Editorial

Extrañas disonancias en el mercado laboral

Es evidente que están saliendo a la luz los defectos de una reforma laboral que fue publicitada como la mejor legislación habida nunca en España,

Pedro Sánchez y Yolanda Díaz
Pedro Sánchez y Yolanda Díaz, durante una sesión de control al gobierno en el Congreso de los Diputados.Alberto R. RoldánLa Razón

La vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo en funciones, Yolanda Díaz, mantuvo en uno de los debates electorales, y lo hizo con determinación, que no era cierto que hubiera descendido el número de horas trabajadas en España pese a la mejor evolución del mercado laboral, con un incremento del número de contratos. Pues bien, las estadísticas hechas públicas por el INE, un organismo oficial, revelan esa caída en el segundo trimestre del presente año, al tiempo que confirman la menor duración media de los contratos temporales.

Es evidente que están saliendo a la luz los defectos de una reforma laboral que fue publicitada como la mejor legislación habida nunca en España, pero que, como otras leyes del gobierno de coalición social comunista, nacía como un instrumento aislado, sin imbricación con la política económica general. Tal vez, la potenciación de la figura del empleado fijo-discontinuo, que ya existía, hubiera podido cumplir la función prevista por el legislador de no haber coincidido con una presión fiscal histórica sobre empresarios y trabajadores, que, forzosamente, tenía que llevar a la reducción de costes laborales por parte de unas pequeñas y medianas empresas sin otro margen de competitividad.

Con un problema añadido, que el Ministerio de Trabajo mantiene en calculada opacidad, de distorsión sobre las estadísticas reales del desempleo, puesto que alrededor de 670.000 trabajadores fijos-discontinuos no figuran como parados, pese a que no se encuentren trabajando. Para la ministra y líder de extrema izquierda española ese desfase estadístico, que no impide que España sea el país de la Eurozona con la mayor tasa de paro, le ha venido bien a la hora de la defensa de su gestión, pero los muros de la propaganda nunca resisten largo tiempo el envite de la realidad.

Una vez más, el esfuerzo empresarial, especialmente el de la industria turística, está consiguiendo mitigar las turbulencias, aunque no parece suficiente, puesto que la OCDE ha puesto cifras a otro dato «maldito» de esta campaña electoral, como es que la caída de los ingresos medios de los hogares en España ha sido la mayor de todos los países miembros, el 3,6 por ciento para ser exactos, frente al 2,2 por ciento de la media de la OCDE.

Que tras la gestión de un gobierno de izquierdas, que presumía de haber creado un marco laboral intachable y de una evolución de la economía inmejorable, nos hallemos con un mercado de trabajo en el que repunta la temporalidad y la contratación a tiempo parcial, no debería sorprendernos, puesto que son las consecuencias lógicas de unas políticas ya conocidas, en las que se trata de cuadrar un círculo imposible: presionar impositivamente la creación de riqueza y pretender que empresas y trabajadores no se resientan. Aunque, eso sí, desde la más entusiasta de las propagandas.