Política

Charos contra Cayetanas

La guerra empezó en las redes sociales. pero ya ha saltado al terreno político. De un lado, las Charos, feministas de izquierdas, y, de otro, las Cayetanas, mujeres de derechas que se defienden contra el «hembrismo»

Arriba, de izquierda a derecha: Carmen Calvo, Adriana Lastra e Irene Montero. Abajo, de izquierda a derecha: Cayetana Álvarez de Toledo, Cuca Gamarra y Macarena Olona
Arriba, de izquierda a derecha: Carmen Calvo, Adriana Lastra e Irene Montero. Abajo, de izquierda a derecha: Cayetana Álvarez de Toledo, Cuca Gamarra y Macarena OlonaLa RazónLa Razón

Labios abultados, cabello indómito tirando a cobrizo y ojeras propias de quien dice haber bregado en mil batallas. Su mirada es exuberante, como si quisieran llevarte a la perdición, a pesar de que en algunos casos, dicen con mala baba sus detractores, el satisfyer sea ya la única cosa con autoridad para soliviantar sus pasiones (hay que ser malpensada). Pero también las hay jóvenes que se comen el mundo. Se hacen llamar las charos y salen a borbotones. Quieren ser dominantes y ahora han encontrado un nuevo frente común: las cayetanas, las chicas bien de toda la vida y otras modernas sin complejos puestas al día.

En el Congreso, las charos han adjudicado el papel de reina madre a la vicepresidenta Carmen Calvo; las cayetanas estarían capitaneadas por Cayetana Álvarez de Toledo. En este tiempo sin teatros, a los diputados les ha dado por revivir la mítica refriega entre Capuletos y Montescos, pero sin la lírica ni la belleza estética de Bellini, y con el tono tragicómico que uno quiera darle. También en la calle, unas, de izquierdas, y otras, de derechas, disputan un cuerpo a cuerpo que animan las redes sociales.

El detonante ha sido la inesperada conjura de los cayetanos que se inició en los barrios más exclusivos de la capital, muy próximos a las calles que recorrieron las charos durante la manifestación del 8M. Con sus manos enfundadas en guantes de látex de color morado, parecían dejar claro que conocían el alcance de la amenaza ya en ciernes, aunque todavía persiste la discusión de si eran reivindicativos o profilácticos. A las cayetanas se las ha juzgado bajo prejuicios históricos misóginos. Las charos las creían poco aguerridas y jamás pensaron que entrarían en liza cacerola en mano. Ahora ya han visto que llegan con las lenguas afiladas y sin asomo de debilidad. Y ahí les aprieta el zapato.

La charo nació como mofa contra las feministas de izquierdas en el foro Burbuja Inmobiliaria ya en 2011 perfilando un arquetipo que deja atrás la categoría de progres, trasnochada por el aburguesamiento de sus postulantes y sus contradicciones intrínsecas. Uno de sus usuarios se explayaba sin ningún empacho en una definición que podríamos resumir así. «Tipa de 40 años en adelante, tintes caoba, voz cazallera y chapas propalestinas. Seguidora de IU o del PSOE. Como las visilleras, siempre tiene razón. La causa de sus desgracias es siempre el machismo patriarcal, la incomprensión y todas esas cosas. Son la versión moderna de las Teresas de la Sección Femenina en la época de Franco. Quieren siempre más, controlar a la manada. Ni se te ocurra poner en duda su capacidad porque descargarán contra ti toda su ira. Ellas saben, ellas conocen, ellas son titanas de la ética y la moral. Son las matriarcas supremas, la esencia española».

Según continúa el texto de este mismo usuario, las charos aman a Lucía Etxebarría y matarían por tener como amiga íntima a Maruja Torres. Son las que afirman vehementes que dar clases, ser administrativas o estar en una ventanilla atendiendo a la gente es tan infame y sacrificado como estar en una galera romana remando 15 horas seguidas. «Ojo -añade- con dudar de la efectividad de sus protestas. Serás crucificado o asaetado como San Sebastián. Si eres mujer, serás insultada, ignorada y maltratada. Cuando planteas una duda, te contestan gritando ¿Perdonaaaa?, fulminándote con la mirada, como madres del Bronx, antiguas arroceras romanas o prostitutas ciegas de Hong Kong. Pero con TDT, Wifi y un marido en Telefónica».

A esta web acudió recientemente María Sánchez Díez, una periodista residente en Estados Unidos que dice hablar en «espanglish», cuando varios troles irrumpieron en su cuenta llamándola Charo. Suponiendo que debía de tratarse de un apelativo poco cariñoso, indagó y encontró la clave en Burbuja.info y también en Forocoches, donde observó que, además de rescatar la definición original de charo, los usuarios han ido enriqueciendo el término con algunas descripciones más: militante de una izquierda que solo existe en su mente o ansiosa por acaparar los memes más virales. «¿Por qué el feminismo glorifica lo horrible? ¿Por qué la fealdad es liberación?», se pregunta inoportunamente un forero. ¡Hombre, no hay que ponerse así!

