presenciar un partido en el Parque de los Príncipes es el camino más corto para descubrir por qué Mbappé quiere largarse de allí rumbo a Madrid y por qué Messi se da cuenta de que la ha pifiado y también para determinar que la Ligue 1 no pasa de ser una reverenda porquería. Cualquier estadio mediano de nuestra Primera es infinitamente mejor que el coliseo parisino: pequeño, vetusto y cero funcional. El Villamarín, Anoeta y no digamos ya San Mamés o el Wanda parecen extraterrestres al lado del campo del teóricamente equipo más rico o, mejor dicho, más gastón, del planeta. Lo cual lleva a pensar mal coligiendo que si los qataríes –que tienen todo el dinero del mundo y más– no apuestan por uno más grande, más moderno y más dinámico es porque no creen que se pueda pensar en grande con un club en una ciudad y en un país que son futboleros pero ni de lejos al estilo de lo que se acostumbra en Inglaterra, en Italia, en Alemania y, por supuesto, España. Imagino la sensación que se les quedará a las estrellas del PSG cuando salten al Bernabéu el 9 de marzo. Entre otras cosas porque, magnificencias arquitectónicas aparte, es casi el doble de grande que el campo en el que juegan de locales: 84.000 localidades frente a 47.000.
Y eso que aún quedan 10 meses antes de que se corte la cinta de una obra que convertirá al estadio merengue en el mejor del universo y no sólo en materia futbolística. Ninguno de los brutales escenarios de la Liga de Fútbol Americano (NFL) se acercará en modernidad y rentabilidad al que Florentino Pérez está levantando de la mano de FCC. Perdonen esta digresión, que nada o poco tiene que ver con la tesis que suscribiré hoy tras el partido del año en la Porte de Saint-Cloud de la Ciudad de la Luz, a poco más de un kilómetro de ese pulmón verde que es el Bois de Boulogne. Mi intención es analizar ese pequeño gran desastre del Real Madrid el martes pasado. Un solo dato lo dice todo: el equipo de Pochettino tiró ocho veces entre los tres palos y el de Ancelotti cero. Vamos, que el extraordinario Donnarumma, eso sí, menos extraordinario que Courtois, no se manchó los pantalones en un partido disputado en medio de un ligero pero implacable diluvio. Es sencillamente inexplicable que un plantel que cuenta con Vinicius, Benzema, Asensio, Bale, Rodrygo e incluso Modric no dispare una sola vez a puerta. Un misterio que ni siquiera mi paisano Iker Jiménez sería capaz de desentrañar.
Los merengues no pueden jugar cual vulgar equipo del catenaccio más duro de la etapa más antifutbolística de la Serie A italiana. O como si fuera el Athletic del superlativo Javier Clemente, que hizo de la necesidad de tener que jugar con lo que tenía, virtud, conquistando en dos temporadas un par de ligas y una Copa frente al Madrid de una incipiente Quinta del Buitre y contra el Barça de un tal Maradona y un tal Schuster. El Madrid dispone de un plantillón, el Athletic de Don Javier, no. Eran 15 esforzados peloteros y poco más, eso sí, dirigidos por un genio y guarecidos atrás por Zubizarreta y Goikoetxea, pero poco más. Con todo, hay que concluir que el resultado no fue malo del todo. Visto lo visto, apostillaría que fue excelente, entre otras razones por la enorme actuación de Courtois y la defensa, excepción hecha de esa vacilada entre Neymar y Mbappé que culminó en el gol a lo Ramos del PSG. A la vista de los acontecimientos, lo normal hubiera sido un 3-0, un 4-0 o algo más bestia. O cambian radicalmente o la eliminatoria está imposible.
Encomendarte a San Teobaldo, perdón, Saint Thibaut, es humana y estadísticamente comprensible pero no una ciencia exacta. Courtois es casi perfecto pero no infalible y podría cantar en el momento menos oportuno. Y el 3-0 frente al Alavés representa un espejismo que tampoco debería confundirnos: es el penúltimo de la Liga. Resumiendo que es gerundio: el tridente parisino Mbappé-Messi-Neymar da miedo. Mucho miedo. Habrá que amarrar bien atrás, algo sencillo porque está siendo la mejor línea del equipo, y jugársela. No hay otra.
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