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Metafuturo de Atremedia

Nadia Comaneci: "Nunca se tira la toalla en un mal día"

A punto de cumplirse los 50 años del ejercicio más perfecto jamás visto en Gimnasia, la atleta rumana ha sido protagonista de la primera jornada de la cuarta edición de Metafuturo de Atresmedia

MADRID, 17/11/2025.- Nadia Comăneci, exgimnasta rumana que obtuvo por primera vez un diez en una competición, participa en la charla 'El salto a la libertad: más allá del 10 perfecto' en la primera jornada de la IV edición de Metafuturo, este lunes en el Ateneo de Madrid. EFE/ Fernando Villar
Nadia Comaneci en la IV edición de MetafuturoFERNANDO VILLARAgencia EFE

Han pasado ya casi 50 años de un hecho que nadie olvida. Lo recordó Nadia Comaneci, su protagonista, en la primera jornada de la cuarta edición de Metafuturo de Atresmedia.Contó cómo era aquella niña de apenas 14 años, sonriente, feliz y perfecta. Perfecta como no lo había sido antes nadie. Ni siquiera ella. “No sabía, cuando competí, que estaba haciendo historia. Estaba feliz de haber podido hacer mis rutinas sin errores. No me equivoquen, no era perfecta cada vez que entrenaba. En los deportes fallamos todo el tiempo”, recordaba ante las preguntas de Sandra Sabatés.

El error, ha dicho, es parte esencial del éxito. “La gente ve el éxito. Y tal vez el 70% de las veces que te desafías en la gimnasia, fallas y aprendes a levantarte. Creo que esa es la lección más importante que he aprendido a través de los deportes”. En su caso, aquel aprendizaje empezó en casa. “Tuve padres que me apoyaron. Mis padres me decían: nunca se tira la toalla en un mal día; vuelve, ten un buen día y me dices que quieres dejarlo”, dijo en la primera entrevista del evento.

Un 10 inimaginable

Comaneci habla despacio, en inglés, sin épica, como quien no ha dejado un poso imborrable en la historia del deporte y en la historia en general. Nadie esperaba esa puntuación en aquel ejercicio que fue como un sueño. Casi irreal. Nunca se había dado un diez y ni se imaginaba: “Hace años hablé con la gente de los marcadores Omega y me contaron que nadie contaba con un 10 perfecto”, confesaba. La marca de los marcadores había hablado antes con la Federación de Gimnasia para saber cómo hacían los marcadores, hasta dónde llegaban. Hasta 9,99, les dijeron; lo otro es imposible. “Así que cuando salió el 10, no había espacio y hubo que coger un rotulador”, explicaba Comaneci. “Estaba por delante de la IA”, se ríe. Pero eso no hace que esté en contra de los avances: “La IA ayuda. Hace poco tuvimos problemas con ejercicio de suelo: una gimnasta no tocó la línea, aunque parecía que la había tocado, y comprendimos que había que cambiar esa forma de juzgar con IA. Pero", añade "la IA no es capaz de cambiar la creatividad humana”.

Ha cambiado la tecnología y también las deportistas. Ahora se habla de salud física y de salud mental: “Antes no teníamos la información con la que contamos hoy. La salud mental no tenía nombre, lo llamábamos estado mental, que era que la mente no conectaba con el cuerpo”. No se le daba importancia a lo que era lo más importante: “Un campeón es campeón si puede competir en un mal día. Para eso tienes que formarte en casa y esa comunicación con psicólogos es más fácil ahora”, reconoce. Para ella y para tantas como ella, todo era más complicado Ni siquiera fue sencillo para Simone Biles, cuando reconoció que no podía más: “Hace años se consideraba una debilidad: todas estábamos ansiosas, pero no teníamos nombre con el que nombrar lo que nos pasaba. Para relajarnos usábamos la música, paseos... queríamos evadirnos. Ser capaces de hablar de eso es bueno”.

Era un mundo, además, sin redes sociales. “Habría sido una locura para mí si hubiese habido en mis tiempos”, reconoce con perspectiva. Son buenas si se usan con provecho. “Sí tengo y las uso es para comunicarme con la gente, para animar a los niños a encontrar su pasión y no hacer caso a quien dice que no puedes hacerlo. No tengas miedo de cometer errores. Las redes se pueden usar de una forma positiva”.

Una vida difícil

Sus tiempos, por cierto, no fueron fáciles. Rumanía estaba bajo el telón de acero. Su entrenador se marchó, ella se acabó yendo: “Llegué a EE UU y me dieron asilo”, contaba, y tuvo que empezar sin hogar, sin idioma, sin redes: “Tuve que encontrar el entorno de una familia. Es difícil llegar a un lugar donde no hablas el idioma y empezar de cero. Tenía confianza en el deporte y en el entorno que conozco. Tengo gente que me ayudó”, recordaba. “Ahora tengo dos familias, dos casas, en Rumanía y en Estados Unidos”.

Su vida, pues, es un modelo: “Las niñas no tienen que ser la nueva Nadia, tienen que ser las nuevas ellas”, pide. “Después de 50 años me encuentro gente que dice que soy una influencia para ellos. Me gustaría motivar a la gente, para que no dejen de creer. La palabra que uso es esperanza”.

Sobre todo para las niñas, para que competir, como le sucedió a ella, no sea una heroicidad o una anécdota en un mundo de hombres. “El mundo está cambiando, es más igualitario. Pero hay que trabajar para que en la televisión haya el mismo espacio para mujeres que hacen deportes que para hombres”.

Con la Fundación Laureus ha aprendido que el deporte es algo más que deporte: “Hemos acercado el deporte a lugares donde los niños vivían con problemas y hemos visto que los que hacen deporte mejoran su nivel académico”.

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