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La COVID-19 aleja el objetivo de crecimiento del 7% anual en los países en desarrollo

La Cepal estima una caída del PIB del 5,3% en los países de Suramérica y un aumento de la pobreza en hasta 30 millones de personas

Costa Rica se estanca en índice de desarrollo y refleja desigualdad de género
Una mujer indígena pide dinero a los transeúntes en San José, Costa Rica.Jeffrey ArguedasAgencia EFE

La pandemia del coronavirus ha puesto al mundo frente una recesión económica peor que la sufrida tras el colapso financiero de 2008-2009. «Debemos abordar la devastación socioeconómica que está provocando la COVID-19. La respuesta tiene que ser multilateral, los países deben demostrar su solidaridad con las naciones más vulnerables. Se necesita una coordinación de los bancos centrales para aportar liquidez a las economías emergentes. El alivio de la deuda debe ser una prioridad, incluidas las exenciones inmediatas en los pagos de intereses para 2020». Son palabras pronunciadas por el secretario general de la ONU, António Guterres. Argumenta que, «mientras que los países desarrollados han pronosticado paquetes de estímulo para la recuperación, los mercados emergentes y los países en desarrollo carecen de los medios para tal respuesta y, lo que es peor, están experimentando la fuga de capitales de cartera como en ningún otro periodo».

Cumplir con el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) número 8 establecido por la ONU y que fija como primera meta mantener un crecimiento del producto interior bruto de al menos el 7% anual en los países menos adelantados, se torna complicado por los estragos económicos que está dejando la COVID-19 a su paso por el mundo. La Cepal (Comisión Económica para América Latina y el Caribe) estimó una caída del PIB del 5,3% en 2020 para los países del continente suramericano y un aumento de la pobreza de hasta 30 millones de personas. Mientras, para el continente africano ha supuesto la peor crisis económica desde 1970. «La COVID-19 ha puesto en peligro los objetivos marcados por la ONU en su Agenda 2030, porque se ha obligado a las economías a hibernar. Si antes del coronavirus ya era poco probable que los países en desarrollo crecieran, ahora las probabilidades son aún menores. Además, se corre el riesgo de que el trabajo empeore sus condiciones por el virus», subraya Fernando Castelló, profesor de la escuela de negocios ESIC. El debate ahora está, apunta este experto, en la condonación o flexibilización de la deuda de los países en desarrollo, a cambio de una ortodoxia económica. «Si el margen de actuación es limitado, en estos países se corre el riesgo de que la desigualdad y la pobreza no se aborden», añade Fernando Castelló.

El secretario general de la ONU ha llegado a plantear que se destine el 10% del PIB mundial a ayudar a los países del tercer mundo. Miguel Córdoba, profesor de Economía de la Universidad CEU San Pablo, considera que está muy alejado de la realidad: «Es una medida muy loable, pero pasa por que el Fondo Monetario Internacional (FMI) emita todo el dinero que haga falta para ello, utilizando por ejemplo los Derechos Especiales de Giro. Sin embargo, eso es como apuntar las deudas en una barra de hielo. Se puede emitir todo el dinero y toda la deuda que se quiera, pero hará falta que alguien la compre, y no se puede emitir dinero o deuda por 15 o 20 billones de dólares sin que esa emisión afecte a la estabilidad de las finanzas internacionales».

En la misma línea apunta Jaime Atienza, director de política financiera de Oxfam Intermon. «El pasado abril los países del G-20 acordaron suspender los cobros de la deuda a pagar a partir de 2022 para 77 países, la mayoría del continente africano. Ahora con la crisis de la COVID-19, esa medida es insuficiente y hace falta que condonen toda su deuda. El PIB de estos países ha caído un 97%, por lo que sería aconsejable que el mundo destinara a ayudas oficiales al desarrollo un 0,7% de su PIB».

Economía diferente

La ONU enfatiza que la recuperación de la crisis de la COVID-19 debe conducir a una economía diferente. «Pensar que una ola de solidaridad va a recorrer el mundo, al menos en una primera etapa, es cuando menos utópico. Los países van a tratar primero de arreglar sus propios problemas, y después pensarán si se puede ayudar a los demás. Nadie entendería que si España llega a los cinco millones de parados y su PIB baja entre el 15% y el 20%, mientras su agujero fiscal se incrementa hasta los dos dígitos, vaya a endeudarse todavía más para enviar dinero a países africanos o asiáticos. La economía post-Covid 19 puede que sea diferente, pero no creo que sea más solidaria; puede que incluso lo sea menos», sostiene Córdoba. Piensa este experto que serían mucho más efectivas las políticas de educación masiva de las sociedades de estos países. «Medidas de control de la natalidad, políticas de empleo basadas en que las familias consigan un nivel básico de subsistencia, con la alimentación y una vivienda digna como base para eliminar la pobreza extrema, y en particular la pobreza infantil. Al mismo tiempo, hay que considerar que no se debe ayudar a los países que no respetan los principios básicos de las sociedades civilizadas».