Editorial
La oposición nunca ha contado para Sánchez
La negociación de los nuevos Presupuestos Generales del Estado, ya sin más margen fiscal y con la deuda de familias y empresas disparada, determinará el tramo final de la legislatura.
El debate sobre el Estado de la Nación no ha hecho más que confirmar lo ya temido, que para el presidente de un gobierno en minoría, como el que preside Pedro Sánchez, la oposición parlamentaria no es más que una molestia impuesta por la condición democrática de España. De lo contrario, no se entendería el absoluto desprecio a la opinión de quienes representan, prácticamente, a la mitad de la población española, con la que el presidente del Ejecutivo acaba de dinamitar todos los puentes.
Sin duda, Sánchez creerá que su giro hacia la izquierda radical le garantiza el apoyo de la heterogénea coalición que le sostiene hasta el final de la legislatura, pero nunca como ahora había debilitado tanto su posición. En primer lugar, porque la pretendida ampliación de su base electoral hacia su izquierda, con la que pretende compensar la desafección de los sectores socialistas más moderados, choca directamente con sus socios de Unidas Podemos, a los que condenaría a la extinción, y, en segundo lugar, porque los partidos nacionalistas e independentistas exigen, como recordaron ayer sus distintos portavoces en el Congreso, unos acuerdos políticos que chocan directamente con la Constitución. En este sentido, no dio, precisamente, buenas sensaciones la intervención de la representante de Bildu, emplazando a Pedro Sánchez a dar los pasos necesarios para culminar el proceso de creación de la república independiente de las Vascongadas.
Se argüirá que no es más que la retórica de siempre, pero se olvida que los proetarras, como los separatistas catalanes, se deben a un electorado sobre el que comienza a pesar la desactivación del conflicto. Por otra parte, no parece que los socios de legislatura del PSOE estén dispuestos a asumir su parte de responsabilidad en la desastrosa deriva económica de España, con una inflación del 10,2 por ciento, que las medidas anticrisis no consiguen frenar, por más que aplaudan la demagogia de los nuevos impuestos a la banca y a las malvadas eléctricas, cuyas consecuencias en un escenario de subida de los tipos de interés repercutirán, a la postre, sobre el bolsillo de los ciudadanos.
Es por ello, que la negociación de los nuevos Presupuestos Generales del Estado, ya sin más margen fiscal y con la deuda de familias y empresas disparada, determinará el tramo final de la legislatura. Y nada podrá reprochar Pedro Sánchez a la oposición, de la que sólo ha requerido la firma de un cheque en blanco a sus decisiones, si la situación se le tuerce. El líder del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, tendió la mano al Gobierno para acordar unas medidas económicas que pudieran aliviar las consecuencias de la crisis y no consiguió más que un descortés rechazo, pese a que su diagnóstico, como estamos comprobando, era acertado. Pero para Sánchez, la oposición nunca ha contado lo más mínimo.
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