Desfase en el PIB

El traje del emperador

La credibilidad que se ganó España con De Guindos queda ahora en entredicho un día sí y al otro también

Érase una vez un país en el que su ministro de Economía pronosticaba siempre crecimientos tan raquíticos que terminaba acertando sin remisión ya que se quedaba corto por defecto. Esas previsiones «conservadoras» eran, cómo no, propias de la derecha y resultaban siempre muy bien recibidas por esa entelequia llamada «los mercados», una marca en la que transitan en realidad los inversores y cuya credibilidad necesitaba ganarse España para salir de los devastadores efectos de la crisis financiera de 2008 y sus sucesivas réplicas, agudizadas con Planes E y rotondas a discreción que apenas lograron generar, en su momento álgido, seis empleos por cada millón de euros invertido y que supuso una media de 170.000 euros por puesto de trabajo, según determinó el Banco de España.

Tras las caídas de 2012 y 2013, Luis de Guindos vaticinó para 2014 un crecimiento en el entorno del 1% que finalmente fue del 1,4%. Para 2015, pronosticó un «moderado» 2%, aunque en abril de ese año lo mejoró en una horquilla de entre el 2,5% y el 3%. El ejercicio se cerró con un avance del 3,8%.

Sigamos. Para 2016 comenzó previendo un avance del 3%, pero en abril lo rebajó al 2,7% pese a que su primera apreciación era certera: crecimos un 3%. En 2017, se apuntó una avance inicial del 2,7%, mejorado al 3% a mitad de año con una exactitud milimétrica respecto al resultado final.

No dio tiempo a más. En junio de 2018 triunfaba la moción de censura contra las previsiones conservadoras y llegaba el frenesí de Pedro Sánchez. Desde entonces, el Gobierno social-comunista acumula un historial de constantes rectificaciones de sus previsiones por parte de todos los organismos conocidos y respetados que se está agudizando con el transcurso de la legislatura hasta superar con creces más de un punto porcentual, una desviación más que notable.

La credibilidad que se ganó España con De Guindos queda ahora en entredicho un día sí y al otro también, y así mientras los estafadores nos tejen un traje maravilloso e igualitario, invisible por cierto a los idiotas, y nos venden lo guapos y paritarios que vamos a ser, la realidad es que andamos ya desnudos como en la fábula del traje del emperador. En harapos habrá que ir a votar.