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EE UU juzga a Google: ¿quién es David y quién Goliat?

Arranca la causa antimonopolio más grande de la historia. El gigante basa su defensa en que «es el mejor»

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Google WALLACE WOONAgencia EFE

En Estados Unidos ha iniciado una batalla al estilo David contra Goliat, aunque no está muy claro quién es quién. En las últimas horas ha comenzado un histórico juicio antimonopolio contra el gigante tecnológico Google. El departamento de Justicia acusa a la compañía de emplear maniobras desleales para quitarse de en medio a la competencia.

En el que ya es descrito como el mayor juicio antimonopolio de la era digital moderna, la Administración quiere demostrar que Google habría perjudicado a los consumidores en su afán de convertirse en el motor de búsqueda predeterminado a través de acuerdos con fabricantes de teléfonos y navegadores.

La demanda fue presentada inicialmente en octubre de 2020, bajo la Presidencia de Donald Trump. Ahora, casi tres años después, los fiscales intentarán demostrar que, con estas prácticas, Google ha desalentado la innovación.

Según el departamento de Justicia estadounidense, la compañía tecnológica cimentó su posición dominante en la red con contratos ilegales con empresas como Samsung, Apple y Firefox, para que estas instalen su motor de búsqueda de forma predeterminada en sus teléfonos inteligentes y servicios. Lo mismo parece que sucedió con operadores de telefonía como T-Mobile o AT&T.

Así las cosas, mientras Google se quedaba con más del 90% del mercado, pocas posibilidades tenían para competir rivales como Bing (Microsoft) y DuckDuckGo. Los reguladores sostienen además que Google ha manipulado el mercado ilegalmente a su favor al exigir que su motor de búsqueda venga acoplado con su software Android para smartphones si los fabricantes desean acceso total a la tienda de aplicaciones de Android.

El juicio se alargará por lo menos diez meses y no será resuelto por un jurado, como se hace tradicionalmente en Estados Unidos para otorgar una sentencia.

El argumento de los fiscales se sostiene en que Google es grande, no sólo porque es genial, sino porque ha cortado otras vías que sus competidores tomarían para llegar a los consumidores, Esto, según la ley antimonopolio estadounidense, podría equivaler a un mal acto, lo cual es necesario para ser declarado culpable de monopolización.

Google se defiende diciendo que «nuestro éxito es merecido», según afirmó en un comunicado Kent Walker, director jurídico de Alphabet, su empresa matriz. «La gente no utiliza Google porque no tenga otra opción, sino porque quiere. Es fácil cambiar el motor de búsqueda predeterminado, ya no estamos en la era de los módems y los CD-ROM», añadió.

De esta manera, durante los siguientes meses argumentarán que las definiciones de lo que es «búsqueda» son mucho más amplias. Y van a argumentar que a los consumidores les gustan sus productos y que estos contratos, muy importantes, que han firmado con Apple, Firefox, Samsung y otras compañías para hacer de su motor de búsqueda el predeterminado en realidad no son exclusivos, no son completos y que no impiden que los consumidores encuentren otros motores de búsqueda.

Pero ese argumento puede que sea bastante debatible en corte. Y no hay que ser un experto en derecho para darse cuenta que Google, cuyo nombre se volvió incluso un verbo para describir la acción de buscar en la red, es una empresa que acapara casi cualquier ámbito de nuestra vida.

Si el juez de la Corte de Washington, Amit Mehta falla a favor de Estados Unidos, Google podría verse obligado a dividir sus actividades o a cambiar su modo de funcionamiento. Recordemos que la compañía ya ha sido multada con más de 8.200 millones de euros (8.800 millones de dólares) por varias infracciones de la ley anti competencia en Europa, aunque algunas de estas decisiones están bajo apelación.

El impacto de este juicio sin duda sentará un precedente sobre la ley antimonopolio. El único precedente comparable se cree que es la demanda hace más de 20 años contra Microsoft, entonces por el dominio del sistema operativo Windows. Entonces, la sentencia obligó a esa empresa a ser dividida en dos unidades separadas, una responsable de producir el sistema operativo, y otra de producir otros componentes de software. Amazon o Meta siguen el caso con lupa.