Opinión

Las verdades del barquero del mercado eléctrico

El plan de ahorro energético adoptado por el Gobierno no ha servido para mejorar la situación

Manuel Parejo Guzmán

En agosto de 2021 el precio de la electricidad, que tradicionalmente estuvo entre 40 y 60 €/MWh, se situó de media en 105,94 €/MWh. A partir de aquí el problema se fue agravando día a día, hasta llegar el 31 de agosto a 476,39 €/MWh. Intentaré explicar la situación del mercado eléctrico durante el último año basándome en tres sencillas afirmaciones –las he denominado las verdades del barquero- que, por otro lado, desmontan muchas medias verdades e imprecisiones.

La primera verdad es que las medidas fiscales y de ahorro energético adoptadas por el Gobierno no han servido para mejorar la situación. En septiembre de 2021, el Ejecutivo llevó a cabo una tímida rebaja fiscal, pero no sacó de la factura eléctrica los costes regulados, que suponen alrededor del 60% de la misma. ¿Por qué no se llevaron estos costes al Presupuesto y se equilibró el mismo con una reducción drástica de gasto público improductivo?

El pasado mes de agosto se puso en marcha el decreto de ahorro energético, pero los problemas del precio eléctrico no pueden solucionarse, de ninguna manera, adoptando una serie de medidas inconexas como las contenidas en la citada norma.

Por otro lado, el 1 de octubre entrará en vigor la bajada del IVA del gas a particulares del 21% al 5%. Esta medida, a pesar de haber sido calificada como absurda por varios ministros hasta 24 horas antes de ser anunciada por el presidente Sánchez, sí podría considerarse como positiva de cara al bolsillo del ciudadano. Pero cabría preguntarse algunas cuestiones. ¿Por qué se le pone fecha de caducidad el 31 de diciembre, justo diez días después de comenzar el invierno y el gasto intensivo de gas? Porque el Gobierno tiene pensado prorrogar la medida algunos meses más a partir de enero, consiguiendo así dos impactos mediáticos con una sola acción. Además, parece conveniente mantener la rebaja hasta final de año, dado que la revisión de la revalorización de las pensiones se fija en noviembre. El Ejecutivo confía en que la rebaja del IVA contribuirá a reducir el IPC y, con ello, el déficit estructural que supondrá dicha revisión.

La segunda verdad es que el mecanismo del tope del gas no está funcionando como se esperaba. Se trata de un mecanismo mediante el cual el consumidor acaba pagando de manera diferida el supuesto ahorro que recibe. El día de entrada en vigor de esta medida, el precio medio de la electricidad fue de 225,27 euros; el 31 de agosto ese mismo precio se situó en 476,39 euros. Aunque es cierto que con esta medida se genera un pequeño ahorro en el precio, entre 13 y 57 euros, no parece serio calificarla de exitosa. Además debemos tener en cuenta que Francia está aprovechando este mecanismo que pagamos y soportamos los españoles en nuestra factura eléctrica, para adquirir electricidad a menor precio. La UE ha dejado claro que descarta copiar este mecanismo en el resto de Europa. Lo que se está barajando es limitar el precio de renovables y nucleares.

Algunos economistas y medios de comunicación repiten hasta la saciedad que con el tope del gas los hogares españoles pagan la electricidad mucho más barata que el resto de Europa: un 41% menos que Italia y un 27% que Alemania. En economía, como en casi todo en la vida, conviene ser riguroso y analizar los temas en profundidad. En el caso de Alemania cabe indicar que en 2020, antes de que empezara la crisis energética y según datos de Eurostat, el precio eléctrico de las economías domésticas alemanas ya era un 33% superior al de las españolas. Nada que ver el tope al precio del gas.

Por otro lado, para establecer una comparativa real entre los precios de la electricidad de España e Italia es preciso tener en cuenta que ambos países cuentan con un mix eléctrico muy diferente. Mientras que en España en 2021 el 20,8% de la electricidad se generó a partir de la tecnología nuclear, el peso de la misma en el mix italiano fue del 0%. España generó alrededor de un 31,4% de su electricidad a partir de fuentes eólicas y fotovoltaicas, mientras que Italia generó alrededor de un 18%. Además, mientras en Italia los ciclos combinados (gas) generaron el 48% de la electricidad, en España generaron solo el 17,1%. Resulta obvio que hablamos de dos países con fuentes de generación eléctricas muy diferentes, lo cual explica la diferencia de precio a favor de España.

La tercera verdad es que hay medidas, algunas complejas y otras que darían sus frutos a medio y largo plazo, que podrían mejorar de manera gradual el problema del coste eléctrico. La presidenta de la Comisión Europea afirmaba días atrás que hasta enero no se comenzarán a implementar medidas estructurales para mejorar la situación. El Gobierno español tampoco ha trasladado hasta el momento a instancias europeas su inquietud por ninguna de estas medidas –que explicaré a continuación–, ni ha tomado la iniciativa para su puesta en marcha.

España necesita reabrir, cuanto antes, un proceso de negociación con las centrales nucleares, declaradas tecnologías de generación verdes por la UE, para ampliar su vida útil. Cuanto más tiempo se tarde en dar este paso, más caro y lento resultará el proceso. Asimismo, sería conveniente no solo apostar por nuevos socios suministradores de gas que nos permitan acabar con la dependencia de Rusia y compensar la situación en la que quedaron nuestras relaciones con Argelia después de la intervención del Gobierno en el Sahara el pasado mes de junio, sino también reabrir el debate de la explotación de los yacimientos de gas que existen en España con técnicas como el «fracking».

De la misma manera, la UE debería plantearse cuanto antes dos cuestiones que podrían contribuir a mejorar la situación. Por un lado, debería revisar los plazos fijados para el proceso de descarbonización. El mismo lleva aparejado un sistema de compraventa de derechos de emisión de CO2 –el EU-Emission Trading System–, que implica altos costes añadidos al proceso de generación eléctrica. Por otro lado, ha quedado demostrado que el sistema marginalista de fijación de precios que utilizan los mercados eléctricos mayoristas, por el cual la tecnología más cara fija el precio de todas las demás, no es el más adecuado. Este sistema no funciona correctamente en mercados en los que la demanda es altamente inelástica, como ocurre con la electricidad. Esta metodología podría sustituirse por un sistema marginalista independiente para cada una de las tecnologías de generación, e incluso indexarse al mercado de futuros eléctricos, lo que reduciría ostensiblemente la volatilidad.

Confiemos en que en las próximas semanas la UE y el Gobierno de España pongan en marcha una reforma estructural del mercado eléctrico que posibilite mejorar los problemas del precio de la energía y de la economía. De ello depende, en gran medida, el futuro de muchas empresas y ciudadanos.

* MANUEL PAREJO GUZMÁN ES DOCTOR EN ECONOMÍA Y PROFESOR DE ECONOMÍA FINANCIERA Y CONTABILIDAD DE LA UNIVERSIDAD PABLO DE OLAVIDE DE SEVILLA