Sin Perdón

El apunte de Francisco Marhuenda: “La euforia triunfalista del populismo socialista-podemita”

“Los barones tienen el mismo peso en el PSOE que mi perra Lolita. Lo mismo sucede con la vieja guardia que en realidad se ha quedado apolillada”

Pedro Sánchez posa junto a su Gobierno hoy en el Palacio de La Moncloa
Pedro Sánchez posa junto a su Gobierno hoy en el Palacio de La MoncloaAlberto R. Roldán

Es indudable que la izquierda se maneja muy bien con la propaganda. En estos tiempos tan inconsistentes de las fake news y los mensajes cortos al estilo del texto de un tweet no hay que sorprenderse de que Sánchez y su gobierno se instalen en un populismo que les ha funcionado muy bien. No creo que haya llegado el apocalipsis, como definió con gran habilidad el presidente a los que se oponen, con mayor o menor acierto, a este gabinete variopinto y confuso.

De momento, los barones socialistas han adquirido grandes cantidades de vaselina, como ingeniosamente señaló Emiliano García Page, y no ha pasado nada. No hay nada como el poder para cohesionar a un partido alrededor del líder. No descarto que en cualquier momento le llamen “amado líder”. Mejor no dar ideas a los neosanchistas mediáticos que no tienen rubor a la hora de mostrarle su adhesión inquebrantable y su peloteo próximo al patetismo. En este sentido es bueno recordar que Sánchez es el secretario general que ha logrado un mayor control del PSOE.

Es la irrupción del populismo en los partidos, porque en el momento en que se instala el modelo de primarias nada importan los barones. Es más, por decirlo gráfica e irónicamente, los barones tienen el mismo peso en el PSOE que mi perra Lolita. Lo mismo sucede con la vieja guardia que en realidad se ha quedado apolillada.

Por tanto, no ha llegado el apocalipsis, sobre todo porque España es tan grande e importante que puede sufrir los errores de cualquier gobierno. Es cierto que Sánchez acertó con usar este término, porque expresa muy bien el mensaje que subyace dirigido a lograr el apoyo de la izquierda española frente a la ultraultraultra derecha que solo existe en la imaginación de algunos. Como es normal, al inquilino de La Moncloa le importa un pepino una derecha que nunca le votará. No es necesario que insista en que no me gusta este gobierno ni por el revanchismo guerracivilista de algunos de sus miembros ni por las propuestas anunciadas en política económica porque me parece que son un grave error teniendo en cuenta la fragilidad de la economía española en un contexto mundial tan complicado. Hay otras cuestiones que no me gustan, pero veremos cómo se desarrolla este gabinete tan poco cohesionado. Una vez hechas estas críticas hay que ver qué medidas adopta y cómo las piensa pagar. Me encantaría equivocarme.

Otro aspecto es la fragilidad parlamentaria y su clara dependencia del independentismo catalán. Es preocupante porque el fervoroso Sánchez del 155 es ahora el fervoroso Sánchez que quiere hablar con Torra. Es una fascinante capacidad camaleónica. El independentismo solo entiende la firmeza en la defensa del Estado de Derecho y del ordenamiento constitucional. Es verdad que tiene apoyo popular y es absurdo ignorar esta realidad, pero es un error inmenso mostrar debilidad y ceder pensando que esto permitirá resolver el conflicto. No se consigue provocando el efecto de fortalecerlo en su objetivo de acabar con España y lograr la independencia. Sánchez debería entender que no hace más que posponer el problema mientras les dota de mayores medios, aunque este no sea su objetivo. Es muy importante tener siempre presente la frase “ho tornarem a fer”, porque refleja fielmente la perseverancia del independentismo y sus líderes. Y a la que puedan le engañarán incluso antes de que él lo haga con ellos.

Otro aspecto interesante son las medidas sociales, porque son realmente la proyección de un populismo inyectado en vena, aunque pueda estar bien intencionado en algunos casos. El problema es que no es un casposo y machista concurso de mises. La cuestión es quién va a pagar el festín del gasto público y la respuesta es evidente. La demagogia populista de que el dinero se conseguirá exprimiendo a los ricos y las empresas así como persiguiendo a los defraudadores es de un simplismo pueril.

Es verdad que el fervor izquierdista de algunos periodistas y columnistas así como el sometimiento de las ONG’s, los sindicatos y las asociaciones variopintas de izquierdas serán los mejores aliados del Gobierno. Lo mejor serán los golpes de efecto populista y las descalificaciones al centro derecha mientras se le pide su apoyo. Casado, Arrimadas y Abascal así como el resto de “desafectos” a esta nueva era gloriosa de progresismo ya se pueden ir preparando, porque serán machacados de forma inmisericorde. Ni se lo imaginan en sus peores pesadillas.

Director de La Razón y profesor titular de Historia del Derecho y de las Instituciones (URJC)