Guerra comercial
Tregua entre EE UU y China
La tregua es una suspensión temporal del conflicto, por lo que si en 90 días no se alcanzan acuerdos de liberalización, la guerra comercial podría reiniciarse con aún mayor virulencia
Estados Unidos y China han pactado una tregua comercial que rebaja sustancialmente los aranceles bilaterales, restableciendo —aunque parcialmente— los flujos de comercio entre ambas superpotencias. La paz, sin embargo, no llega sin costes ni sin vencedores relativos. A diferencia de lo que cabría suponer por su retórica agresiva, ha sido Estados Unidos quien ha tenido que rebajar más sus pretensiones iniciales, reconociendo así su posición de debilidad en esta escalada arancelaria.
La guerra comercial comenzó el pasado 2 de abril, cuando Donald Trump impuso un arancel adicional del 34% a las importaciones chinas, que se sumaba al 20% previamente establecido como castigo por la supuesta falta de cooperación del régimen chino en la lucha contra el fentanilo. China, que hasta entonces no había tomado represalias, reaccionó imponiendo su propio arancel del 34%. A partir de ahí, ambos gobiernos iniciaron una carrera de represalias cruzadas que llevó los aranceles hasta el 145% en el caso de EE UU y el 125% en el caso de China, bloqueando de facto el comercio directo entre ambas economías.
El impacto no tardó en hacerse sentir: rutas comerciales desviadas, costes encarecidos, mercados financieros alterados y perspectivas de recesión global. Ante semejante dislate, ambos gobiernos han optado ahora por una tregua de 90 días que implica reducir los aranceles al 30% por parte de EE UU y al 10% por parte de China.
La rebaja es sustancial, sí, pero aún deja el comercio bilateral más gravado que antes del 2 de abril. Y es ahí donde salta la contradicción de la política trumpista: tras declarar una guerra comercial total y escalar las represalias, Estados Unidos ha aceptado un statu quo más restrictivo que el que existía previamente, pero también bastante menos agresivo del que pretendía imponer. Trump exigía un 54% de arancel y ha tenido que conformarse con el 30%. Mientras, China ha pasado de no imponer ningún arancel general a consolidar uno del 10%.
El mercado ha reaccionado con euforia, pero la tregua no es un tratado de libre comercio, sino una suspensión temporal del conflicto. Si durante estos 90 días no se alcanzan acuerdos profundos de liberalización, la guerra comercial podría reiniciarse con aún mayor virulencia. Por ahora, Trump ha conseguido sólo nos ha proporcionado menos comercio y más incertidumbre.