Energía

BCN-Marsella, Bangladés-Moscú

Contar con Bangladés supone para Putin una carta con la que jugar ante los desafíos del despegue de India y también de Pakistán, tradicional aliado de EE UU

En política exterior y en energía, asuntos que a menudo van de la mano, nadie da puntada sin hilo. Que se lo digan a Putin, que ahora trata de expandir sus tentáculos más allá de Eurasia e Iberoamérica. Un buen ejemplo de ello es la puesta en marcha de la primera central nuclear de Bangladés, a la que suministrará combustible para que la planta eche a andar el año próximo. Algo normal, habida cuenta de que el 90% del presupuesto de la central, una inversión de 12.600 millones de euros que debería contar con otro reactor en 2024, está financiado al 90% por Moscú. Este proyecto es la materialización de un acuerdo firmado entre ambos países en 2016 para levantar dos plantas en la región occidental de Rooppur con la total asistencia técnica y financiera del régimen ruso. La cuestión es qué pinta Rusia en Bangladés. Para empezar, que es un mercado emergente con más de 168 millones de habitantes, casi cuatro veces la población de España, y sus proyecciones demográficas apuntan a que se convertirá en un gigante (con más de 200 millones de habitantes a mediados de siglo) junto con India, que pasará a ser el país más poblado del mundo en un parpadeo, y Pakistán donde el estallido poblacional será también notable. Contar con Bangladés supone para Putin una carta con la que jugar ante los desafíos del despegue de India y también de Pakistán, tradicional aliado de EE UU.

Y como nadie da puntada sin hilo, ¿por qué ha optado Macron por un gasoducto marino a Marsella? En principio una infraestructura de estas características no solo es más costosa que una terrestre, uno de los argumentos por los que se ha desterrado el MidCat, sino que su construcción necesita de más tiempo –otro de los «peros» de Francia al MidCat–, por no hablar de los impactos medioambientales. ¿Por qué entonces se ha optado por esta vía? Las razones estratégicas no pueden desterrarse ante un giro de los acontecimientos como este.

Quizá a Francia no le interesa saturar a Alemania de gas o quizá quiere disponer de mayor control de los flujos y potenciar sus dos regasificadoras en el Mediterráneo, en Fos-sur-Mer y Fos-Cavaou, ambas cercanas a Marsella. O puede que el «BarMar» sea un truco. Un artificio que nunca verá la luz.