Coronavirus

El virus pandémico del camino a la independencia

Torra, con Mitjà y al margen de ERC, se ha propuesto que el coronavirus sea la nueva estelada para blandir en la cabeza del estado opresor que ha lanzado el coronavirus contra Cataluña

QUIM TORRA
Quim Torra, durante la reunión telemática de este domingo con el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez y el resto de presidentes autonómicoslarazonAgencia EFE

Oriol Mitjà era amigo de Santi Vila, el conseller de la Generalitat que dimitió porque no quiso hacerse cómplice de las veleidades de veleidades de Carles Puigdemont cuando declaró la independencia de Cataluña. Mitjà por esa época, dicen los que le conocen, que no estaba por la DUI ni por extravagancias. El epidemiólogo parece que ha cambiado. Hasta el 5 de abril todavía figuraba en una lista de apoyo a Junts per Catalunya en las elecciones autonómicas. Justo ese día su nombre fue borrado del listado de médicos que apoyaban la lista de Joaquim Forn y Elsa Artadi. Justo ese día, qué casualidad, Torra anunció que lo fichaba como mano ahora es la mano derecha de Joaquim Torra, al frente de un comité científico que funciona al margen del oficial que asesora a la conselleria de Salut, dirigida por la republicana Alba Vergès.

Mitjà saltó a la fama por alertar contra el coronavirus, según su versión porque los tuits que emitió antes de la celebración del Mobile en Barcelona apuntan todo lo contrario, y subió al altar de “héroe indepe”, al pedir la dimisión del doctor Fernando Simón y por levantar la bandera del confinamiento total. Dice ser un profesional que está al margen de la política, pero cada día se esfuerza en hacer declaraciones políticas poniendo a caldo a todo aquel que le critica. Mitjà se esfuerza en decir, día sí y otro también, que su cargo de asesor es sin remuneración. Parece que el doctor no sabe que es ilegal cobrar dos salarios públicos, porque ahora cobra salario público en el hospital de Can Ruti donde presta sus servicios.

Torra, con Mitjà y al margen de ERC, se ha propuesto que el coronavirus sea la nueva estelada para blandir en la cabeza del estado opresor que ha lanzado el coronavirus contra Cataluña. En esta versión enfermiza que agita a las tropas en las redes sociales, se han sumado los medios de comunicación bien regados. El último ejemplo, la campaña lanzada contra el presidente Pedro Sánchez por enviar a Cataluña 1.714.000 mascarillas. Pues bien, alguna mente calenturienta considera que este número es macabro porque recuerda la derrota de Cataluña en 1714. Al menos, en Cataluña tenemos mascarillas porque la pasada semana Torra anunció el reparto de mascarillas -aunque en la entrevista se equivocó y confundió “mascaretes por semarretes -mascarillas por camisetas- por parte de la Generalitat. Un reparto no nato. El anuncio murió por inanición horas después porque no hay mascarillas y no se avisó del supuesto reparto a los repartidores: los farmacéuticos.

Torra ahora señala a Sánchez como el culpable del desconfinamiento y su gobierno no duda en acusar de las posibles muertes al presidente español, aunque la gestión de la Generalitat en las residencias de ancianos catalanas las ha convertido en morgue. Torra, por si acaso, se quitó el tema de encima endosándoselo a su conseller. De ERC, por cierto.

Sabe de sobra que las nuevas medidas no son el fin del desconfinamiento, pero atiza las brasas porque todo vale para marcar distancias con la pérfida España, con los informes de Oriol Mitjà que desde el inicio de la pandemia también nos anunció una vacuna -vacuna catalana, la bautizaron los medios de propaganda del independentismo- que no está y no se la espera. Torra agita el coronavirus contra Sánchez, pero también contra sus consellers de ERC o contra sindicatos y empresarios que no le bailan el agua alrededor de su confinamiento total. A Torra no le gustó que el domingo por la noche empresarios, sindicatos y Govern, el suyo pero que no cuenta con él, acordaran por ejemplo los mínimos de seguridad para activar el sector de la construcción.

Por si fuera poco, el Govern saca a relucir polémicas paletas. Miquel Buch, conseller de Interior, nos dijo como regalar la mona de Pasqua. Ir a comprarla a la pastelería y luego enviarlas por algún medio de transporte a los ahijados. ¿En serio? Las explicaciones dejaban a los catalanes al nivel de párvulos, y la pregunta inmediata es ¿si hay confinamiento, tan esencial es enviar la mona? Por si fuera poco, el top ten de las majaderías lo vivimos ayer en la persona de Meritxell Budó. Dijo sin ruborizarse, que tienen informaciones de primera mano de que en el gobierno hay tensiones por la liberalización del desconfinamiento. Seguro que todos piensan que los “díscolos” del ejecutivo lo primero que hacen es decírselo a Torra, sólo faltaría. Pero, la guinda al pastel del sinsentido fue cuando Budó aconsejó no comprar libros por Sant Jordi, ni enviarlos. Justo lo contrario que minutos antes dijo la consellera de Cultura, Mariàngela Vilallonga, que pidió ir a comprar libros para el 23 de abril. No se aclaran ni entre ellos. Lo peor es que seguimos teniendo coronavirus, a Oriol Mitjà de asesor aúrico y salvador de la pandemia y a un president que no dimite. Y por cierto, los “Miquelets al combate”, un grupo independentista friky que recupera el nombre del cuerpo de mercenarios de los austracistas en la guerra de sucesión, ha convocado para el 14 de abril “huelga general preventiva” hasta que se haga efectiva la Declaración Unilateral de Independencia. Pues, tenemos para rato.