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Editorial

Una voz de izquierdas contra la crispación

La sociedad española coincide en el diagnóstico del político socialista manchego, por más que ese discurso no caiga demasiado bien entre la dirección radicalizada del actual PSOE

La Razón de Emiliano García-Page, Presidente de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha.© Alberto R. Ro Alberto R. RoldánPHOTOGRAPHERS

No en vano, Emiliano García-Page es el único barón socialista que gobierna una comunidad autónoma, Castilla-La Mancha, sin la muleta de la extrema izquierda y con un discurso alejado de la crispación, en el que no se divide a la sociedad española entre buenos y malos ni se considera al adversario político como el enemigo a batir. Ayer, en la casa de LA RAZÓN, el presidente castellano-manchego nos trasladó a otro tiempo no lejano en el que era posible la búsqueda de acuerdos en materias fundamentales para el Estado, como el pacto Antiterrorista o la sucesión de la Corona en la figura de Don Felipe VI, sin que ello supusiera renuncia alguna a los principios ideológicos que informan los dos grandes partidos políticos españoles.

Sin duda, porque García-Page, que ha sido también alcalde, en Toledo, comprende la complejidad de un entramado social en el que siempre dominan más los grises que las posiciones extremadas. De ahí, que en su intervención no rechinen ni las palabras en defensa de la voluntad popular que eligió como presidenta madrileña a Isabel Díaz Ayuso ni las críticas a una estrategia de acoso y derribo brutal, como la que está llevando a cabo el socialismo madrileño, convertido en peón de La Moncloa en las inocultables intenciones del presidente del Gobierno.

Es más, García-Page hizo un análisis impecable de la política de confrontación, guerracivilista, en nuestra opinión, al destacar la obsesión que embarga a la izquierda por mantener a Vox en el reñidero de la opinión pública con un doble objetivo: que la formación conservadora de Santiago Abascal lastre el crecimiento en votos del Partido Popular, por un lado, y que Vox, convertido en el espantajo de la extrema derecha, actúe como pegamento de la izquierda para seguir en el poder. Frente a esta situación, García-Page postula que España necesita un giro al centro, dado que «el país lleva demasiado tiempo abriéndose a todo tipo de populismos, y necesita regresar a una cierta normalidad».

Y la fórmula no es otra que «el PP y el PSOE intenten jugar en su solar habitual», sin dejarse llevar por tentaciones radicales y apostando por «ideologías incluyentes». No podemos estar más de acuerdo y estamos seguros de que la mayoría de la sociedad española coincide en el diagnóstico del político socialista manchego, por más que ese discurso no caiga demasiado bien entre la dirección radicalizada del actual PSOE y de unas bases a las que se empuja con una propaganda atroz hacia trincheras y muros. Sin embargo, no consideramos que García-Page, sin otras aspiraciones políticas declaradas que la gobernación de su comunidad autónoma, predique en el desierto. Son muchos los españoles que, como él, no entienden las cesiones a los nacionalismos excluyentes ni, por supuesto, la exclusión de una parte de la sociedad al servicio de un proyecto de poder.