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Maialen Chourraut, la campeona que “encontró” su piragua en la pandemia y que ha aprendido a competir sin su hija Ane al lado

Defiende el oro que logró en piragüismo eslalon en Río 2016 con la dificultad añadida del calor, la humedad y las aguas del canal a 30 grados de temperatura

Maialen Chourraut practica en el Centro de Piragüismo en Eslalon de Kasai, en Tokio
Maialen Chourraut practica en el Centro de Piragüismo en Eslalon de Kasai, en TokioKirsty WigglesworthAP

Maialen Chourraut ganó el oro olímpico en Río 2016 y por momentos hubo alguien que le quitó el protagonismo, o al menos lo compartió: su hija Ane. La pequeña centró las miradas mientras estuvo enredando por allí por el canal de piragüismo eslalon de Brasil después de que su mamá tocara la gloria. Aunque, en realidad, Ane estaba donde no debía. «La prueba la vio en la grada con los padres de Maialen, porque en teoría no podía entrar al canal, y cuando sacó la medalla pues de forma un tanto no oficial, Maialen dijo: “Que venga Ane, por favor”. Uno del equipo fue: “No, es que es la hija de la que ha ganado...”. Y por eso pasó”, desvela ahora Xabi Etxaniz, marido y entrenador de la campeona vasca, que cinco años después busca el no va más con una tercera medalla (aparte del oro en Río, fue bronce en Londres 2012).

En Tokio no se podrá repetir una escena tan entrañable porque Ane no ha podido viajar y hasta eso lo han tenido que entrenar sus padres. Desde que nació en 2013, los tres han ido juntos a todos lados, entrenamientos, competiciones. Aunque los Juegos hubieran sido en 2020 ya tenían claro que Ane no podía ir porque los precios del hotel y el vuelo se disparaban, pero con la pandemia, imposible. «Tuvimos que hacer una estrategia. Hace un mes fuimos a una prueba de la Copa del Mundo en Alemania y dejé a Ane con mi hermana y los primos. Tanto tiempo no lo habíamos hecho nunca y fue un poco para entrenar de cara a los Juegos a ver si Maialen se encontraba bien sin ella y si Ane se encontraba bien sin nosotros, sobre todo por las noches, lo típico, y funcionó», prosigue Etxaniz. Por tanto, Chourraut puede centrarse a tope en la competición... Que no es poco en unos Juegos difíciles por todo.

El equipo de piragüismo eslalon fue el primero en llegar a Japón para probar el canal. Están en tres grupos burbuja: desayunan, van a entrenar en autobús, y vuelta al hotel. «Dentro de las restricciones estamos bien. Las habitaciones son grandes y hay unas vistas impresionantes de la bahía», cuenta Xabi. Eso sí, pese a que Maialen es su esposa y vivan juntos, no pueden compartir cuarto. El problema añadido a un deporte duro, en el que muchas veces tienes que remar contra la corriente para pasar por una puerta, es el calor. «Estás remando en agua a 28 o 30 grados, el calor de fuera , el agua te da más calor... Se sufre mucho, pese a refrigerarnos, las toallas con agua muy fría en la cabeza, un chaleco de hielo... La cabeza se te bloquea», explica Xabi Etxaniz.

Respecto al camino hasta la clasificación, estuvo marcado por las lesiones en 2017 y 2018, pero Etxaniz asegura que Maialen llega bien. Y, claro, está la pandemia, que al final jugó a su favor. «Primero lo ves como todos, un fastidio, un año más, pero nos vino bien. Hubo un cambió sobre las piraguas en 2016 y hasta muy tarde no encontrábamos una para sus características, porque Maialen es bastante pequeña y necesitamos modelos pequeños, pero que tengan estabilidad. Desde 2016 habrá tenido, no sé, 25 piraguas. Antes de la pandemia teníamos claro que iba a competir con un modelo y aprovechando el parón insistimos en este otro que ya teníamos, pero que era demasiado grande. Pedimos al fabricante uno más pequeño y al final va mucho más a gusto que con el que iba a hacer los Juegos en 2020», afirma el entrenador. «Maialen llevaba una piragua con quillas, como las tablas de surf. Pusieron un límite de medidas de las quillas y ya no podía competir con la que ganó los Juegos. La misma piragua sin las quillas derrapaba de cola y en los rulos, y en este canal hay que jugar con los rulos. Maialen no la controlaba, no le daba velocidad. Con la nueva puede ser rápida, se ve segura y hemos podido entrenar más», dice Etxaniz. La pandemia también hizo que adelantaran un año la decisión de irse de la Seu d’Urgell, donde vivían y entrenaban desde 2004, para volver a San Sebastián. «Antes remaba en el canal de la Seu y ahí hacía todo; y ahora nos hemos tenido que mover mucho con el coche para entrenar: al río Bidasoa, a uno en Pau, al Urumea... Hemos tenido una piragua encima del coche y otra en el club para entrenar en el mar y en el gimnasio. La preparación ha sido bastante buena», admite el técnico.