Investidura de Pedro Sánchez
ERC dice que le “importa un comino” la gobernabilidad y niega un pacto de Presupuestos
El nuevo Gobierno quiere maquillar la negociaciones con la Generalitat con una agenda social
«Traidores» o «fascistas». La España de la nueva etapa política que se abre con el Gobierno de coalición ha cegado todos los grises. Pedro Sánchez superó ayer la investidura con la apretada mayoría prevista, 167 «síes» contra los 165 «noes», y en los próximos días confirmará los nombres de su nuevo Gabinete, al que anuncia que quiere dar un amplio perfil y contenido social para tapar la negociación bilateral con la Generalitat y ERC, que tendrá que activar de inmediato de acuerdo con lo pactado con el partido de Oriol Junqueras.
La sesión de ayer volvió a ser un espectáculo bronco, reflejo de las dos Españas, en una realidad en la que la gestión de Sánchez, y los intereses partidistas del bloque del centro derecha, han anulado por completo la tradicional vía de contactos de Estado entre el Gobierno y el principal partido de la oposición. Los partidos volvieron a zarandearse sin dejar ningún margen para la integración del contrario, cada parte sacando provecho de una coyuntura en la que se ha cronificado la imagen de un presidente del Gobierno instalado en el relativismo y capaz de encajarlo todo. El sábado fue el intento de humillación por parte del portavoz de ERC, Gabriel Rufián, y el discurso de miseria moral de la portavoz de EH-BIldu, condenada por apología del terrorismo. Ayer ERC brindó el número de ceder la portavocía en el debate a la diputada independentista Montserrat Bassa, que tachó de «verdugo» al PSOE en nombre de su partido y advirtió de que «le importa un comino la gobernabilidad». Es hermana de la ex consejera Dolors Bassa, condenada a 12 años de prisión por delitos de sedición y malversación. El PSOE calló.
La investidura se certificó bajo la consigna de Podemos del «sí se puede» y la emoción no contenida de Pablo Iglesias, para abrirse a partir de ahora una etapa política en la que Sánchez se enfrenta al reto de amarrar unos Presupuestos cuanto antes. Ésta es la primera gran prueba de fuego para la estabilidad de su Gobierno, hasta el punto de que en el PSOE consideran que es la base para aguantar «pese a todo», al menos hasta que se aproximen unas elecciones autonómicas y municipales, cuando el pulso de ERC puede hacerse realmente insostenible y antiestético para tantos de los dirigentes autonómicos y provinciales del PSOE que hoy callan. ERC niega que haya asumido ningún compromiso sobre esos próximos Presupuestos a cambio de la mesa bilateral, la consulta y la asimilación socialista del discurso de la desactivación de la vía judicial contra las ilegalidades del secesionismo. Desde el entorno de Sánchez filtran, sin embargo, que los Presupuestos entran dentro del paquete negociado y que hay tranquilidad absoluta. En cuestión de semanas se verá quién está en la verdad, teniendo en cuenta, además, que la montaña rusa de la política catalana puede dar un vuelco a supuestos que hoy se dan por seguros.
La supervivencia de Sánchez depende de que sea capaz de agitar la agenda social con la suficiente fuerza como para tapar sus obligaciones con ERC, jugando con el escaso margen que tendrá en eso de la geometría variable para darle contenido a su Ejecutivo en coalición. Los acuerdos transversales han quedado anulados por la gestión de la negociación de la investidura, y en los temas sociales puede sumar mayorías inestables, aunque siempre sometidas al ajuste de los límites impuestos por Bruselas. PNV y ERC han sacado adelante su Gobierno, pero están en las antípodas en cuanto a política económica, por ejemplo. Su margen está, en cualquier caso, solo en este mantra de la «política social» y en jugar con la ideología, porque en las grandes reformas, incluida la de la política territorial, España queda sometida a la parálisis de los dos bloques antagónicos.
La cohabitación con Podemos es otro de los grandes misterios, una vez que se pase el fuego de la ilusión de la llegada a La Moncloa y de la sensación de tierra conquistada. La lealtad se mantendrá en tanto PSOE y la formación morada compartan intereses electorales, y ahora habrá que ver de qué manera se ajustan Iglesias y sus ministros a unas carteras que les dan entrada en el Gabinete de Sánchez, pero que están bastante vacías de contenido. No puede negarse que este pulso lo ha ganado Iglesias porque al final hay coalición y él es el vicepresidente de esta coalición. Si bien también es cierto que Podemos ha tragado con un reparto en el que bajo la pompa hay poco margen de influencia en las decisiones, justo aquello por lo que en julio rechazaron la oferta del PSOE. De momento, el punto de partida se sostiene en la imagen de que se está forzando un macrogobierno para poder colocar a la parte ornamental de la cuota morada, cuyos representantes tendrán su coche oficial, su cartera y el título de Ilustrísimos, aunque la cartera esté vacía de contenido. En el PSOE también cargan con el coste de la «pareja», como dicen dentro del Partido Socialista, en alusión al hecho, sin precedentes, de que compartan sillón en el Consejo de Ministros dos personas que mantienen una relación sentimental: Iglesias e Irene Montero.
El escudo dialéctico para proteger a Sánchez ya lo tienen inventado en Moncloa, con la ayuda del margen que les da la competencia dentro del bloque del centro derecha por ver quién «golpea» más fuerte al PSOE en la oposición. Todo se explicará en la confrontación entre derecha e izquierda, y en una polarización extrema a sabiendas de que beneficia, precisamente, a los extremos, a Vox.
El debate de investidura ha sido un primer ensayo de lo que se verá en la izquierda y en la derecha durante toda la legislatura. El problema para Sánchez, que es quien tiene la responsabilidad de gobernar, es que está solo si le vienen malas en lo que afecta al desafío independentista porque ha roto todos los puentes con sus socios naturales, PP y Ciudadanos.
Y el calendario del 20 viene cargado de circunstancias que exigirían un entendimiento entre los dos principales partidos atendiendo al interés del Estado español.
Dos ejemplos. Por un lado, la diplomacia española ante la nueva ofensiva secesionista para internacionalizar el «conflicto», a rebufo de la sentencia del Tribunal de Justicia Europeo que ha dejado a España fuera de juego. Vienen semanas claves y los eurodiputados españoles saben que lo que les trae el futuro va a ser muy difícil de manejar. Por el «circo» y las complicidades que encontrarán en Bruselas Puigdemont y Junqueras. Es tal la situación de excepcionalidad con respecto al pasado de colaboración constitucionalista que se asume ya como posible que el PSOE no vote junto con el PPE cuando llegue al Pleno el dictamen sobre la retirada de la inmunidad. Éste es un trámite común en la Eurocámara, pero nunca en casos tan polémicos y políticos como el catalán.
Y otro ejemplo es el de la continuidad de las causas judiciales contra el «procés» y la posición de la Fiscalía, donde se espera un relevo inmediato en cuanto se haga efectivo el nuevo Gobierno. Aquí golpea la exigencia de ERC de desactivar a los tribunales. Están pendientes, entre otros casos, el juicio a Trapero, los dos juicios contra la Mesa del Parlamento catalán que presidía Forcadell o la macrocausa que tramita el juzgado número 13 de Barcelona y que afecta a varios ex altos cargos de la Generalitat.
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