Gobierno de España

Page, el contrapoder del PSOE

La figura del presidente de Castilla-La Mancha emerge para liderar el ala crítica al acuerdo con los abertzales y se ofrece como «mediador» con Ciudadanos

21 de mayo de 2017. Pedro Sánchez gana las primarias del PSOE al aparato del partido, representado por Susana Díaz y respaldado por las federaciones más poderosas. El «renacido» secretario general impone una nueva hoja de ruta, «el nuevo PSOE», sin los complejos para alcanzar pactos que –por falta de autonomía– caracterizaron su primera etapa al frente de la formación. Un giro hacia la izquierda, escenificado en la entente con los independentistas catalanes y vascos que le permitieron tocar el poder en junio de 2018, con la moción de censura, y revalidarlo, posteriormente, en la investidura de enero de 2020. Tres años después, el aniversario de su vuelta a Ferraz ha sido agridulce y coincide con el momento político más comprometido que ha vivido el PSOE desde que llegó a La Moncloa. Causa-efecto. Condicionar la supervivencia del Gobierno y del proyecto a los independentistas ha disparado las alarmas dentro y fuera del partido. El pacto con EH Bildu para derogar la reforma laboral ha despertado los viejos fantasmas y la contestación interna que en 2016 ya llevó a iniciar un movimiento para frenar las «ansias» de Sánchez «de llegar al poder a cualquier precio».

«Perplejos». «En shock». Así se reconocen en uno de los feudos otrora críticos con el secretario general, tras destaparse la maniobra de pactar con los abertzales una abstención «innecesaria», que perjudica la igualdad entre territorios e impone unas condiciones «inasumibles». Existe temor a que, si se sigue por este camino, se acabe propiciando un nuevo cisma dentro del partido. La conmoción es mayor, si cabe, porque desde esta y otras federaciones se observaba con optimismo como el Gobierno había optado en el último mes por tejer acuerdos de manera preferente con Ciudadanos, zafándose así de la dependencia de los soberanistas de ERC. Esta geometría variable hacia el centro va en la línea del espacio en el que se sienten cómodos barones como el presidente de Castilla-La Mancha o el de Aragón.

Fue Emiliano García-Page el que alzó la voz esta como otras veces para confesarse «dolido» y pedir que se diera marcha atrás respecto al pacto con Bildu porque «los que han despreciado la vida y la han atacado, o han defendido políticamente el ataque a la vida, han sido una línea no roja, sino muy negra y lo van a seguir siendo». El presidente de Castilla-La Mancha ha emergido como figura de contrapoder en un PSOE sin margen de maniobra contra Sánchez. Con Susana Díaz de salida, García-Page con una mayoría absoluta –también incontestable– en su región se ofreció incluso a ejercer de «mediador» para afianzar la vía de pactos con Ciudadanos. En la misma línea, se manifestó Javier Lambán, que en un mensaje en su cuenta de Twitter celebró el apoyo de la formación naranja a la prórroga del estado de alarma y expresó su esperanza de que «ojalá Moncloa no se vea obligado a volver a recurrir para nada a partidos que no creen en España ni en futuro común de todos los españoles». Estos territorios se alinean abiertamente con el sector que representa Nadia Calviño en el Ejecutivo, frente al alma dura de Pablo Iglesias que promueve el entendimiento con los abertzales. Se lamenta, también, de que nadie les haya llamado para darles explicaciones.