
Economía
Tiene los días contados: este alimento básico de la gastronomía española no tardará en desaparecer
Un alimento clave de la dieta española pierde terreno como nunca: su consumo se ha reducido a la mitad en medio siglo y encadena caídas

El pan, emblema de la mesa española, ya no ocupa el lugar de antes. Su consumo se ha reducido a la mitad en medio siglo y la tendencia sigue a la baja, empujada por el precio, los cambios de dieta y algunos mitos difíciles de erradicar.
Durante décadas fue compañero fijo de cada comida. Hoy, aparece menos y en porciones más pequeñas. Los datos históricos dibujan un descenso continuado, de rondar los 300 gramos diarios por persona en los años 60 y 70 a menos de 150 gramos en la actualidad. Los paneles de consumo confirman la curva: en 2015 se consumían 34,9 kilos por persona y año, y en 2025 la cifra cae por debajo de 28 kilos, con un retroceso acumulado cercano al 20% en una década. No es un fenómeno de una sola clase social ni de una sola generación, aunque los jóvenes encabezan el cambio hacia patrones menos tradicionales.

Consumo en mínimos: cifras y tendencias que preocupan
Los registros más recientes del Ministerio de Agricultura apuntan a un goteo constante: 26,9 kilos per cápita en 2024 y 27,8 kilos en el acumulado a julio de 2025, lo que supone otra caída interanual. Es decir, se compra menos pan en el hogar y se prescinde de él como acompañamiento. El relevo lo toman desayunos rápidos, snacks y comidas resueltas con menos pan -o directamente sin él-, a menudo sustituidos por opciones más procesadas y de mayor palatabilidad.
Del bolsillo al plato: por qué se compra menos pan
El factor precio pesa. Según el INE, desde 2015 los alimentos y bebidas no alcohólicas subieron alrededor de un 46%, y el grupo pan y cereales en torno a un 34%, por encima del IPC general. Con la energía y las materias primas presionando la cadena, muchos hogares han recortado unidades o han migrado a formatos más baratos -con menor calidad media-. El resultado es doble: menos pan en la cesta y mayor polarización entre un producto “de batalla” y otro de alta gama.
Mitos, ultraprocesados y el giro “artesano”
A la presión económica se suma el factor cultural: la idea de que "el pan engorda" se ha instalado con fuerza. La evidencia nutricional matiza ese eslogan: 100 g de pan blanco rondan 277 kcal y el integral, 258 kcal. El problema suele ser el acompañamiento (salsas, embutidos, mantequillas) y el exceso calórico global. Mientras tanto, los ultraprocesados ganan terreno por precio, comodidad y marketing, desplazando al panpese a ofrecer peor perfil nutricional. En paralelo, crece una contra tendencia: panes de masa madre, harinas integrales o ecológicas, fermentaciones largas y obradores que apuestan por digestibilidad y sabor. El mercado se parte en dos: quien busca calidad y quien necesita precio.
Las grandes superficies han usado el pan como producto reclamo, abaratando a costa de fermentaciones rápidas y harinas muy refinadas, mientras resurge un nicho de panaderos que revalorizan el método tradicional. Frenar el declive no pasa solo por el precio: exige educación nutricional (diferenciar integral real de falso integral), transparencia en etiquetado, y recordar que el pan -especialmente el integral y bien elaborado- encaja en una dieta mediterránea equilibrada.
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