Generalitat de Cataluña
Moncloa ofrecerá un referéndum para otro Estatut
Confía en que Aragonès se aleje de JxCat y negocien a partir de los indultos más dinero y competencias
El futuro del nuevo Gobierno independentista está lleno de incertidumbres. Es una incógnita saber qué va hacer el presidente de la Generalitat, Pere Aragonés, en Madrid, una vez que su continuidad en el poder está en manos de Junts y de la CUP, y después de que su investidura la ha sostenido en el mensaje de que en dos años pactará con el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, un referéndum de autodeterminación. Referéndum que el Gobierno se ve capaz de convertir en una consulta sobre un nuevo estatuto, que se mire en el que tumbó el Tribunal Constitucional. Da igual que el independentismo haya dicho por activa y por pasiva que la fase estatutaria está más que superada.
Sin embargo, Moncloa prefiere no darse por aludida y su balance de la situación en Cataluña se ajusta a una sobre confianza en ERC, de la que ya pecó, por cierto, el Gobierno de Rajoy. Da igual lo que hayamos visto y escuchado esta semana, da igual el contenido del acuerdo con Junts, o el poder que el ex presidente Carles Puigdemont mantiene en la nueva Generalitat. Moncloa sigue con el mensaje de que, en la interlocución privada, ERC da razones para confiar en su disposición al diálogo, y que esto mismo es lo que justifica su decisión de mantener la hoja de ruta de negociación política con el partido de Oriol Junqueras.
ERC no da ni una señal en público que avale la confianza de Moncloa, pero, aun así, en el Gobierno ven lugar a mantener su disposición a conceder los indultos en este verano, a poner en marcha la mesa de diálogo, a negociar nuevas cuestiones competenciales, a mejorar la financiación y la inversión en Cataluña, e incluso a explorar la salida de una reforma estatutaria que se someta a referéndum.
Ya no es sólo la estabilidad parlamentaria, sino que si se escucha a alguno de los consejeros de Moncloa resulta que a las cesiones se les da una misión histórica, en el sentido de justificarlas en el objetivo de terminar con el «conflicto» catalán, «pacificar» Cataluña.
Mientras, ese PSOE, que se la juega en las comunidades y en los ayuntamientos que no son Cataluña, ve la estrategia de Moncloa y la alianza con ERC como una espada de Damocles, que, si no se maneja bien, puede provocarles una «irrecuperable sangría de votos». No sólo por Cataluña, si no considerando a ésta como un elemento más que se suma al desgaste de la acción de Gobierno, al «descrédito de la figura de Sánchez» y al riesgo de que el malestar con Pablo Iglesias se vuelva sobre el líder socialista, una vez que el ex vicepresidente ya no está en política.
Moncloa no moverá nada hasta que no pasen las primarias andaluzas, convocadas para el 13 de junio. Y será a partir de entonces, con la previsión de que hay tiempo antes de un nuevo examen electoral, cuando se activen los nuevos guiños a ERC. Los límites están claros, pero el riesgo también lo está, porque Pedro Sánchez puede acabar cargando, por la presión de la oposición, con el coste de presuntas cesiones que no hayan llegado ni siquiera a ejecutarse.
También es cierto que esta ciega confianza en el pragmatismo de ERC no es tan poderosa como para que en Moncloa no sean conscientes de que su estabilidad parlamentaria «flojea». Tanto, como que no están en condiciones de ganar votaciones parlamentarias de peso, y mucho menos de aprobar otros Presupuestos para el próximo ejercicio. Unas cuentas en las que deberían estar ya trabajando los ministerios.
En el futuro inmediato, los fondos europeos vendrán acompañados de un bronco debate, azuzado desde la oposición, sobre clientelismo y sospechas de corrupción. El origen del problema está en la decisión de Sánchez de no consensuar ni siquiera con sus socios el plan de inversiones y reformas, y apropiarse en exclusiva de la llave del grifo europeo, lo que, sin duda, tendrá una dura respuesta desde las filas de la derecha. Con acusaciones de clientelismo y denuncias de marginación territorial.
Sánchez debería escuchar, al menos, los avisos y temores de algunos de sus barones porque empieza a preocupar la posibilidad de que su nombre haya caído en desgracia y que esto marque un punto de inflexión de no retorno en la suerte de su liderazgo.
Ahora bien, Moncloa lo ve de manera distinta. Confía en que, pese a que en Cataluña haya un Gobierno contra España, el partido que preside la Generalitat colabore en la estabilidad de Madrid. También dan por descontado que la recuperación económica del otoño cambiará los ánimos y, además, que la caída de Iglesias abre un espacio de crecimiento al PSOE, en el que Sánchez puede verse beneficiado en un sentido doble. Porque tiene más tranquilidad para gobernar y porque se queda sin competidor en la izquierda, o así lo ven en su entorno. El análisis es que Unidas Podemos no tiene recorrido electoral sin su principal referente y en un modelo orgánico «devastado por el ejercicio cesarista del poder por parte de Iglesias». «Tienen que recolocarse las tendencias y después del verano empezará una nueva etapa en la que cambiará la percepción del Gobierno de coalición y se borrará el desgaste por la gestión de la pandemia». Análisis de Moncloa.
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