Entrevista

José Ignacio Conde-Ruiz: «La reforma de las pensiones de Escrivá es la primera de los países industrializados que sube el gasto en pleno siglo XXI»

El economista y subdirector de Fedea denuncia en su libro «La Juventud Atracada» que el futuro de los jóvenes es el gran olvidado ante el peso electoral de los mayores. «Si sólo hubieran subido las pensiones más bajas, habría 7.000 millones para gastar en jóvenes», apunta

José Ignacio Conde-Ruiz, autor de "La Juventud Atracada"
José Ignacio Conde-Ruiz, autor de "La Juventud Atracada"David Jar

Sin violencia y con el apoyo de la clase política. El futuro de los jóvenes ha sido secuestrado por los intereses de los mayores, la población más numerosa. Así lo expone José Ignacio Conde-Ruiz (Madrid, 1969), catedrático de Economía en la Universidad Complutense de Madrid y subdirector de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea), en su obra «La Juventud Atracada», un libro que nace del diálogo con su hija Carlotta donde denuncia la invisibilidad a la que están sometidos los jóvenes y las nefastas consecuencias que tendrá para España.

¿Cómo influye la demografía política al repartir fondos?

Se olvida que el envejecimiento poblacional tiene una dimensión política. La población de mayor edad se está convirtiendo en el grupo más numeroso y los políticos, que buscan ganar las elecciones, se centran en ellos porque son más, votan más, tienen unas preferencias homogéneas y es más fácil apelarles porque usan los medios tradicionales para informarse. Esto no ocurría en el pasado. En los años 90 los jóvenes éramos el 35% del electorado y contábamos con el respaldo de la política, ahora apenas llegan al 20%.

¿Los jóvenes de ahora son la primera generación que vive peor que sus padres o son la generación de cristal?

La esperanza de vida ha aumentado, se curan más enfermedades, tenemos mejor tecnología…Pero es cierto que ahora hay muchas dimensiones en las que los jóvenes lo tienen más difícil, como emanciparse y comprar una vivienda. Aunque los datos lo corroboran, entre la población mayor existe la visión contraria, piensan que los jóvenes de ahora lo tienen más fácil, no se esfuerzan, los llaman generación de cristal. Este contraste entre los dos universos paralelos que son la realidad y las percepciones son la motivación principal para hacer este libro.

¿Las medidas que ha implementado el Gobierno para jóvenes son cosméticas?

Las políticas que benefician a los jóvenes realmente no son el bono cultural ni el Interrail, aunque estén bien. Estamos hablando de invertir más en educación, en vivienda, en políticas de apoyo a la maternidad, en I+D, en ayudas a la emancipación y en frenar el cambio climático. Son políticas que van a requerir muchos recursos, pero que favorecen el crecimiento a largo plazo. Pero los políticos piensan, ¿por qué voy a invertir ahora en educación e I+D cuyos resultados los voy a ver 10 o 15 años si tengo las elecciones mañana mismo? Un político sólo va a pensar en las futuras generaciones cuando se lo exijamos.

¿Subir las pensiones un 8,5% fue una medida adecuada?

La inflación cerró 2022 en el 8,5%. Está claro que las pensiones más bajas hay que subirlas un 8,5%, pero ¿por qué hay que subir las pensiones más altas en la misma proporción? Si simplemente hubieran subido las pensiones más bajas y las otras lo hubieran hecho como los salarios públicos, habría entre 6.000 y 7.000 millones para gastar en jóvenes. Esa es una política razonable, pero no se hace y tampoco se le exige al Gobierno desde la oposición porque todo el mundo entiende que si tocan las pensiones han perdido. En vivienda, cuando yo era joven la inversión era del 1% del PIB, ahora no llega al 0,5% y buena parte de las ayudas van a rehabilitación, que es básicamente arreglar las casas de los mayores. Siempre hay dinero para los mayores, pero cuando llega la hora de los jóvenes nunca quedan recursos.

¿La reforma de las pensiones del Gobierno garantiza la sostenibilidad del sistema?

Las pensiones han subido cinco puntos de PIB al tiempo que la inversión en educación, con unos resultados nefastos en comparación con otros países, ha caído dos décimas. Con las pensiones, lo que hay que hacer es adaptarlas a la nueva longevidad. Lo que va a acabar ocurriendo es que mientras ahora están tres trabajadores potenciales pagando una pensión, si no cambia nada, en el futuro sólo habrá uno y medio. Hay que reescribir el contrato entre generaciones para hacer las pensiones pagables.

España ha llevado a cabo una reforma que tiene una parte positiva, que es que no pierdan poder adquisitivo las pensiones, aunque se debería haber pensado en una válvula de escape para situaciones de inflación tan alta, pero también es la primera reforma en la historia de todos los países industrializados que en pleno siglo XXI te da más gasto y dicen, no pasa nada, subo cotizaciones. Este es un equilibrio muy injusto para los jóvenes.

La solución pasaría por considerar toda la vida laboral, reintroducir un factor de sostenibilidad que cambie los parámetros a medida que aumente la esperanza de vida y fomentar la jubilación flexible. La gente no va a estar dispuesta a trabajar 40 horas hasta los 70 años, pero quizás 10 o 15 horas sí, aunque habría que tener esquemas de jubilación más generosos para los trabajadores con peor salud o con profesiones que exigen más esfuerzo físico.

Habla de establecer una regla de fiscalidad intergeneracional.

En el libro buscamos tres soluciones fiscales. La primera es que no haya déficit estructural. En España es de cuatro puntos de PIB, es decir, más de 50.000 millones que no estamos pagando ya que lo que hacemos es emitir deuda pública, que no dejan de ser facturas para los jóvenes. La segunda solución es una regla de fiscalidad intergeneracional en su versión más sencilla que consistiría en que por cada euro adicional que se gasta para los mayores el Gobierno debería comprometerse a destinar un euro a políticas que beneficien a los jóvenes. La última solución concierne al uso que se le da a los fondos Next Generation, destinados a priorizar a las futuras generaciones, mientras que en España se está destinando parte de ellos a la política de pensiones.

¿Cómo afrontar el problema de la escasa natalidad?

España es el segundo país de Europa con menor tasa de fertilidad y cuando le preguntan a las mujeres, las españolas son las que tienen una mayor diferencia entre los hijos que hubieran deseado tener y los que finalmente han tenido. Encuentran un mercado laboral muy precario y falta de políticas públicas como en ayudas a guarderías. Un parte de la solución pasa por gastar en políticas públicas y otra por un cambio de paradigma del mercado laboral. En una economía global, para ser competitivos necesitamos flexibilidad, pero actualmente como se protege al indefinido, la flexibilidad la dan los jóvenes y las mujeres. Deberíamos pasar a un sistema donde en momentos de crisis no se defienda el puesto de trabajo sino al trabajador. Así, cuando las cosas vayan mal el trabajador tendrá una red, que será una prestación por desempleo y una política activa de empleo que le ayudará a encontrar trabajo rápidamente. Hay que ir hacia un mercado laboral estilo nórdico, lo que llaman flexiseguridad.

¿Cómo se puede conseguir que los jóvenes sean escuchados?

La demografía política es tan intensa que los jóvenes nunca van a conseguir contrarrestarla, pero sí se les puede dar más de poder adelantado la edad para votar a 16 años, incentivando el voto o haciéndolo obligatorio e introduciendo a representantes de los jóvenes en instituciones relacionadas con el futuro, como el Pacto de Toledo. Aunque la solución pasa porque los «boomers» y la generación X empaticemos con los jóvenes y no votemos a políticos que sólo miran el corto plazo.