Sin Perdón

El apunte de Francisco Marhuenda: “La pírrica victoria de Sánchez de la cuarta vicepresidencia”

Estamos ante una victoria pírrica del líder socialista, porque nombrar tres o cuatro vicepresidentes resulta indiferente ya que seguirá siendo el gobierno Sánchez-Iglesias

Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, el pasado martes en el Congreso
Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, el pasado martes en el Congresolarazon

No entiendo muy bien la estrategia de Sánchez cabreando a sus socios de gobierno. Me parece tan esperpéntica como contraproducente. Las coaliciones nunca son fáciles, porque hay que cohesionar culturas políticas diferentes y ambiciones personales contrapuestas. Lo que es incomprensible es menospreciar a tu socio antes de formar el gobierno. Es insólito. Estamos ante una victoria pírrica del líder socialista, porque nombrar tres o cuatro vicepresidentes resulta indiferente ya que seguirá siendo el gobierno Sánchez-Iglesias. Lo digo sin ninguna intención maliciosa de restar relevancia al inquilino de la Moncloa, sino constatando una realidad política que es imposible obviar.

Calvo, Calviño y Ribera dependen de Sánchez, dos son militantes de su partido y la otra es una independiente socialista hasta las cachas, mientras que Iglesias es el líder indiscutido de Unidas Podemos. ¿Dónde está la victoria de Sánchez creando una vicepresidencia por sorpresa en un absurdo intento de diluir a Iglesias? Es una actuación muy torpe. El líder de Podemos tiene un compartimento estanco que podrá gestionar rodeado de su equipo de confianza e incluso con Universidades que es un ministerio muy importante para la izquierda, aunque tenga las competencias transferidas. Pablo tiene, sobre todo, proyección nacional e internacional. Es algo impagable políticamente, porque le permite desarrollar una agenda muy potente.

El sembrar la discordia con tu socio por algo tan escuálido es, como mínimo, un despropósito así como una deslealtad que permite augurar una cohabitación francamente complicada. Nada sabían en Podemos de esta cuarta vicepresidencia, pero la situación es tan sorprendente que Ione Belarra explicó las propuestas de nombramientos que iban a realizar y los negociadores del PSOE no le contaron nada de las propias. Una vez más es necesario recordar que es un gobierno que solo tiene 155 diputados y que tendrá que negociar mucho para lograr cualquier avance. Al margen de los fervorosos aplausos que recibe de la izquierda mediática no debería olvidar cuán frágiles y volubles pueden ser este tipo de halagos porque lo ha sufrido en su propia carne. Los pelotas de hoy son los implacables enemigos del mañana.

Otro aspecto negativo para Sánchez es que consagra la desconfianza de sus socios que se dan cuenta de que no es fiable, ya que puede decir una cosa y hacer la contraria. Es cierto que es algo coherente con los 140 años de la historia real del PSOE y no del fantasioso relato que ofreció Adriana Lastra en la tribuna del Congreso. Como todo partido con una trayectoria tan larga como importante ha hecho cosas buenas, malas y regulares. Es lógico. Y entre ellas ha estado engañar cuando le ha resultado políticamente conveniente. El rival del PSOE es el PP mientras que el enemigo ha sido, es y seguirá siendo Podemos.

No es fácil pasar del veto a Iglesias al amor casi pasional que mostraron en el debate de investidura. Era tan grande la impostura que provocaba vergüenza ajena. Hace años estaba con Pujol en un restaurante esperando a que llegará Rajoy cuando despidió a un ex consejero que era su delegando diciéndole simplemente “ya te puedes ir”. Al ver mi cara de sorpresa y con la relación que teníamos, no puedo negar que de afecto por mi parte a pesar de discrepancias políticas profundas durante muchos años, me respondió con el afecto que también me tenía que no estaba en política para hacer amigos y que ni siquiera lo eran sus consejeros. Me dijo muy gráficamente que no se iba a comer o cenar con ellos y sus parejas como si fueran amigos. Fue una interesante lección que nunca olvidaré y que me hizo entender muy bien la visión de los políticos que llegan a la cumbre así como la soledad en la que se tienen que instalar.

Pedro y Pablo nunca serán amigos, pero no pasa nada y tienen que colaborar juntos. Es el término cohabitación. Por ello, el primero tendrá que asumir que no podrá cortar las alas de su socio o diluirlo creando vicepresidencias en una estrategia, siento decirlo, tan estéril como pueril. No sé quién le puede haber aconsejado tamaño despropósito. Lo único que ha conseguido es cabrearlos y sembrar la sombra de la duda, aunque debería tomar nota que han optado por un prudente silencio. Sánchez tendría que hacer de la necesidad virtud, porque de ello depende su supervivencia. En caso contrario este gobierno será un lío enorme.

Director de La Razón y profesor titular de Historia del Derecho y de las Instituciones (URJC)