Motociclismo

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Un niño de leyenda

Márquez rindió a Dovizioso en Japón y ya es el piloto más joven en ganar cinco títulos de MotoGP. «No estoy entre los tres grandes del motociclismo, esos son Agostini, Nieto y Rossi», dice de los únicos tres mitos que le faltan por superar. A Valentino lo tiene a tiro

Marc Márquez celebra su victoria en Motegi
Marc Márquez celebra su victoria en Motegilarazon

Márquez rindió a Dovizioso en Japón y ya es el piloto más joven en ganar cinco títulos de MotoGP. «No estoy entre los tres grandes del motociclismo, esos son Agostini, Nieto y Rossi», dice de los únicos tres mitos que le faltan por superar. A Valentino lo tiene a tiro

Márquez tiene pensado pedir perdón a Doohan en Australia por haberle igualado en títulos de MotoGP. El niño de Cervera, que soñaba con ser piloto, va arrancando de la pared de su habitación las fotos de los que fueron sus ídolos y a los que ahora arrasa en las estadísticas con sólo 25 años y media vida deportiva por delante. Nadie había acumulado cinco coronas de la categoría reina a una edad tan temprana, pero es que Marc va camino de ser lo nunca visto. Es un extraterrestre capaz de adaptarse a todas las circunstancias y cambiar el color de la piel sin dejar de ser rápido. «Con el tiempo eres más maduro como persona y en la pista. Quizá piense las cosas un poco más, pero la esencia no la tengo que perder. Quiero mantener la mentalidad ganadora, el arriesgar... no me gusta perder ni al parchís», decía el número «93» resumiendo una de sus temporadas más perfectas. Ha sido más consistente que nunca y le sobran los dedos de una mano para contar los errores importantes. De quince carreras sólo en dos no estuvo en el podio y ha ganado ocho. Unos números increíbles para alguien que siempre busca el límite, incluso cuando la apuesta es arriesgada. Ha encontrado el balance perfecto entre el vértigo y la fiabilidad, algo que han pagado sus rivales, incapaces de ponerle en problemas.

«El año pasado fue más estresante, porque no tenía ventaja y la presión era alta». Entonces, la ansiedad por volver a ganar le hizo perder pelo y, por primera vez, sentirse realmente angustiado por la necesidad de ganar. Este año ha sido más llevadero gracias a un colchón de puntos con el que ha podido jugar. El único fallo grave que realmente se atribuye es el de Mugello, un día que podría haber sido tercero tranquilamente y acabó por los suelos. En el resto de las ocasiones importantes ha tomado la decisión correcta, cayendo en los entrenamientos y en los «warm ups» para después ser infalible en las carreras. Señala las victorias de Jerez y Aragón como las más importantes. La primera «porque era empezar ganando en el aterrizaje del Mundial en suelo europeo», y la de Alcañiz «porque significa parar la reacción de las Ducati», que habían enlazado varios triunfos y recortado la desventaja.

Su cabeza es una computadora en la que no se escapa un dato, por muy alta que sea la velocidad a la que pilota. Es el más rápido y también el mejor mentalmente. Dovizioso lo sabe y lo sufrió en Motegi. Necesitaba ganar para alargar el desenlace y su táctica fue ponerse al frente y jugar con el ritmo. Bajarlo y subirlo de vez en cuando para desconcertar a Marc. Lo que sucedió fue todo lo contrario, fue Márquez el que sacó de quicio al italiano. Le puso un punto más a su ritmo el español, que no quería llegar igualado a las últimas curvas, Dovi cruzó su límite y el posible triunfo se le desparramó por la grava japonesa.

Fin del debate, otra victoria y otro título: el quinto en seis temporadas en MotoGP y el séptimo en total con sólo 25 años. Doohan, igualado, y Rossi, a tiro. «No pienso en eso, pero cuando empezaba, conseguir todo esto era inimaginable. No estoy entre los tres más grandes, esos son Agostini, Nieto y Valentino»... Quizá todavía no, aunque parece sólo cuestión de tiempo.