Opinión
Gracias, Nadal, y no sólo por el tenis
Hace tiempo que Rafa no juega partidos, sino que interpreta guiones de películas sobre grandes gestas deportivas
Cuando se enfrenten a esas cosas cotidianas que más pereza le dan, acuérdense de Rafa Nadal. Salir a tirar la basura, vaciar el lavavajillas, retirar esa ropa que se pasa días y días seca en el tendedero, pero una extraña fuerza oculta nos impide doblarla y guardarla... Salir de la cama temprano en pleno invierno para empezar la semana o incluso seguirle la conversación al cuñado en una reunión familiar cuando, oh sorpresa, sale con el típico cómo está Márquez de la lesión o si Hazard va a irse en el mercado de invierno.
En todos esos momentos en los que dudan si seguir adelante o rendirse piensen en Nadal y en ese instante en el que perdía por dos sets a cero, estaba 3-2 abajo en el tercero y caía 0-40. Es decir, que estaba a punto de dejar un día más la ropa tendida por no ponerse después a doblarla y guardarla. Eso hubiese hecho cualquiera, pero no el manacorense, que siguió con su rutina, jugando un punto más sin decir ni mú y como si el partido acabase de comenzar.
A Nadal no hay cuñado que lo desmoralice, incluso aunque se llame Medvedev, parezca invencible y a muchos nos recuerde al nieto de aquel Ivan Drago que tanto nos hizo sufrir cuando veíamos a Rocky contra las cuerdas. Rafa hace tiempo que no juega partidos, sino que interpreta guiones de películas sobre grandes gestas deportivas, pero claro, con la diferencia de que cuando uno se sienta a ver Hoosiers está tranquilo, porque al final van a ganar los chicos de Gene Hackman y con una canasta de su mejor jugador, al que ha convencido a última hora para que olvide su tristeza y se una al equipo.
Aquello es, como mucho, ficción basada en hechos reales, pero esta final del Abierto de Australia es de verdad, aunque parezca imposible el desenlace y el momento sea tan historia del deporte que será carne de efeméride en papel y web cuando se cumpla el primero, el décimo o el veinte aniversario.
Ese día, una niña miraba el móvil mientras paseaba y le decía a sus padres: «¡4-2 en el quinto!», otros gritaban en la terraza del bar como si hubiera marcado Iniesta y esa amiga que lo está pasando mal y que hace tiempo que le cuesta escribirte porque no tiene humor, te manda un montón de mensajes para decirte que está emocionada con el partido. Pues eso, gracias, Rafa.
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