La periodista decidió entonces lanzar el hashtag #JeSuisCharo, dejando así clara su identificación con el término. Su invitación no ha tenido mayor seguimiento, pero, a cambio, va recibiendo algunos comentarios confirmándole que el apelativo es acertado. El chariarcado va tomando forma tanto en el hemiciclo como en las redes y en la calle. «Ya tenemos una nueva forma de llamarnos entre nosotras: CHARO», escribía Barbijaputa en Twitter, recogiendo la captura de Forocoches. Hace solo unos días, se alistaba otra más, Maricin (Catachocera), que se define sesentona, podemita y republicana. «Adicta a la vida y a superar obstáculos», aclara como si fuese letanía obligada. También se ha sumado al hashtag #JeSuisCharo con su peculiar aportación: «Una charo es una mujer que no se ajusta al canon tradicional del machifafa que traga fachibulos y caga fachitruños Las cucarafachas creen insultar a las charos y algunas nos sentimos orgullosas. Una charo nunca se rinde y manda a las cucarafachas donde se merecen». Está claro que la izquierda reparte lo suyo.

Como nombre, Charo es el diminutivo de Sagrario y en España su mención nos lleva a la actriz Charo López, musa de Torrente Ballester y protagonista femenina de «Los gozos y las sombras», pero el escritor era poco dado a hacer parodia con sus heroínas. Maruja, Charo, Choni, Cayetana. ¿Por qué los nombres de mujer tienen más posibilidades de convertirse en estereotipo? LA RAZÓN lanza la difícil encomienda de responder a Lidia Falcón, histórica feminista expulsada recientemente de IU por sus desacuerdos con la nueva hornada de feministas. «Me parece una tonta frivolidad utilizar esos términos para calificar las diferentes ideologías. Ni siquiera creo que creen arquetipos, eso sería darle demasiada importancia. Como toda moda, dentro de nada ni se utilizarán ni se recordarán. Como estamos en tiempos posmodernos todo es banal», contesta.

Tampoco el término de cayetana queda libre de agravio. Para Sergio Fernández Riquelme, sociólogo e historiador, son estereotipos negativos que utilizan ciertos atributos físicos o personales para negar a mujeres de clase media o alta, caricaturizadas como cayetanas, su legítimo derecho a defender sus opciones vitales o electorales. «Los ciudadanos -dice- somos más plurales y diversos que estas simples caricaturas que se usan en el combate entre partidos. Por ejemplo, hay mujeres de zonas acomodadas que votan formaciones de izquierda, y viceversa». Tampoco entiende que una parte se arrogue la autoridad en la lucha por la igualdad de derechos y oportunidades entre hombres y mujeres. «Es, y debe ser, una lucha colectiva de toda la sociedad. El feminismo ha sido un factor decisivo en el apoyo de las justas demandas, pero una parte del mismo ha degenerado en ciertas tendencias ideológicas alejadas de sus planteamientos originarios (y denunciado por algunas de sus fundadoras), como el llamado hembrismo o la polémica ideología de género. La igualdad o es de todos o seguiremos viendo lacras como la violencia contra la mujer y asistiremos a la perpetuación de ciertos ámbitos de desigualdad socioeconómica».

Este planteamiento encoleriza a Lidia Falcón: «La mujer de izquierdas no se apropia de nada. El feminismo es de izquierdas o no es feminismo. Hay unas señas de identidad que califican las ideologías. La libertad y la igualdad son las enseñas de las revoluciones modernas. Las mujeres consiguieron el derecho al voto, al divorcio, al aborto, luchando en las filas revolucionarias contra la reacción que pretende tenerlas en casa aherrojadas pariendo y cuidando hijos. Y esto no es una opinión sino hechos. Que las mujeres de derecha pretendan ahora apropiarse del feminismo es una perversión más de la derecha». ¿Quién puede decir que la mujer de izquierdas sea más independiente, fuerte y decidida? Aunque no sea más que una animada parodia, charos y cayetanas protagonizan estos días una reyerta femenina de palabras en las que unas y otras se miran con suspicacia como si viesen amenazadas su poder. Es algo intuitivo y así lo ha dejado claro también un estudio de la Universidad de San Francisco dirigido por la economista Alessandra Cassar, quien asegura que en este tipo de trifulcas la mujer alcanza cuotas muy elevadas de competitividad, siempre que se den los incentivos adecuados. La autora deja caer también que, en edades posmenopaúsicas, la rivalidad se vuelve aún más efusiva. Pero no es una simple cuestión de hormonas. La batalla ya es intergeneracional.