
Economía
Dos Españas: la privada y la pública
En España conviven dos realidades económicas muy diferentes: por un lado, los hogares y las empresas, y por otro, el sector público. Los primeros se encuentran en una buena situación, mientras que el segundo acumula incertidumbres

Antonio Machado (1875-1939), el más joven de la llamada generación del 98, escribió en 1912 un poema muy breve que concluía con dos versos tan históricos como famosos: «una de las dos Españas, ha de helarte el corazón». Faltaba casi un cuarto de siglo para la Guerra Civil, con la que tantos quisieron vincular con lo que escribió el poeta.
No fue el único que recurrió a lo de las «dos Españas». Ortega y Gasset (1883-1955) también lo hizo con frecuencia. Y hoy, más de un siglo después, son muchos los que utilizan el poema para describir la situación española. Apuntan a la política pero, sin dejar de serlo, sí parece haber por lo menos dos Españas económicas, bastante diferentes por cierto, la España privada y la España pública, mejor dicho, la del sector privado y la del público.
El Banco de España que gobierna José Luis Escrivá presentó el jueves el denominado Informe de Estabilidad Financiera. El estudio, aunque se centra el la situación financiera y sus perspectivas, extiende su visión al resto de la economía española.
En esta ocasión, los expertos de la institución, sin duda sin ninguna intención especial, esbozan un panorama que refleja la existencia de dos Españas económicas. Por una parte los hogares/familias y las empresas y por otro, el sector público.
La fotografía de ambas Españas es muy diferente. En el caso de los hogares/familias se constata una «evolución favorable de renta, empleo y riqueza». Tienen un endeudamiento «históricamente bajo» y los menores tipos de interés han contribuido a la reducción de la carga financiera, que se prevé que continúe su descenso y en los próximos años se pueda considerar moderada.
La situación de las empresas también parece favorable, según el Banco de España. Los beneficios han crecido, aunque es cierto que de forma desigual, según los sectores. El endeudamiento también bajó en términos históricos. Como ocurre con los hogares/familias, los bajos tipos de interés han permitido reducir la deuda financiera y se prevé que esté en cifras razonables en los próximos años.
El sector público, sin embargo, es otro cantar, otra España, diría no sólo el poeta. Pedro Sánchez y su gobierno impulsan y fomentan todo lo público con distintas justificaciones, sobre todo los beneficios para los ciudadanos.
Nadie insiste en que un sector público cada vez mayor –incluidas empresas de esa titularidad o participaciones en otras estratégicas– lo que hace es otorgar más poder a los responsables políticos, es decir, al Gobierno.
Esas políticas son jaleadas con entusiasmo por la mayoría de los socios parlamentarios del inquilino de la Moncloa, desde Yolanda Díaz, a los «indepes de Rufián», sin olvidar a las podemitas Ione Belarra e Irene Montero, que sueñan con el desideratum de que todo sea público.
Sin embargo, el paisaje de la España pública no es muy halagüeño. El Informe de Estabilidad Financiera del Banco de España es contundente: el sector público tiene un endeudamiento alto. Existen «presiones al alza sobre el gasto público –defensa, demografía, etc–. También detectan «indefinición en los planes de consolidación fiscal –reducción del déficit– y vulnerabilidades fiscales». Todo está redactado en el lenguaje particular de los bancos centrales, con frecuencia con abuso de circunloquios.
No obstante, queda patente que, en el terreno económico-financiero, hay dos España, una que se puede decir que va bien, con las excepciones que se quieran– que es la del ámbito privado de los hogares/familias y las empresas. Luego hay otra, la del sector público, que acumula problemas y, sobre todo, incertidumbres de futuro que –no lo dice el Banco de España– lo ponen en peligro en un horizonte mucho más cercano que lejano.
El informe diagnóstico de los expertos del Banco de España ha coincidido con la publicación, en FEDEA –el «pensadero» que dirige Ángel de la Fuente–, de un estudio de Alfonso Novales, académico de Ciencias Morales y Políticas, titulado «Cuando gobernar no es improvisar».
El autor explica cómo, a su juicio, deberían ser las políticas públicas y utiliza tres ejemplos de lo que no recomienda: la implantación del Ingreso Mínimo Vital, el anuncio de una quita de deuda autonómica y el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, los tres casos –escribe– «con resultados francamente mejorables».
Novales cree que la forma en la que se interpretan las políticas públicas en España «reflejan un modo de ejercer la labor de gobierno que transmite una imagen de discrecionalidad y arbitrariedad. Es una apariencia de poder, que puede resultar atractiva para quien gobierna, pero que constituye una manifestación de baja calidad democrática». Explicaría esas «dos Españas» que le dolían a Machado.
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