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Una lucha admirable
Roya Karimi, culturista: de escapar de un boda infantil forzada en Afganistán a campeona de Europa
Roya Karimi se ha convertido en una de las mejores fisicoculturistas de Europa y aunque recibe amenazas de muerte por incumplir las tradiciones afganas, no piensa rendirse.

En la historia del deporte hay muchas mujeres, de ayer y de hoy, que desafiaron al machismo y lograron imponer sus sueños frente a los vetos. Mujeres, a las que el deporte, incluso les salvo la vida.
Este es el caso de Roya Karimi, un retrato de la lucha contra las tradiciones restrictivas y una inspiración para las mujeres que todavía enfrentan a enormes barreras en sus países. Roya fue víctima de un matrimonio infantil y madre de un hijo a los 15 años en Afganistán, pero se ha convertido en una de las mejores fisicoculturistas de Europa y ahora compite en los Campeonatos Mundiales de Culturismo.
Cada pesa era un pedazo de libertad
“Reconstruí mi vida a través de la fuerza. Cada pesa que levantaba me hacía sentir que recuperaba un pedazo de la libertad que había perdido”, dijo Roya Karimi, reflexionando sobre el momento en que se dio cuenta por primera vez de que el culturismo era más que un simple deporte para ella, sino un camino para recuperar su identidad.
La historia de Roya Karimi, desde ser una niña obligada a casarse a los 14 años hasta convertirse en una de las mejores campeonas de culturismo de Europa, parece casi irreal. Ahora, afincada en Noruega y compitiendo por toda Europa, esta atleta afgana de 30 años ha redefinido los conceptos de resiliencia.
Su trayectoria comenzó en circunstancias diseñadas para silenciarla. Casada a la fuerza en la adolescencia y madre a los 15, Roya vivió bajo estrictas restricciones sociales que le negaron la educación, la independencia y cualquier posibilidad de soñar. Hoy, compite en toda Europa, donde es reconocida por su fuerza, disciplina y valentía para desafiar las expectativas impuestas.
El viaje que lo cambió todo
Roya creció en Afganistán en una época en la que a las niñas se las solía mantener alejadas de la escuela, los deportes y la vida pública. Se casó a los 14 años, se convirtió en madre adolescente poco después y tuvo que acatar normas que controlaban estrictamente sus movimientos, su comportamiento y su identidad. Tenía prohibido hacer ejercicio. Incluso salir sola se consideraba inapropiado.
En 2011, su vida en esas condiciones se había vuelto insoportable. Decidida a salvarse a sí misma y a su pequeño hijo de un futuro sin libertad, Roya huyó de Afganistán con su madre, corriendo un enorme riesgo. Su huida comenzó en silencio, viajando por carretera hasta la frontera con apenas unas pocas pertenencias y documentos ocultos bajo la ropa. El viaje fue tenso y peligroso, con numerosos controles donde las mujeres que viajaban sin acompañantes masculinos a menudo eran interrogadas o obligadas a regresar.
Una vez cruzada la frontera, se alojaron temporalmente con conocidos lejanos mientras buscaban ayuda para refugiados. Tras meses de papeleo, entrevistas e incertidumbre, finalmente les concedieron el reasentamiento en Noruega. La mudanza fue un salto al vacío. Ella no hablaba el idioma, no tenía contactos y comenzaba de cero como madre soltera en un país totalmente distinto al que había dejado atrás.
Sus primeros años en Noruega estuvieron marcados por la supervivencia. Aprendió noruego, tuvo varios trabajos y finalmente se formó como enfermera, construyendo una vida estable para su familia.
Culturista, gracias al confinamiento
El culturismo llegó a su vida casi por casualidad durante los confinamientos por la COVID-19. Lo que empezó como una forma de mantenerse sana se convirtió en algo más profundo. A medida que entrenaba, encontró fuerza no solo en sus músculos, sino también en recuperar el control sobre su cuerpo y su historia.
Su marido, también culturista, la animó a tomarse este deporte en serio. Hace menos de dos años, tomó una decisión que le cambió la vida: dejó su trabajo de enfermera para dedicarse al culturismo a tiempo completo.
Del gimnasio al oro
El ascenso de Roya fue asombrosamente rápido. A los pocos meses de competir, comenzó a ganar importantes títulos. Tan solo en 2025, se alzó con el oro en el Norway Classic y, posteriormente, en el Campeonato Europeo de Fisicoculturismo. Sus victorias le valieron un codiciado puesto en el Campeonato Mundial de Fisicoculturismo de Barcelona.
Los medios deportivos europeos, junto con la BBC y WION, han dado cobertura a su rápido ascenso y a las barreras culturales que sigue superando. Su éxito la ha convertido en una de las mujeres afganas más destacadas del deporte internacional.
Sin embargo, esta visibilidad ha tenido un precio. Roya recibió amenazas de muerte de personas que la condenaron por desafiar las normas tradicionales afganas, especialmente por aparecer en el escenario con la vestimenta de competición. Ella se ha negado a ceder.
«Durante años, controlaron mi voz, mi cuerpo, mi futuro. No voy a permitir que nadie más lo haga», declaró tras recibir otro mensaje amenazante en línea. Su negativa a ceder la ha convertido en un símbolo de empoderamiento para las mujeres afganas que aún viven bajo severas restricciones.
Para Roya, el culturismo no es solo un deporte. Es una declaración de autonomía. Es un mensaje para las niñas afganas a quienes se les niega la educación, la libertad de movimiento y el derecho a elegir su futuro.
Espera que sus logros inspiren a otros a desafiar las limitaciones que les imponen. «Si tan solo una chica ve mi historia y cree que merece más, entonces todo lo que he hecho habrá valido la pena», sentencia.
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