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Análisis

Djokovic se va, todos pierden

Nole no jugará el Open de Australia tras perder el juicio para que le devuelvan el visado. El jugador queda como un mentiroso y los motivos del Gobierno son contradictorios

Djokovic, en el aeropuerto de Melbourne para abandonar Australia tras ser deportado LOREN ELLIOTTREUTERS

Novak Djokovic perdió y se puso punto y final a diez días de bochorno y mentiras antes del arranque del Open de Australia. El Tribunal Federal, formado por tres jueces, dio por válida la tesis del Gobierno y, por unanimidad, no aceptó la reclamación del tenista para que le devolvieran el visado, que le había sido retirado por segunda vez. Según la ley del país, esto podría acarrearle, aparte de la deportación, la prohibición de entrar en Australia en tres años, lo que supondría prácticamente el adiós a volver a disputar el torneo que más grande le ha hecho, pues sus nueve títulos en las pistas de Melbourne suponen un récord histórico.

Djokovic cogió un vuelo de salida dirección Dubái y mandó un mensaje mostrándose «extremadamente decepcionado» por la decisión del tribunal, aunque no quiso hacer mucha más leña en sus últimas palabras: «Espero que ahora todos podamos concentrarnos en el juego y el torneo que amo», dijo antes de dar las gracias a todos los que le habían apoyado. Finalmente el ministro de Inmigración, Alex Hawke, ejerció el poder que le da la ley para quitar al deportista el permiso para estar en el país. Los motivos son que su presencia allí era «un riesgo para el orden civil y la salud pública» y que la actitud de Djokovic, con el estatus que tiene como personaje famoso, podría «conducir a un aumento del sentimiento antivacunas, lo que podría conducir a un aumento de los disturbios civiles del tipo que se experimentó anteriormente en Australia y que pueden ser una fuente de transmisión comunitaria». El Tribunal Federal entendió que así era y se acabó la fiesta. Este argumento supone un giro en los acontecimientos y tampoco deja en buen lugar al Gobierno australiano, que en un primer momento se volcó en acusar a Nole de querer entrar en el país sin un motivo válido, lo que el propio Hawke terminó admitiendo que no era cierto: la exención médica que tenía el jugador para no estar vacunado por haber pasado la enfermedad en diciembre, con un análisis de los anticuerpos que tenía, era legal. Nole no infringió, por tanto, ninguna ley en ese sentido...

...Pero sí mintió, y aquí es donde peor parado sale el número uno del mundo del tenis. El 5 de enero anunció que viajaba a disputar el Open de Australia con una exención y se montó una polémica tremenda al considerarse que podía hacerlo sin estar vacunado por ser quien es, que le daban privilegios. Todavía no había hecho público que acababa de pasar la enfermedad. En el aeropuerto le pararon, le quitaron el visado y su primera protesta la ganó en un juicio por un defecto de forma (no le dieron el tiempo que le habían prometido para mostrar más documentación), por lo que recuperó el visado e incluso pudo empezar a entrenarse en Melbourne Park. Los días que pasaron entre su detención y el juicio (de jueves a lunes) los pasó en un hotel donde se retiene a refugiados o inmigrantes indocumentados que definieron como «infame». Sus padres consideraron que era una vejación para Nole y montaron el «show» comparándolo con Jesucristo o Espartaco. Después de ganar la primera vista, comenzaron a salir sus mentiras. Fueron días de circo y manifestaciones en Melbourne.

El dicho habla de que se atrapa antes a un mentiroso que a un cojo. El serbio no tiene nada de cojo, pero no puede decir que haya jugado limpio en todo este asunto: en su documentación de entrada al país aseguró que no había viajado en los últimos 14 días y en realidad estuvo en Marbella y Belgrado, motivo suficiente para no dejarlo entrar. Lo achacó a un «error humano» de uno de sus agentes. Pero es que además se supo que su positivo en covid había sido el 16 de diciembre, y el 17 tuvo un acto público sin mascarilla y sin distancia y el 18, una entrevista en «L’Équipe» cuando ya sabía que estaba infectado, lo que además de un acto de irresponsabilidad también puede ser motivo de sanción en su país por no cumplir los días de aislamiento. Todas esas mentiras pusieron fácil la decisión del ministro Hawke de volver a quitarle el visado. La postura de no querer vacunarse de Djokovic la conoce todo el mundo, aunque él haya ido suavizando su discurso. En un principio fue más claro y dijo que no quería hacerlo en una charla con otros deportistas de su país, pero ante la mala fama que le dio cambió el discurso y defendía su derecho a mantener la privacidad y no hacer público si se había inoculado o no.

El Open de Australia también pierde

En Serbia, en boca de su presidente, consideran lo sucedido una «caza de brujas» y las relaciones con Australia están tocadas. En el país oceánico queda un tufillo chapucero por conceder la exención a Djokovic y después no dejarlo entrar ante el revuelo que se estaba montando y la presión por el aumento de casos. El tenista queda como un mentiroso y un imprudente e insolidario. Y el Open de Australia pierde a uno de sus grandes atractivos porque no estará el nueve veces campeón, que, además, buscaba su Grand Slam número 21, lo que le haría entrar (más) en la historia. Sólo puede llegar a la mágica cifra en Melbourne Nadal, que jugará el primer «Grande» de su carrera sin la presencia de Federer o Nole al lado. El balear, que debutó la pasada madrugada, es el único tenista del cuadro que sabe lo que es levantar la copa en la Rod Laver Arena (lo hizo en 2009) y parte entre los favoritos junto con Medvedev y Zverev, que ahora mismo son el número dos y el número tres del mundo, respectivamente, y que podrían arrebatar el uno a Novak. El ruso ya ha dado el salto en los Grand Slams, con la conquista del US Open, en el que negó a Nole la primera oportunidad de llegar a los 21. El alemán es de esos tenistas que desde niño tiene que aguantar lo de que será el futuro dominador. Le ha costado asumirlo, pero ya está maduro para lo que sea y sigue siendo joven con 24 años.

La anomalía que se crea con la baja de Djokovic después de que el cuadro ya se hubiera sorteado es que su lugar lo ocupa uno de los tenistas derrotados en la fase previa. Se les llama «lucky loser» y en este caso es el jugador más «lucky» (afortunado) de la historia: el italiano Salvatore Caruso, número 150 del mundo.

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