ETA

A contracorriente

La mayor gravedad para nuestro futuro es la gran división que se ha adueñado de la política española

Una apisonadora pasa por encima de varias armas durante un acto de destrucción simbólica de las 1.377 armas del terrorismo de ETA y Grapo en el Colegio de Guardias Jóvenes Duque de Ahumada
Una apisonadora pasa por encima de varias armas durante un acto de destrucción simbólica de las 1.377 armas del terrorismo de ETA y Grapo en el Colegio de Guardias Jóvenes Duque de AhumadaEduardo ParraEuropa Press

Si me hubieran invitado, yo sí habría acudido a la destrucción de las armasincautadas por las Fuerzas de Seguridad a diversas organizaciones terroristas, muy especialmente a ETA. Durante veinte años, no les oculto que, en ocasiones en soledad, he defendido la necesidad del Acuerdo entre los grandes partidos nacionalesen cuestiones que sobrepasan la política partidaria. Dicho de otra forma, he tratado de diferenciar la política diaria de lo que podríamos denominar “cuestiones de Estado”: la educación, la política exterior, nuestra posición en la UE, la lucha contra ETA y muy especialmente la política que la nación debería desarrollar en el País Vasco y Cataluña. La enumeración no tiene voluntad exhaustiva, pero no sería mucho más amplia; son cuestiones que sobrepasan las energías de un partido concreto, que deben trascender gobierne quien gobierne y que por lo tanto deben ser producto de un acuerdo entre las fuerzas políticas nacionales llamadas a alternarse en el gobierno.

Esa política que fortalece las instituciones y que convoca a la mayoría de la sociedad alrededor de ellas en otros países -amigos, vecinos e integrantes del mismo club político-, ha sido la decantación de sus respectivas historias, en ocasiones pacífica y en otras dominada por los instintos bélicos del ser humano. Nuestra historia no nos ha permitido asentar nuestra convivencia sobre esos denominadores comunes que hacen más fuertes y poderosas las instituciones, alrededor de las cuales se desenvuelven unas sociedades abigarradas de diferencias y a la vez unidas poderosamente en unas cuantas cuestiones de naturaleza muy fundamental. Por ejemplo, no es menor la división política francesa que la española; pero a ellos en los momentos claves les unen las instituciones republicanas y una visión ampliamente mayoritaria de su pasado, a veces real y en ocasiones interpretada convenientemente para unir a la nación gala. Esos “denominadores comunes”, que les permiten diferenciarse, discutir radicalmente y administrar una pluralidad abigarrada, en España históricamente no los hemos sabido conformar; ni nos sentimos mayoritariamente convocados por las instituciones, ni tenemos una visión de nuestro pasado compartida mayoritariamente.

La Transición

En realidad, lo que en nuestros países vecinos ha sido el producto de sus historias, en España fue un magnífico y extraordinario acto de voluntad político de la sociedad española, capitaneada por unos políticos excepcionales advertidos por la experiencia de nuestra historia reciente, y por un jefe del Estado, don Juan Carlos, que supieron interpretar el deseo y la realidad de una sociedad que había perdido el miedo y ansiaba la libertad. ¡Si!, La Transacción fue un acto germinal, inaugural; en absoluto el resultado lógico de nuestra historia. Debido a esa característica inicial y determinante, el acuerdo, el famoso consenso del siglo pasado, se hace más necesario en España que en los países amigos y vecinos. Y justamente, esa línea política de búsqueda del acuerdo en cuestiones de Estado es lo que diferencia la política pequeña de la política con mayúsculas, a los estadistas de los oportunistas.

División

Sabemos que de la pandemia saldremos, con mucho dolor, con demasiadas muertes, pero saldremos vencedores -están de nuestro lado la razón, la ciencia y el progreso tecnológico-, también lo haremos de la crisis económica, aunque lo hagamos más tarde y peor que el resto de los países de nuestro entorno, sobre todo si el acuerdo no preside las próximas decisiones de los políticos españoles. Sin embargo, la mayor gravedad para nuestro futuro es la gran división que se ha adueñado de la política española. En estos últimos cuarenta años la división consistía en la incapacidad para ponernos de acuerdo al enfrentar los retos que enumeraba al inicio del artículo, hoy, con la presencia de Podemos en el gobierno, la división se ha agravado y pone en cuestión las bases del propio sistema. Esta división, podríamos decir que agresiva, será seguro un obstáculo para enfrentar los retos de la pandemia y de la crisis económica; pero amenaza sobre todo el propio engranaje constitucional español, en el que se basa nuestra convivencia libre, democrática y pacífica.

Derrota de ETA

En este marco, la derrota policial y social de ETA debería ser una realidad fecunda para el acuerdo, una convocatoria armónica para los españoles, no habiendo mejor representación de su derrota que la destrucción de las armas que las fuerzas de seguridad les arrebataron en sucesivas, numerosas y heroicas acciones policiales. Se debió realizar el acto hace años, debió reunir entonces y también ahora a los grandes partidos, a los representantes de nuestro pasado reciente, y también a los actuales representantes políticos para interpretar con altura de miras, con política grande el gran éxito que supuso la derrota de la banda terrorista. Y todo esto sin condicionar, ni modificar nuestra posición sobre la política presente.

Pero, seguimos sin saber distinguir la política diaria de los intereses nacionales. Hace unas semanas expresé mi rotunda oposición a que el gobierno dependiera para la aprobación de los presupuestos de HB-Bildu,partido que sigue haciendo apología política del sufrimiento provocado por ETA. Esta posición rotunda y permanente, mientras los bildutarras no acepten el marco democrático, porque por ahora sólo se benefician de él para conseguir sus objetivos políticos, no me habría impedido asistir a un acto de Estado que trasciende al gobierno actual, a que simbolizaba la derrota policial de ETA y el recuerdo a las víctimas; además de servir para ensalzar la heroica y continua defensa de la democracia y la libertad por parte de las fuerzas de seguridad españolas.

Sin embargo, una vez más la coyuntura ha ganado a la historia, el egoísmo de siglas al acuerdo, la política pequeña a la escrita con mayúscula, las fobias personales a los intereses más generales. Todos deberían tomar nota, los que no fueron, pero también el gobierno, porque es bien sabido que en este ambiente sectario e irrespirable el acuerdo sobre lo fundamental pasa de la dificultad al terreno de lo imposible cuando no damos importancia a lo que la tiene. Yo por mi parte, a riesgo de ser mal entendido, seguiré defendiendo que los acuerdos sobre cuestiones fundamentales no deben hacerse imposibles por la política diaria.

Epílogo:

Las cuestiones de Estado requieren acuerdos y altura de miras, también son necesarias coherencia y respeto. A la destrucción de las armas de los terroristas, que simboliza la derrota de ETA, le debería seguir una política sobre esta etapa posterior pactada entre los partidos nacionales y un acuerdo pactado sobre las consecuencias de la derrota de ETA y el relato justo que corresponde a nuestra victoria. Porque puede pasar que, lo que han ganado la sociedad y las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, lo derrochen y lo terminen perdiendo los políticos por falta de respeto a esas cuestiones de Estado, por necesidades coyunturales y partidarias o por la conveniencia de tener al adversario en minoría y aislado. A la destrucción de las armas de ETA le debería seguir el aislamiento de HB-Bildu mientras no reconozca lo que ha sucedido en el País Vasco y, sobre todo, mientras no se comprometa a asumir los principios democráticos más elementales. Que sean legales no depende de los partidos políticos, que se les pueda exigir en proporción al daño causado sí está en sus manos.